BERLÍN – La guerra ha vuelto a Europa. Hace un mes, una gran potencia europea atacó a su vecino más pequeño, que, según afirma, no tiene derecho a existir como Estado-nación soberano, e incluso amenazó con desplegar armas nucleares contra quienes lo desafíen. Con eso, el mundo cambió fundamentalmente. Europa debe cambiar con él.
Con su agresión no provocada contra Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, destruyó deliberadamente los cimientos de la paz europea y, en cierta medida, de todo el orden internacional posterior a la Guerra Fría. No solo se ha diezmado la relación diplomática y económica de Occidente con Rusia; la confrontación militar directa entre la OTAN y Rusia es una clara posibilidad.
El mundo ahora debe lidiar con el riesgo, que alguna vez se pensó que había sido superado, de que una guerra en Europa podría convertirse rápidamente en una conflagración global. Si estallara la Tercera Guerra Mundial, podría implicar un nivel de destrucción sin precedentes, incluso para los estándares europeos, debido a la probabilidad de que se utilizaran armas de destrucción masiva.
Sin duda, Putin ha cometido algunos errores de cálculo graves. Se suponía que su guerra relámpago decapitaría al gobierno ucraniano elegido democráticamente y lo reemplazaría con un régimen títere. Pero parece haber sobreestimado la destreza del ejército ruso y subestimado la voluntad de los ucranianos de luchar por su país y su libertad.
Putin también parece haber subestimado a la OTAN y la Unión Europea. Si bien, sin duda, se esperaba algún retroceso, probablemente no anticipó la respuesta rápida, determinada y unificada de Occidente.
Más allá de dar la bienvenida a una gran parte de los aproximadamente 3,5 millones de ucranianos que se han visto obligados a huir de su tierra natal desde el comienzo de la invasión, los países occidentales han enviado a Ucrania miles de millones de dólares en armas y otro material . Y han impuesto sanciones financieras y económicas estrictas, y cada vez más intensas, a Rusia, Putin y sus seguidores.
Para Europa, esta respuesta refleja cuán cerca de casa golpea la guerra de agresión de Putin. Día tras día, en la televisión y las redes sociales, los europeos se ven inundados de historias e imágenes de ciudades diezmadas, refugios antiaéreos abarrotados y ucranianos comunes y corrientes que se enfrentan valientemente a su nueva realidad. Esto, junto con la llegada de refugiados en prácticamente todos los países del continente, ha convertido a la guerra en una característica definitoria de la vida cotidiana de los europeos.
Pero la conexión es aún más profunda. Los europeos dentro y fuera de la UE entienden que la agresión de Putin no está dirigida solo contra Ucrania. Rusia ha lanzado un asalto a nuestros valores más arraigados: la democracia, el estado de derecho, la coexistencia pacífica y la inviolabilidad de las fronteras. Si la guerra contra Ucrania es un ataque contra todos nosotros, la única respuesta adecuada es la unidad.
Sin embargo, aunque la unidad de Europa hasta ahora merece elogios, aún queda mucho por hacer. Aún no está claro cómo se desarrollará la guerra en Ucrania, o incluso si Ucrania sobrevivirá como un país independiente. Pero hay pocas dudas de que la guerra de Putin tendrá profundas consecuencias a largo plazo, potencialmente incluso más profundas que las de los años decisivos cuando el orden de la Guerra Fría se derrumbó.
Para empezar, la desconfianza hacia Rusia será duradera. Dado que la relación de Occidente con Rusia ha sido durante mucho tiempo un pilar de la paz europea, esto implica que Europa deberá transformar su enfoque de la seguridad. En particular, el flanco oriental de la OTAN y la frontera oriental de la UE seguirán siendo vulnerables y requerirán un mayor nivel de protección militar. Esta tarea, que debe ser compartida a partes iguales por la OTAN y la UE, debería convertir a la UE en un actor geopolítico.
Hasta ahora, el único instrumento geopolítico de que disponía la UE era la promesa de adhesión y la perspectiva de paz, prosperidad y respeto del Estado de derecho que implicaba la adhesión. Pero, como demostró la ampliación de la UE hacia el este a principios de este siglo, la adhesión por sí sola no es suficiente para garantizar que un país complete la transformación geopolítica esperada.
Frente a las aspiraciones de los países de los Balcanes Occidentales, así como de Turquía, Ucrania, Moldavia y Georgia, la UE necesita desarrollar un sistema más flexible, receptivo y matizado, o corre el riesgo de colapsar. El desarrollo de la UE hacia una unión política, de seguridad y defensa, en lugar de solo una unión económica y monetaria, ofrece una oportunidad ideal.
A medida que toma forma esta nueva Europa, se puede trazar un nuevo camino hacia la pertenencia a la UE, que consta de varias fases, cada una con sus propios criterios, derechos y obligaciones. Para pasar a la siguiente fase, un país debe cumplir con estándares predeterminados relacionados con la economía, el estado de derecho, la seguridad y otros dominios. Algunos países pueden progresar rápidamente, mientras que otros pueden no alcanzar nunca el nivel más alto de pertenencia a la UE. Pero todos se beneficiarían de sus lazos con el bloque.
La guerra de Putin ha hecho que Europa esté más unida que nunca. El desafío ahora es mantener este sentido de propósito común y construir una UE más fuerte, resistente y autosuficiente, capaz de promover sus intereses geopolíticos en un mundo de renovada rivalidad entre las grandes potencias. Las alianzas serán, por supuesto, esenciales, particularmente con Estados Unidos y Canadá. Pero, mientras los europeos se maravillan con la valentía y el temple de los ucranianos, también debemos aprender de ellos una lección crucial: nadie luchará por ti, por tu familia, tu país y tu futuro, tan duro como tú.
Te puede interesar: