SAN JOSÉ – Costa Rica celebra este año el bicentenario de su independencia. Es una oportunidad para honrar a nuestros ancestros y pensar en nuestros descendientes. Invitamos al mundo a celebrarla con nosotros. Quienes no puedan visitamos en persona pueden unirse a la celebración protegiendo el suelo y los océanos de la Tierra, fuente de toda la vida.
Específicamente, los gobiernos, empresas, comunidades y personas deberán asumir el compromiso de conservar al menos el 30 % del suelo y los océanos del planeta para 2030. Los científicos determinaron que el objetivo «30×30» es el nivel mínimo de conservación necesario para evitar una pérdida catastrófica de naturaleza y poner freno al cambio climático.
Pero el 30×30 no se logrará automáticamente, requiere tiempo, atención y dinero. Los economistas estiman que para lograr este objetivo —conservando intactas las áreas salvajes más importantes del mundo y recuperando hábitats degradados fundamentales— es necesario menos de un tercio del monto que los gobiernos gastan en subsidiar actividades que destruyen la naturaleza. Es alentador que 9 importantes organizaciones filantrópicas comprometieron USD 5 mil millones para el objetivo 30×30 en la mayor donación de la historia para la naturaleza.
Ahora otros deben seguir su ejemplo. Desde 1970 perdimos el 60 % de las poblaciones de vida salvaje terrestre y casi un tercio de la población de peces del mundo es explotada a un nivel insostenible. La destrucción de áreas naturales también libera enormes cantidades de gases de efecto invernadero y contribuye al cambio climático.
Es cierto, proteger la naturaleza puede parecer muy caro, especialmente cuando los países tienen dificultades para lidiar con las secuelas de la pandemia de COVID-19; pero esa inversión representa menos del 1 % del PBI mundial (de aproximadamente USD 87 billones en 2019) y poco más de un tercio de los casi USD 2 billones del gasto militar total mundial en 2020.
Además, este monto es una fracción de lo que perderían las economías si fallan los ecosistemas clave. El Banco Mundial estimó recientemente que el colapso de tres servicios de los ecosistemas —la polinización, la provisión de alimentos gracias a la pesca marina y la producción de madera de los bosques nativos— podría reducir el PBI mundial anual en USD 2,7 billones.
Debido que no podemos depender solamente de los filántropos privados para cubrir los costos, para las inversiones mundiales necesarias hace falta la combinación de un mayor financiamiento público y privado. Todos los países deben aportar su parte y el G7 en especial debe dar el ejemplo con sólidos compromisos de financiamiento.
Los gobiernos podrían liberar recursos adicionales si discontinúan paulatinamente los subsidios que dañan a la naturaleza en vez de protegerla. Por ejemplo, los países están negociando actualmente en la Organización Mundial del Comercio la eliminación de subsidios a la pesca por USD 35 mil millones, que apoyan flotas industriales de gran tamaño y fomentaron el agotamiento de las poblaciones mundiales de peces.
Una parte sustancial de los fondos que necesitamos debe destinarse a los países con bajos ingresos donde reside la mayor parte de la biodiversidad del mundo. Costa Rica, por ejemplo, solo tiene el 0,03 % de la masa terrestre, pero se estima que en ella vive un 5 % de la biodiversidad del mundo. Además se deben destinar fondos significativos a la protección de los derechos del suelo de los pueblos indígenas y las comunidades locales, quienes son los mejores guardianes (y los más económicos) de la naturaleza.
La naturaleza nos devolverá con creces la inversión que destinemos a ella. Los beneficios económicos de proteger al 30 % de los suelos y océanos del mundo para 2030 —entre ellos, la creación de puestos de trabajo en sectores como la silvicultura y el turismo— probablemente superarán sus costos en una proporción de al menos 5 a 1.
La economía costarricense se basa en actividades positivas para la naturaleza, como la conservación de bosques, la generación de energías renovables y la protección de la biodiversidad. Desde la década de 1980, el país detuvo y luego revirtió la pérdida de bosques mientras la economía crecía aproximadamente el 250 % en términos reales. Ahora tenemos un sistema de parques nacionales y áreas protegidas que cubre más del 26 % de nuestra superficie terrestre.
Ganar uno de los primeros premios Earthshot de la historia nos ayudará a replicar en el océano nuestro éxito en tierra. Ya hay un ambicioso proceso en curso este año para ampliar las áreas protegidas de menos del 3 % de nuestro territorio oceánico hasta aproximadamente el 30 % que prometimos en nuestra contribución determinada por el país en 2020 dentro del acuerdo climático de París. Mi meta es cumplir esta gigantesca ampliación antes de terminar mi gestión.
El 30×30 se afianza cada vez más. La Coalición de Gran Ambición por la Naturaleza y las Personas —liderada por Costa Rica, Francia y el Reino Unido— logró que más de 70 países comprometan su apoyo a este objetivo. Y el 30×30 se convirtió en parte fundamental del borrador más reciente del Marco Mundial de la Diversidad Biológica, que 196 países deben completar en el Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas (CBD COP15) en Kunming, China, en 2022.
Pero las acciones dicen más que las palabras. Los gobiernos, las empresas y la sociedad en su conjunto deben dedicar los recursos financieros necesarios para lograr el 30×30.
La naturaleza es la fuente última de toda nuestra agua dulce, alimentos, aire limpio y recursos genéticos para la medicina y la industria. Mantiene a peligrosos agentes patógenos bajo control y al carbono en el suelo, y genera empleos verdes. Es una fuente irreemplazable de creatividad humana y salud mental y espiritual.
La humanidad está inmersa en la naturaleza. Debido que somos capaces de destruirla, es nuestra responsabilidad protegerla. Tomemos ya la decisión de invertir los fondos necesarios para cumplir con esa responsabilidad antes de que sea demasiado tarde.
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