Este 6 de agosto se cumplen 75 años desde que dos bombas atómicas impactaron la ciudad japonesa de Hiroshima y días después la de Nagasaki. Debido a la pandemia, los honores serán de manera reducida.
Sin embargo, algunos sobrevivientes compartieron mensajes para futuras generaciones e hicieron un llamado para eliminar las armas nucleares. También piden aprender de la historia debido a las amenazas que representa este tipo de armamento.
Hiroshima era la única ciudad grande, junto con Kioto, que aún no había sido bombardeada por los aviones estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial. Era una ciudad de 35 mil habitantes construida sobre una llanura rodeada de ríos y tres montañas.
Fue a las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945 cuando un avión estadounidense sobrevoló la ciudad. Los operadores lo habían interpretado como una misión de reconocimiento.
Algunos de los habitantes de Hiroshima vieron un punto desprenderse del bombardero. Una luz cegadora los deslumbró.
El avión Enola Gay, pilotado por Paul Tibbets y Rober Lewis, copiloto, lanzó Little Boy, la primera bomba atómica de la historia. “Dios mío, ¿qué hemos hecho?”, escribió después Robert Lewis, después de haber sobrevolado la zona para evaluar los daños.
La bomba que cayó en Hiroshima llevaba 50 kilos de uranio y tardó 43 segundos en caer. Su explosión causó una bola de fuego de 28 metros de diámetro y una temperatura de 30 mil grados centígrados.
La fuerza del estallido derrumbó edificios, atrapó a miles de personas bajo escombros, arrojó cuerpos a cientos de kilómetros de distancia. El calor derritió la piel de los habitantes e inició los incendios.
Después, algunos sobrevivientes relataron que había ríos llenos de cadáveres flotando, voces bajo las ruinas suplicando ayuda. Algunos tenían partes de sus cuerpos en las manos y la ropa hecha pedazos.
Se calcula que alrededor de 70 mil personas murieron de inmediato. Otra cantidad igual falleció después por las heridas o por la radiación.
Hasta agosto del año pasado se contabilizaron 319 mil 816 víctimas a lo largo de los años, como consecuencia de la bomba. Tres días después, la Fuerza Aérea de Estados Unidos arrojó, el 9 de agosto, otra bomba en Nagasaki.
“Desde el campo donde estaba había visto que Hiroshima había quedado completamente destruida. Que había empezado un incendio. Y que un río de gente herida venía desde el centro a la zona en la que estábamos nosotros, donde había un santuario”, recordó uno de los sobrevivientes en una videoconferencia organizada por el Centro de Prensa Extranjera de Japón.
El incendio tardó tres días en consumirse. Después cayó una lluvia radiactiva, con gotas enormes, llamada “la lluvia negra”.
El 70% de los edificios quedó derrumbado. La mayoría de las víctimas falleció sin ninguna ayuda.
Debido a que el personal de salud había muerto o también estaba grave para trabajar, 42 de los 45 hospitales que había en la ciudad quedó destruido. Hibakusha fue como se le conoció a los sobrevivientes de la bomba.
“Durante días y días lo único que se pudo hacer fue incinerar a los muertos. Mi padre ayudaba en las ceremonias que se hicieron en un parque cerca de mi casa. Unos 700 cuerpos fueron quemados allí”, recuerda Ogura.
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