En un país rico con grandes recursos energéticos como México, la pobreza energética (PE) sí existe.
El término “pobreza energética” (PE) carece de una definición universal. En este caso se entiende como un término multidimensional en el que los hogares presentan diferentes circunstancias de carencia de los servicios energéticos mínimos para el desarrollo.
De acuerdo con un estudio de la organización México Evalúa, en nuestro país 4.8 millones de hogares consumen leña o carbón para calentar agua y alimentos. De esta cantidad, el 57 por ciento de las personas que está expuesta al humo producido por estos combustibles padecen EPOC.
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El estudio también resalta que en México no existen muchos datos claros que nos ayuden a dimensionar el número de habitantes en situación de pobreza energética. De acuerdo con un estudio realizado en 2016 por la empresa especializada García-Ochoa y B. Graizbord, la pobreza energética puede alcanzar hasta a un 36.7 por ciento de los hogares.
En este sentido, cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señalan que cerca de 13.5 millones de personas viven en condiciones de precariedad energética y de vulnerabilidad por el alto grado de toxicidad de los combustibles.
Por otra parte, de acuerdo con la Secretaría de Energía (Sener) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en México, con cifras a 2018, 2 millones de mexicanos no tuvieron acceso a energía eléctrica por vivir en zonas rurales remotas sin acceso a la red, o en zonas urbanas marginadas donde los hogares no pueden sufragar el gasto (Prosener, 2020).
Pobreza energética en todo el mundo
México no es el único país que sufre por la falta de accesos a los recursos enérgetico. Se estima que aproximadamente una séptima de la población mundial es responsable de la mitad del consumo de energía en el planeta. Del otro lado de la moneda, la mitad de la población consume menos del 10 por ciento de la demanda total de energía.
Esta insuficiencia de energía para la mayor parte de la humanidad generalmente se traduce en la imposibilidad de desarrollar actividades económicas y sociales, lo que fomenta círculos de pobreza, es decir, patrones de comportamiento que provocan situaciones de precariedad, con consecuencias fatales.
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Por ejemplo, alrededor de 1.3 millones de personas, en su mayoría mujeres y niños, mueren prematuramente cada año en todo el mundo debido a la exposición a la contaminación del aire en el hogar por cocinar y calentarse con estufas artesanales o tradicionales ineficientes.