En 2017, el editor Mark Thompson, presidente y consejero delegado de The New York Times, identificó que el origen del sentimiento de traición de la ciudadanía entorno a los políticos reside en la brecha que se da entre sus promesas de campaña y los pretextos de gobierno. Es decir, la frustración ciudadana la provocan los políticos al pronunciar la palabra en vano durante las campañas electorales. Esta idea la desarrolló Thompson en uno de los libros más lúcidos, críticos y reveladores sobre la dinámica entre políticos y medios de comunicación: Sin Palabras ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política? Y no, no habla nada de AMLO.
Thompson apunta que los políticos experimentan un perverso ciclo que se repite en las democracias occidentales: inicia con sus valientes, radicales y audaces promesas como candidatos de oposición en campaña para presentarse ante la opinión pública como el salvador que sabe cómo resolver los problemas de la noche a la mañana; pero una vez en el poder se enfrentan a la realidad burocrática y a los contrapesos propios de los sistemas democráticos que obstaculizan e impiden llevar a cabo los proyectos prometidos, por consiguiente, empiezan a tratar de justificar a la gente porque no es posible cumplir con sus compromisos de campaña.
Así se configura el ciclo de la traición de los políticos a los ciudadanos que inicia con una esperanzadora promesa y termina con un frustrante y pobre desempeño. Los políticos decepcionan porque no cumplen lo que prometen. Las promesas se vuelven bumerangs de incredulidad y desconfianza a quien las profiere. ¿Y qué pasa cuando la opinión pública se harta por fin de tanto compromiso incumplido? Lo más probable es que dé la espalda a los desacreditados políticos de siempre y busque caras nuevas, voces desconocidas y nuevas promesas de cambio. Así se inicia un nuevo ciclo con personajes que no está identificados como parte de la clase política tradicional.
Sobre este tema abundan ejemplos nacionales e internacionales. Pensemos en el Obamacare del presidente Obama o en el ambicioso programa de reactivación económica del presidente Biden, que no ha podido poner en marcha como tenía planeado, o en el programa español de pensiones por mencionar unos cuantos casos.
En nuestro caso, desde el México de la abundancia que prometió López Portillo hasta el México exitoso de Peña Nieto, pasando por la paz foxiana de 15 minutos, hay incontables casos que ilustran este ciclo.
Mark Thompson señala que esta sistemática decepción ciudadana en torno a políticos tradicionales también desvirtúa la opinión pública pues ésta pierde la capacidad de entender con exactitud en qué consiste una determinada propuesta, cuánto tiempo se necesita para alcanzar resultados y cómo debieran juzgarse los resultados, dando entrada a promesas mágicas esgrimidas por outsiders de la clase política tradicional, como Trump en Estados Unidos, Macrom en Francia o Fox y el Bronco en México o Boric en Chile, por mencionar algunos emblemáticos casos.
En este horizonte de interpretación, la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles el 21 de marzo de 2022 constituye una suerte de reconciliación entre el signo y el objeto representado, fundamento de la confianza ciudadana en el discurso político. Octavio Paz diría que es un acto de recuperación del lenguaje como formula ritual para una reproducción de la realidad, capaz de re-engendrarla. El acto inaugural de operaciones del AIFA permite vislumbrar nuevamente a la política en su dimensión de lo posible, es decir, como impulsora de cambios y constructora de nuevas realidades. Es la vindicación de la palabra.
Desde el sexenio de Zedillo se discutió la necesidad de contar con un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México. Se barajaron opciones en el Estado de México e Hidalgo. Fox apostó por Atenco, pero no pudo encauzar la resistencia social de los pobladores de San Salvador Atenco; Calderón, ocupado en su guerra, ni lo intentó; Peña se inclinó por una de las opciones más ambiciosas de las que tengamos memoria y, por lo mismo, le fue materialmente imposible realizarla durante los seis años de su gestión. Acaso la concurrencia de promesas incumplidas explique la alternancia partidista que ha experimentado México desde hace 22 años.
Por su parte, Andrés Manuel López Obrador desde su campaña a la Presidencia de la República se comprometió a realizar una consulta pública para cancelar el proyecto del aeropuerto de Texcoco, por oneroso y por la afectación al sistema hidráulico de la CDMX. Nadie le creía. Y lo cumplió: canceló el proyecto de Texcoco.
También prometió hacer e inaugurar un nuevo aeropuerto internacional sobre la Base Aérea Militar de Santa Lucía en tres años. Y lo hizo. En medio de la incredulidad de propios y extraños, y a pesar de la resistencia de sus adversarios, en octubre del 19 arrancó los trabajos para la construcción de un nuevo aeropuerto en Zumpango, Estado de México, iniciando operaciones el 21 de marzo de 2022. Cumplió.
En El Arco y la Lira Octavio Paz apunta que se olvida con frecuencia que, como todas otras las creaciones humanas, los Imperios y los Estados están hechos de palabras: son hechos verbales. Con el AIFA se constata esta dimensión mágica de la palabra que encierra la potencia creadora a la que se refiere Paz.
Por cierto, es en mismo texto el poeta apunta que todo periodo de crisis se inicia o coincide con una crítica del leguaje, en donde se pierde fe en la eficacia del vocablo. Seguramente Paz pensaba más en las promesas incumplidas, en las mentiras deliberadas, en las tomadas de pelo, en las engañosas proyecciones de las tablas dinámicas de Excel, en las palabras vacías que frustran, decepcionan y traicionan la confianza ciudadana, que en el leguaje altisonante anclado y orientado a transformar la realidad, que puede lastimar sensibilidades, pero que si encarna la potencia creadora del leguaje. En el principio fue el verbo.
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