MELBOURNE/KIEV – La invasión rusa de Ucrania tuvo, y sigue teniendo, consecuencias catastróficas para muchas personas. Pero los ucranianos no son las únicas víctimas de la guerra y muchos de ellos se niegan a reconocerlo.
Entre los miles de víctimas hay más de 1200 civiles ucranianos muertos y muchos más heridos. Estos números crecen día a día y la retirada rusa de los alrededores de Kiev dejó al descubierto nueva evidencia de crímenes de guerra. En la sitiada ciudad de Mariúpol, según las autoridades ucranianas, 5000 personas perdieron la vida y otras 20 000 fueron deportadas ilegalmente a Rusia, donde se desconoce su suerte.
Independientemente de cuáles sean las cifras verdaderas en toda Ucrania, sin duda hubieran sido mucho mayores si más de diez millones de ucranianos no hubieran abandonado sus hogares y más de cuatro millones de ellos no hubieran atravesado las fronteras para refugiarse en Polonia y otros países vecinos. La cantidad de soldados muertos está en discusión, pero no hay duda de que fueron varios miles en cada uno de los bandos.
Además de los muertos y heridos, los funcionarios ucranianos dicen que Rusia secuestró a la fuerza a más de 400 000 ucranianos (según Rusia, fueron voluntariamente). Independientemente de la veracidad de ese hecho, parece claro que las fuerzas rusas están secuestrando, encarcelando y torturando a ucranianos —entre ellos, a periodistas, líderes culturales y alcaldes de las ciudades que tomaron.
Luego tenemos a las víctimas indirectas de la guerra. El precio del pan en Oriente Medio y algunos países africanos ya sube debido a que gran parte de sus cereales proviene de Ucrania y los expertos advierten que puede haber inseguridad alimentaria generalizada. La situación es especialmente desesperada en Yemen (donde la guerra civil ya había causado una crisis humanitaria) y en África Oriental (donde el aumento del precio del trigo exacerbará los efectos de tres estaciones con precipitaciones por debajo de la media).
La guerra además se cobró una cantidad desconocida de víctimas no humanas. Los medios difundieron imágenes de refugiados que huían con sus perros y gatos, pero también hubo muchos animales de compañía que quedaron librados a su suerte. Un zoológico cerca de Kiev, aislado por los combates, carecía de comida suficiente e incluso de medios para poner fin a la vida de los animales famélicos de manera humanitaria.
También hubo ataques contra refugios de animales, donde muchos de ellos murieron. En otros casos, los voluntarios tuvieron muchas dificultades para mantener los refugios en funcionamiento, y brindar alimentos y agua a los animales. Los soldados rusos que ocuparon Hostómel —una localidad muy cercana a Kiev en dirección norte— fueron acusados de quemar establos de los que solo 2 de 32 caballos escaparon. Los demás murieron quemados.
Más allá de lo espantoso de estas situaciones, es probable que la mayor cantidad de muertes de animales por la guerra se deba a los sitios de cría industrializada. Las fuerzas rusas bombardearon el establecimiento de producción láctea Agromol, cerca de Járkov, que tenía 3000 vacas. En línea se difundieron imágenes de vacas muertas o heridas, caídas dentro de un establo devastado. Los empleados no podían volver a la granja para curar a las vacas heridas ni practicarles la eutanasia porque los rusos ocupaban la zona. Ucrania también es uno de los mayores productores de huevos en Europa. A los trabajadores les fue imposible acceder a las instalaciones de producción donde había decenas de miles de gallinas. Tan solo en la óblast de Jersón murieron tres millones de pollos porque los ocupantes rusos impidieran el acceso del alimento para animales, posiblemente como parte de un esfuerzo deliberado para obligar a los ucranianos a rendirse por hambre. En toda Ucrania esas cifras serán varias veces mayores.
Los voluntarios arriesgan sus vidas para ayudar a los animales que lo necesitan. Tres voluntarios —entre ellos, Anastasiia Yalanskaya, de 26 años de edad— llevaban alimentos a un refugio donde los perros no habían comido por tres días, cuando los soldados rusos atacaron su automóvil. Los tres murieron.
Hasta la invasión, UAnimals, una organización ucraniana que defiende a los animales desde 2016, contaba entre sus logros la prohibición de circos en varias ciudades ucranianas. Desde que comenzó la invasión, sin embargo, se centró en evitar el tipo de sufrimiento que describimos ayudando a los refugios de animales a obtener alimentos y tratando de evacuar a los animales en peligro por la guerra.
Con tanto sufrimiento humano, es posible que algunos crean que es inadecuado preocuparse por las consecuencias de la guerra para los animales, pero el sufrimiento de los animales que mueren de hambre, son quemados vivos o resultan heridos por esquirlas debe contarse entre los costos de la guerra. La Unión Europea y otros deben reconocer que los animales no son simplemente una propiedad, sino también seres sensibles cuyas capacidades de sufrimiento y disfrute de la vida les otorgan entidad moral.
Atacar las áreas civiles de las ciudades con artillería o misiles es un crimen de guerra. Atacar objetivos como zoológicos, establos y graneros, o evitar que se alimente a los animales, también debiera considerarse de ese modo. Si efectivamente los caballos en Hostómel fueran quemados vivos de manera deliberada, como se afirma, se debe investigar ese crimen en profundidad y, si se encuentra a los perpetradores, llevarlos ante la justicia.
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