El 1 de febrero de 2021, el ejército de Birmania tomó la capital del país y obligó a Daw Aung San Suu Kyi, la líder civil de la nación y Premio Nobel de la Paz en 1991, a renunciar a su cargo. Los militares tomaron el control del país porque los resultados en las elecciones no favorecían a sus intereses.
Por muchos años, Birmania, también conocido como Myanmar, tuvo un gobierno militar. En 2011, el país se preparó para hacer una transición hacia una administración civil. Sin embargo, el ejército no estuvo dispuesto a ceder su poder hasta que finalmente orquestaron un golpe de Estado e impusieron a su líder, el general Min Aung Hlaing, al frente de la nación.
Las dictaduras y gobiernos militares todavía existen en el mundo. De acuerdo con estudios del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA), actualmente hay 44 países bajo un régimen autoritario. Muchos de ellos tiene un gobierno militar o respaldan su poder con el ejército.
Tailandia, Guinea y, por supuesto, Birmania, son algunos países en los que los militares tienen el control. Corea del Norte, Venezuela, República del Congo o Bielorrusia son naciones en las que su gobierno utiliza al ejército para mantenerse en el poder.
El caso de Birmania y los militares que no quisieron dejar el poder
A nivel internacional, hay muchos indicadores que muestran que un país militarizado o que empodera a sus fuerzas armadas delegándoles tareas civiles, son los que más abajo aparecen en cuanto al nivel general de democracia y derechos humanos.
El golpe de estado en Birmania es el ejemplo más reciente. De 1988 a 2011, el ejército incrementó su poder en el país. Además de gobernar, se hicieron con el control de varios monopolios.
A partir de 1962, el ejército de Birmania comenzó a involucrarse en varios negocios estatales. Desde la administración de pensiones, centros de entretenimiento y turismo, empresas de telecomunicaciones, minería, energías y hasta se les relaciona con empresas de tabaco, de acuerdo con una investigación de BBC.
Las elecciones de 2021 fueron cruciales para el país. La transición iniciada en 2011 finalmente daba resultados. Los resultados para el parlamento de Birmania dieron un abrumador triunfo al partido civil con más del 80% de los votos.
Por primera vez, el poder del ejército se vería reducido. Fue entonces, que el líder militar Min Aung Hlaing movilizó en febrero de 2021 a las fuerzas armadas para reclamar inválidos los resultados y derrocaron al gobierno civil para tomar de nuevo el control total de Birmania. El conflicto armado sigue en desarrollo.
¿En México podría pasar lo mismo?
Uno de los aspectos más criticados por opositores del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador es el empoderamiento a las fuerzas armadas.
En sus discursos, AMLO se refiere al ejército como “pueblo uniformado”, pero esto no es suficiente para detener los cuestionamientos, tanto dentro y fuera del país, sobre la cercanía de su gobierno y los militares.
Recientemente, en un evento en Michoacán, el presidente justificó la constante participación del ejército en las actividades de su gobierno:
“Ahora que queremos vincular al ejército con el pueblo, no apartarlo, no alejarlo de sus orígenes, pues nunca vamos a dar la orden de que el ejército reprima al pueblo de México. Son tiempos nuevos, es una etapa nueva la que estamos inaugurando en la vida pública de nuestro país”.
En el actual sexenio, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) construye obras como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles o el Tren Maya, se encargan de tareas de la policía, levantan sucursales del Banco del Bienestar, vigilan la entrega de apoyos económicos, administran las aduanas y ahora también podrían encargarse de la distribución de medicinas a nivel nacional.
Y es que luego de reconocer que sí existen problemas en la distribución de medicamentos, el presidente López Obrador adelantó que el Ejército Mexicano podría tomar esa responsabilidad:
“Entregaría la distribución de medicamentos al Ejército de ser necesario. Van a estar en las unidades médicas, en los centros de salud, en los hospitales, todos los medicamentos, ese es un compromiso”, señaló el mandatario en un evento del IMSS.
Especialistas de todo el mundo han escrito sobre los riesgos que implica darle más facultades al ejército, especialmente en México, en donde existen muchos antecedentes de corrupción, abuso de poder, violencia y censura perpetrados desde el Estado.
Por ejemplo, la periodista y académica, Dawn Paley escribió para The Nation que AMLO se falló a sí mismo al no cumplir con su promesa de regresar a los militares a sus cuarteles y que en lugar de eso, los convirtió en una entidad todavía más poderosa:
«Aunque quienes están fuera del círculo íntimo del presidente todavía no saben exactamente qué motivó su cambio de opinión, el poder sustancial del ejército, fortalecido después de más de una década de despliegue en todo el país, no puede pasarse por alto».
Sin embargo, México no es Birmania. Si bien, el ejército se convirtió en un pilar del gobierno del presidente López Obrador, hay instituciones que no permitirían un golpe de Estado o una ampliación de mandato.
A pesar de todos los cuestionamientos sobre su administración, las últimas encuestas indican que AMLO no necesitaría usar la fuerza para continuar con su sexenio. Su popularidad se mantiene en números positivos y las tendencias rumbo a 2024 apuntan a una continuidad de Morena en el poder.
López Obrador afirma que no busca una reelección o ampliación de su mandato, pero esto no invalida las preocupaciones acerca de su cercanía con los militares y el por qué les delega tantas actividades y negocios.
No hay elementos suficientes para afirmar que AMLO está creando una dictadura. Aunque sus acciones, por el contrario, sí muestran una especie de militarización del país.
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