Una cirugía de separación salvaría la vida la vida de una de las gemelas de tres años de edad que nacieron unidas, pero conduciría a la muerte a la otra. Ibrahima Ndiaye, el padre, tuvo que tomar una decisión.
Marieme y Ndeye son las niñas de Ibrahima Ndiaye, quienes un día jugaban con unas etiquetas que se pegaban mutuamente, una tenía forma de mariposa y otra era una carita sonriente color verde.
“Ndeye es vivaz, le gusta la atención, ella es fuego y Marieme es de una personalidad más tranquila y reflexiva, ella es hielo”, dijo el padre de las gemelas.
Comúnmente los gemelos tienen sus diferencias, y cada uno su espacio, pero estas niñas de tres años son distintas porque están unidas: tienen cerebro, corazón y pulmones separados, pero comparten un hígado, vejiga y sistema digestivo; y tienen tres riñones entre las dos.
Ndiaye llevó a sus hijas de Senegal al Hospital Great Ormond Street (GOSH) ubicado en Londres, cuando sólo tenían ocho meses, después de una búsqueda desesperada por ayuda médica para poder separar a sus dos bebés. En los últimos dos años y medio, él y la unidad médica, han estado luchando contra una decisión muy cruel, ya que, si se realiza la cirugía de separación, Marieme no sobrevivirá, pero eso le daría la oportunidad a Ndeye de tener una vida razonable. Lo malo es que la situación se complica porque si no hay una separación, ambas, seguramente morirán.
Marieme y Ndeye nacieron en mayo de 2016 en Darkar. Ndiaye, tiene cuatro hijos mayores; cada uno de los embarazos de su esposa los monitoreó por medio de ultrasonido. Comentó que ninguno había arrojado que venían gemelos y mucho menos unidos, entonces el nacimiento de las pequeñas fue un shock total.
En los meses siguientes a este nacimiento, Ndiaye contactó a hospitales de todo el mundo preguntando si podían ayudarle. Comúnmente la respuesta era un “no” hasta que llegó al Hospital de Great Ormond Streed, donde le dijeron: “ven y veremos qué podemos hacer”. Este hospital, ha logrado separar a más de 30 gemelos unidos, siendo uno de los últimos unos bebés de Pakistan, Safa y Marwa Ullah, quienes estaba unidos por la cabeza.
“Era una luz en la oscuridad. Vine a Londres con mucha esperanza. Por difícil que sea la situación, me dije, estoy en Reino Unido y encontrarán una solución”, comentó Ndiaye.
En enero de 2017, la familia llegó a Londres. El equipo médico que atendió el caso, dirigido por el profesor Paolo de Coppi, estableció que el corazón de Marieme estaba débil, además, de que su oxígeno era escaso. “Paolo me dijo que no se podía hacer la separación sin perder a Marieme. La luz de la esperanza, la buena expectativa, de repente desapareció”, expresó el padre de las gemelas en cuestión.
Era el momento de enfrentar a una decisión agónica: ¿debería dar su permiso para que se realice la cirugía, sabiendo que una de las niñas moriría para darle la oportunidad de vida a la otra? Pero al no aceptar la cirugía, la salud de ambas se deterioraría culminando en la muerte.
Un caso parecido a este, se suscitó en el 2000 con la intervención legal del tribunal superior del Reino Unido, quien dictaminó que las gemelas unidas Mary y Jodie deberían separase en contra de la voluntad de sus padres. Con la separación, Mary moriría inevitablemente, pero Jodie podría tener la oportunidad de vivir plenamente.
El caso fue presentado por el hospital St Mary´s en Manchester, donde nacieron y cuidaron a las gemelas. Los padres de las niñas, católico devotos, argumentaron que la cirugía “no era de la voluntad de Dios”, sin embargo, ésta procedió por orden judicial.
En una reunión del comité de ética donde se discutió el caso de Mariene y Ndeye, Joe Brierley (pediatra consultor y presidente del comité), planteó la posibilidad de ir a la corte para poder tomar una decisión. No obstante, ya estaba diagnosticado que, con la cirugía de separación el proceso de muerte de Marieme era irremediable para poder salvar a Ndeye. Y separarlas una vez que Marieme comenzará a morir no era una opción pues eso provocaría el descenso de ambas.
La única conclusión era más que obvia. Brierley describió a Ndiaye como un “hombre increíblemente digno, atento, elocuente y un padre maravilloso. Decía que si veías a esas niñas te das cuenta que son apreciadas. Es una situación imposible para todos los involucrados, pero él vivirá con su decisión por el resto de su vida “.
Ndiaye comentó para The Guardian que, ha sido sostenido por su fe como musulmán. El Corán le dice que sea fuerte, honorable, digno y paciente frente a las dificultades.
Su esposa tuvo que regresar a Darkar y él ha perdido su trabajo como gerente de proyectos en turismo después de conseguir un permiso para quedarse en Reino Unido. Ndiaye y sus hijas fueron trasladadas a Gardiff, la capital de Gales para continuar con este caso.
“Puse todo en espera. Puse toda mi energía en cuidar a las niñas y hacerlas felices.
Sé que habrá un momento en que tendrán que irse. Pero en este punto están luchando, y también me están dando una razón para vivir. Necesito saber que les di todo lo que pude. Soy un hombre afortunado de ser parte de este viaje que aún no concluye y no sé cómo va a terminar”, finalizó Ndiaye.