PARÍS – Según una nueva encuesta, que causó conmoción en Francia, Éric Zemmour, ensayista y presentador televisivo de ultraderecha, conseguiría el 17% de los votos si se presentara en la próxima elección presidencial. Eso lo coloca en segundo lugar, superando a Marine Le Pen, del partido ultraderechista Agrupación Nacional.
El modelo de negocios de la empresa combina la cobertura temática con comentarios y debates, en los que se simplifican cuestiones complejas y a menudo se presentan posiciones extremas. El éxito reciente de CNews y Zemmour se basa en una actitud extremista y provocadora copiada de Donald Trump. Por ejemplo, el último y muy visible exabrupto de Zemmour fue pedir la prohibición de nombres «extranjeros» como Mohammed.
Es verdad que la ultraderecha francesa lleva treinta años obsesionada con el Islam, la inmigración, los fracasos del sistema educativo y la presunta decadencia de la civilización francesa, pero la retórica extremista de Zemmour puso estos temas en primer plano. Llamarlo «extremista» no es ninguna exageración: en los últimos años, recibió dos condenas por discurso de odio e incitación a la violencia racial.
Zemmour insiste en los mismos temas incendiarios en su nuevo libro, La France n’a pas dit son dernier mot (Francia no ha dicho la última palabra). Con su confusión entre Islam e islamismo, pretende estigmatizar a la religión musulmana en su totalidad y atizar el rechazo a la inmigración. Sostiene que los inmigrantes musulmanes van a «sumergir» a los habitantes nativos de Europa, y que la «islamización de las calles» por parte de los nuevos «colonizadores» pone en riesgo la supervivencia de la nación francesa. Escribe: «Ninguna ciudad, ningún pueblito en Francia está a salvo de bandas salvajes de chechenos, kosovares, magrebíes o africanos que roban, violan, saquean, torturan y matan».
Por supuesto que Zemmour distorsiona la historia con total descaro. Asegura que el régimen pronazi de Vichy «protegió a los judíos franceses» durante la Segunda Guerra Mundial. Y como es de rigor, es agresivamente misógino y homofóbico.
El fenómeno Zemmour preocupa a los partidos políticos franceses de todo el espectro político, aunque no por las mismas razones. Inquieta a Le Pen porque espera ser la candidata que represente a la ultraderecha. El voto de protesta en Francia suele dividirse entre el apoyo a los populistas y la abstención; y esta tendencia favoreció en general al partido de Le Pen, al menos hasta la elección de 2017.
Ese año, para darle legitimidad a su candidatura presidencial, Le Pen moderó el mensaje del partido y se distanció de su fundador y anterior líder (su padre Jean‑Marie Le Pen) y de su retórica reaccionaria, racista y antisemita; al año siguiente incluso rebautizó el partido. Pero la moderación no le cayó muy bien a su base de simpatizantes, de los que una proporción significativa se pasó a Zemmour. En una encuesta publicada el 28 de septiembre, el apoyo a Le Pen rondó el 16%, una caída respecto del 28% que obtuvo en la primera vuelta de la elección presidencial de 2017.
Zemmour también inquieta al partido tradicional de centroderecha, Les Républicains. Muchos franceses conservadores que no se sentirían cómodos votando por un partido con el historial antisemita de Agrupación Nacional pueden ver en Zemmour, que es judío sefardí, un vocero aceptable de las ideas actuales de la derecha en política migratoria.
Para colmo de confusión, Zemmour también se presenta como un defensor del gaullismo, con la adopción de tres de los temas favoritos de Charles de Gaulle: la independencia nacional, la política social y la idea de una Francia cristiana. Jugando con las fronteras fluidas entre la derecha y la ultraderecha, se apropia de votos de los republicanos a los que Le Pen no puede aspirar.
Pero más allá del posible perjuicio de una candidatura de Zemmour para la derecha, también le puede resultar útil. Si Zemmour debilita a Le Pen, puede ocurrir que el retador del presidente Emmanuel Macron en la segunda vuelta de la elección termine siendo otro candidato de derecha como Xavier Bertrand (que hoy es uno de los favoritos de las encuestas de opinión). Macron tendría mucho más de qué preocuparse en un balotaje contra Bertrand, un candidato capaz de recabar un importante nivel de apoyo, incluso de votantes de izquierda y de centro que quieren evitar a toda costa la reelección del actual presidente.
A Macron también lo puede perjudicar el efecto negativo de la presencia de temas de ultraderecha en el debate general, ya que no le resultará fácil destacar los logros económicos y sociales de su gobierno, las medidas que tomó en el área de la educación y sus convicciones proeuropeas si tiene que hacer campaña contra un oponente que no para de hablar del «Islam» y de la «inmigración».
Todavía no es seguro que Zemmour se presente. Algunos analistas dudan de que consiga el necesario aval de al menos 500 alcaldes. Pero no se puede ignorar el hecho de que un 17% de los franceses apoyan su candidatura. Es evidente que una proporción significativa de la población está desilusionada con la camada actual de las élites políticas.
Cualquiera sea su decisión, Zemmour, CNews y otros medios de derecha lograron cambiar el debate y obligar a todos los candidatos a enfocarse en la inmigración y el delito. Macron también tuvo que amoldarse, como muestra su decisión de imponer estrictas restricciones al otorgamiento de visados a marroquíes, argelinos y tunecinos. Sin ser todavía candidato, Zemmour ya es una fuerza en la elección del año entrante.
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