NUEVA DELHI – La India quedó de algún modo como la mala de la película en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26). La acusan de resistirse a los recortes al consumo del carbón aun cuando su capital, Nueva Delhi, está rodeada por aire tóxico. El crimen que supuestamente cometió el país en Glasgow fue unirse a China para insistir en un cambio de último minuto a la declaración final de la Conferencia, para que diga que los países se comprometen a «reducir gradualmente» en vez de a «eliminar gradualmente» el uso de carbón. Por eso, la India —cuyas emisiones de dióxido de carbono per cápita son una fracción de las de los mayores emisores del mundo— fue muy criticada por obstruir la lucha mundial contra el cambio climático.
Lo irónico es que el impacto de la India sobre la intensificación del efecto invernadero en el planeta fue mucho menor al de China o los países desarrollados de Occidente. Es cierto, el país es un gran consumidor de carbón y obtiene aproximadamente el 70 % de su energía a partir de él, pero incluso en 2015 al menos un cuarto de la población india no podía dar por sentado algo que casi todos tienen en los países desarrollados: activar un interruptor en la pared y que se encienda la luz.
Peor aún, los indios están entre los más afectados por el cambio climático: periódicamente sufren inundaciones devastadoras y sequías fuera de temporada, además de ahogarse en aire contaminado. Delhi es el arquetipo de la pésima calidad del aire, que varía entre «mala» y «peligrosa» gran parte del año. Entre las causas se cuentan las emisiones de partículas finas PM2,5 que emiten las plantas de energía de carbón, los gases del intenso tráfico, la contaminación industrial y la quema de rastrojos por los agricultores en los estados vecinos, todo combinado con la niebla invernal.
Pero dado el papel tradicional de la India como vocera de los países en vías de desarrollo, se convirtió en la cara visible del cambio de último minuto en la redacción en la COP26. El texto «reducción progresiva» para el consumo del carbón ya había aparecido en un acuerdo climático bilateral que firmaron antes EE. UU. y China durante la Conferencia. Sin embargo, la India quedó en el centro del oprobio mundial.
La India no merece ser el chivo expiatorio. En primer lugar, el país aloja al 17 % de la población mundial, pero solo genera el 7 % de las emisiones de CO2. (China, con el 18,5 % de la gente del mundo, genera el 27 % de las emisiones y EE. UU., con menos del 5 % de la población mundial, es responsable por el 15 %). Mientras que Occidente está plagado de consumo derrochador y uso insostenible de la energía, la mayoría de los indios viven casi en el nivel de subsistencia y muchos carecen de electricidad. Pretender que la India cumpla las metas que promueven actualmente los países ricos es injusto y poco práctico.
El desarrollo económico, indispensable para que millones de indios puedan salir de la pobreza, requiere electricidad. El carbón puede ser contaminante, pero cambiar rápidamente a alternativas más limpias que requieren un cambio de escala no es factible para ningún país en vías de desarrollo.
Además, a pesar de contar con vastos recursos financieros y acceso a combustibles fósiles como el gas natural (que la India debe importar), los países occidentales no han hecho mucho para ayudar. No cumplieron sus promesas de financiamiento climático a los países pobres (principalmente los USD 100 mil millones anuales que se comprometieron a entregar en la COP15 en Copenhague en 2009) y se negaron a transferir tecnologías verdes avanzadas. Y la COP26 se centró en el uso que hacen del carbón los países en vías de desarrollo y no en el amplio uso del petróleo y el gas en Occidente.
Se prevé que las necesidades energéticas de la India aumentarán más rápidamente que las de cualquier otro país en las próximas dos décadas. Desde la COP21 en París en 2015, la India anunció ambiciosos planes para ampliar su producción y uso de energías renovables, que actualmente solo representa el 18 % de su generación eléctrica. Y en la COP26, la India complementó su compromiso explícito de reducir el uso del carbón con la promesa de lograr emisiones netas nulas para 2070.
La India también actualizó sus contribuciones determinadas por el país, que debe cumplir para 2030. El compromiso actual del país es aumentar su capacidad de producción de energía renovable a 500 gigavatios y cubrir el 50 % de sus necesidades energéticas a partir de fuentes no relacionadas con los combustibles fósiles. Además, la India procura reducir sus emisiones de CO2 en 1000 millones de toneladas y disminuir la intensidad de sus emisiones (las emisiones por unidad de crecimiento económico) un 45 % respecto de sus niveles de 2005.
De momento, no hay alternativas viables al carbón. La India ha sido bendecida con abundante sol y se convirtió en entusiasta de la energía solar. Planea generar 40 GW de energías verdes con instalaciones solares en techos para 2022, pero hasta el momento apenas logró cumplir el 20 % de ese objetivo. No es posible generar grandes cantidades de energía solar de la noche a la mañana y el almacenamiento en baterías sigue siendo caro. En la India aún no hay tecnologías y plantas de hidrógeno verde. La energía eólica es minúscula y el país carece de reservas significativas de gas y petróleo. La energía nuclear representa menos del 2 % de la electricidad en la India y las plantas nucleares enfrentan una oposición continua por parte de los residentes de las áreas circundantes.
Es por ello que el desempeño de la India en las emisiones de gases de efecto invernadero empeorará antes de que pueda mejorar. Según un estudio de BP, la participación de la India en las emisiones mundiales aumentará hasta el 14 % en 2040. Para ese entonces el carbón representará el 48 % del consumo primario de energía del país y las energías renovables, solo el 16 %. Y debido a lo mucho que la India depende de la agricultura —en la que participan casi dos tercios de su población— y a la gran cantidad de ganado que posee, el país no firmó el acuerdo mundial anunciado en la COP26 para reducir las emisiones de metano.
Por supuesto, reducir las emisiones no es la única manera de combatir el cambio climático. La India planea forestar un tercio de su superficie terrestre y plantar suficientes árboles para 2030, para absorber entre 2500 millones y 3000 millones de toneladas de CO2 de la atmósfera. Ya comenzó, con un aumento de la cobertura forestal del 5,2 % entre 2001 y 2019, aunque los avances fueron dispares (el noreste perdió cobertura mientras el sur mejora visiblemente).
De todas formas, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático dice que lo mínimo necesario para limitar el calentamiento global a 1,5º C por sobre los niveles preindustriales es lograr emisiones netas nulas para 2050. Los investigadores de Climate Action Tracker calculan que —según los objetivos climáticos actuales de los países para 2030— el mundo va rumbo a un aumento de la temperatura de 2,4º C para 2100. Algunos científicos advierten que el calentamiento global podría superar los 4º C.
Si esto ocurre, las olas de calor, sequías, inundaciones y elevación del nivel del mar resultantes causarían pérdidas devastadoras de vidas humanas, la extinción masiva de especies animales y vegetales, y daños irreversibles a nuestro ecosistema. La India sería una de las principales víctimas de esa calamidad. El país hará, por lo tanto, esfuerzos de buena fe para evitar un desastre climático… pero solo en la medida de lo posible.
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