Un reciente estudio realizado por científicos de Brigham and Women´s Hospital, ha revelado que dormir siestas excesivas pueden ser uno de los muchos indicios de que una persona podría estar en camino a un deterioro cognitivo y padecer Demencia y Alzheimer.
De acuerdo con Yue Leng, profesora asistente de Psiquiatría de la Universidad de California en San Francisco y autora principal del estudio: “Descubrimos que la asociación entre el exceso de siesta diurna (por la tarde) y la demencia se mantenía después de ajustar la cantidad y la calidad del sueño nocturno.”
Según el estudio publicado en “Alzheimer’s and Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association”: “dormir la siesta dos horas al día aumentaba el riesgo de deterioro cognitivo en comparación con dormir siestas de menos de 30 minutos al día”.
Durante 14 años se estudiaron a 1 mil 400 personas en edades entre 74 y 88 años (edad media de 81 años), como parte del proyecto Rush Memory and Aging Project. El 24% de los participantes tenían una cognición normal al comienzo del estudio, pero desarrollaron Alzheimer seis años después, esto derivado del cambio de hábitos de sueño y la frecuencia y duración de las siestas que tomaban.
Los científicos encontraron que los participantes que dormían más de una hora al día presentaban un riesgo 40% mayor de desarrollar Alzheimer que los que dormían menos de una hora al día.
Durante la investigación se descubrió que las siestas por las tardes aumentaban una media de 11 minutos al año en los pacientes que no presentaban un deterioro cognitivo. En aquellos que tenían un deterioro cognitivo leve la siesta se duplicó hasta un total de 24 minutos al día. Pero en aquellos que se les había diagnosticado Alzheimer, sus tiempos de siesta tenían una media de 68 minutos al día, casi triplicando su tiempo.
Leng señaló que: El aumento drástico de la duración y la frecuencia de las siestas a lo largo de los años parece ser una señal especialmente importante.
El estudio consistía en colocar un dispositivo que medía los movimientos diarios de los participantes (durante 14 días al año) con la intención de saber cuando entraban en estado de reposo, sin embargo no podían saber con exactitud si estaban durmiendo o solo estaban viendo la televisión; a pesar de ello los científicos también señalaron que: “Ser sedentario y no moverse durante largos períodos es un factor de riesgo conocido para el deterioro cognitivo y el Alzheimer”.
La doctora Leng, principal autora del estudio, aseguró: “No creo que tengamos suficientes pruebas para sacar conclusiones sobre una relación causal, que sea la siesta en sí misma es la causante del envejecimiento cognitivo, pero la siesta diurna excesiva podría ser una señal de envejecimiento acelerado o del proceso de envejecimiento cognitivo”.
El Doctor Richard Isaacson, director de la Clínica de Prevención del Alzhéimer en el Centro de Salud Cerebral de la Facultad de Medicina Schmidt de la Universidad Atlántica de Florida, dijo: “Creo que el público no es consciente de que el Alzheimer es una enfermedad cerebral que a menudo provoca cambios en el estado de ánimo y en el comportamiento del sueño”.
¿Qué hacer para evitarlo?
La Doctora Leng asegura que las personas mayores tienden a tomar siestas con mayor frecuencia que cuando eran jóvenes ya que la calidad y cantidad del sueño disminuyen con la edad, a menudo debido al dolor o a complicaciones derivadas de enfermedades crónicas.
Por esa razón ella sugiere que los adultos limiten sus siestas diurnas entre 15 y 20 minutos antes de las 3 de la tarde para evitar perjudicar su sueño nocturno.
Asimismo, las personas alrededor de los adultos mayores deben estar vigilantes de los hábitos de sueño y detectar si las siestas en la tarde aumentan en frecuencia y duración.
El otro lado de la moneda
Otro estudio señala que, el sueño profundo protege contra el Alzheimer, ya que durante este estado el cerebro parece eliminar los productos de desecho que aumentan el riesgo de padecer esta enfermedad.
Durante esta etapa del sueño, el cerebro sigue un latido lento y constante y puede ayudar a reducir los niveles de beta-amiloide y tau, dos características del Alzheimer. De acuerdo con Matthew Walker, profesor de neurociencia y psicología de la Universidad de California, Berkeley: “Hay algo en este sueño profundo que te ayuda a protegerte”.
Según Walker existe una relación significativa entre el sueño y la demencia, particularmente el Alzheimer, y su evidencia más fuerte involucra el sueño profundo, ya que en este estado la temperatura corporal desciende y el cerebro comienza a producir ondas eléctricas lentas y rítmicas.
Walker y un equipo de científicos estudiaron a 32 personas de 70 años que habían participado en un estudio del sueño que busca ondas eléctricas lentas que indican un sueño profundo, ninguno tenía problemas de memoria.
Se usaron escáneres cerebrales para monitorear los niveles de beta-amiloide en cada participante durante seis años, los resultados se publicaron en la revista Current Biology y mostraron que las personas que tenían menos profundidad de sueño tenían más beta-amiloide.
Otro estudio realizado en ratones por Laura Lewis, profesora asistente de la investigación biométrica en la Universidad de Boston, descubrió que durante el sueño profundo la beta-amiloide parece eliminarse más rápido.
El estudio también fue probado en personas y encontraron que hay ondas de líquido que fluyen hacia el cerebro durante el sueño y cuanto más profundo estaba durmiendo la persona más lentas y grandes eran, lo que les indica la limpieza cerebral.
El Doctor Yo-El Ju, profesor asociado de neurología en la Universidad de Washington en St. Louis, formó parte de un estudio de personas con apnea obstructiva del sueño y también investigó el efecto de estas ondas limpiadoras en la etapa de sueño más profundo; obteniendo resultados parecidos los de Lewis. Asimismo, indicó que las personas con apnea del sueño tienen un mayor riesgo de padecer demencia en un futuro.
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