El coordinador de Morena en la Cámara de Senadores, Ricardo Monreal, propuso prohibir el matrimonio infantil en comunidades indígenas, donde usan el pretexto de sus “usos y costumbres” para mantener la práctica que, en realidad, deriva en la venta de niñas a hombres mayores.
En su iniciativa de reforma constitucional (que puede leerse completa aquí), Monreal explica que intentos previos de atacar el problema han fallado y que ni siquiera la prohibición de haber cumplido 18 años para poder contraer matrimonio, han logrado eliminar los casamientos infantiles que se acostumbran en algunos estados de la República.
“Miles de niñas siguen siendo vendidas para contraer matrimonio, como si fueran mercancías, privándolas de su derecho a la felicidad y a una vida plena, todo justificado bajo el argumento de los usos y costumbres que algunos lugares del país aún sostienen”, dice Monreal Ávila.
De acuerdo con Naciones Unidas, algunas veces las niñas también establecen estas uniones como una estrategia para escapar de la pobreza, pero en el fondo no conocen las consecuencias del trato que van a realizar.
Encuestadas por la organización en América Latina declararon haberse ofrecido voluntariamente para el matrimonio con el fin de evitar que sus familias tengan una boca más que alimentar.
Sin embargo, las niñas atrapadas en este tipo de relaciones desestiman que, una vez “adquiridas”, son tratadas como objetos por parte de sus compradores.
¿En qué consiste la reforma contra el matrimonio infantil?
La nueva redacción del artículo 20 de la Constitución, quedaría de esta manera, según la propuesta de Ricardo Monreal:
“Esta Constitución reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y las
comunidades indígenas a la libre determinación y, en consecuencia, a la autonomía
para:
I. …
II. Aplicar sus propios sistemas normativos en la regulación y solución de sus
conflictos internos, sujetándose a los principios generales de esta Constitución,
respetando las garantías individuales, los derechos humanos y, de manera
relevante, la dignidad e integridad de las mujeres y el interés superior de niñas,
niños y adolescentes, sin que pueda justificarse práctica en contrario por el
ejercicio de sus usos y costumbres. La ley establecerá los casos y procedimientos
de validación por los jueces o tribunales correspondientes.”
Es decir que, a diferencia de cambios anteriores en los que no se hacía mención específica de los usos y costumbres, en esta ocasión se les pone un límite muy concreto cuando se trata de los derechos de niñas y niños.
¿Cómo es el matrimonio forzado en comunidades indígenas?
Las costumbres varían según el país o la región donde se realizan. En el estudio Aplicación del matrimonio forzado en comunidades indígenas en México (2015-2019), publicado en la Revista de investigación en Derecho, Criminología y Consultoría Jurídica de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, se describe lo siguiente:
“Entrando de lleno en materia de estudio, en los Altos de Chiapas, como en el México prehispánico, persistía la costumbre a la que aludía Motolinia, de que ‘en los casamientos que tiene esta gente, nunca preguntaban a la mujer si se quería casar con fulano; bastaba que sus padres o parientes lo concertara’. De dicha referencia se puede hacer alusión a que la mujer por ningún motivo tenía derecho de elección en cuanto a su pareja, pues debía tener un carácter de sumisión ante las decisiones tomadas por la familia. La precocidad nupcial, al igual que entre otros grupos indígenas, seguía siendo característica de estas uniones, pues los matrimonios variaban entre los 14 y 18 años en las mujeres, y en el caso de los hombres, entre 16 y 20, o incluso más temprano, cuando se trataba de ´tapar’ a una niña, entre 8 y 9 años, es decir, para establecer el compromiso con sus padres y que no fuera prometida más adelante a otro varón”.
En este contexto, “tapar” a una niña significaba “apartarla” para que al ser adolescente pudiera casarse con el hombre que la había “tapado”.
“Los arreglos matrimoniales representaban un aspecto medular de la cultura. Requerían, además de tiempo, un gasto considerable por parte de la familia del contrayente. Las descripciones muestran la permanencia de antiguos rituales en los que se advierte la tradición: un sondeo preliminar realizado por la familia del joven, la petición de mano de la novia, los arreglos nupciales entre las dos familias, la entrega de los regalos como parte del “pago de la novia”, la ceremonia y la fiesta posterior”.
“Estos factores en conjunto eran las principales costumbres, pero falta mencionar la forma en que se realizarían dichos actos. Los padres de la joven no aceptaban de entrada la petición del muchacho y su familia, al presentarse en la casa de la elegida. El novio debía llevar varios litros de aguardiente para ganarles la buena voluntad, esta era una costumbre antigua entre los indígenas que acompañaban todo rezo o petición.
“Se tenían que realizar varias visitas, pues en ocasiones se solicitaba a los visitantes con aspereza que abandonaran la casa y que se llevaran los no requeridos regalos, pues los padres argumentaban que su hija era demasiado joven, que ayudaba a su madre, quien no deseaba concederla; o bien, que la muchacha no sabía realizar ninguna actividad. Por otro lado, los padres reclamaban los defectos del futuro yerno. Una vez aceptadas las dádivas, se formalizaba la unión de los contrayentes, se acordaban los gastos de la boda, la fecha del matrimonio, el tiempo de servicio del novio y con quiénes viviría la pareja. El trago era un elemento fundamental para sellar un trato; en ocasiones, se consultaba a la joven: “Si ella hubiera dicho que no estaba conforme, no se hubiera aceptado el trago”.
“Sin embargo, el comentario más frecuente era: “A la muchacha no le preguntan nada, es lo que quieren sus padres”. No faltaba quien protestara entre lágrimas y amenazar con huir. La madre lo que buscaba era el bienestar de la joven, un lugar donde no fuera maltratada y tuviera buena comida”.
Como puede apreciarse, la tradición de “venta” de niñas está muy arraigada en comunidades pobres del país. La iniciativa de Monreal busca, en ese sentido, no dejar nada a la interpretación en favor de las “costumbres” indígenas contrarias a la dignidad de las niñas y mujeres.
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