La hipótesis de que el virus SARS-CoV-2, causante de la pandemia de Covid-19, escapó del laboratorio del Instituto de Virología de Wuhan, China, ha ganado fuerza en los últimos meses.
Los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido mantienen abiertas diferentes investigaciones que ayuden a despejar las dudas y presionan a las autoridades Chinas para exigir mayor claridad en el asunto y transparentar datos sobre los trabajos y experimentos que se llevan a cabo en Wuhan.
Aunque se habla de una posible fuga del virus y no una acción premeditada de China para dejarlo libre, la Organización Mundial de la Salud y diversos artículos científicos sostienen que el coronavirus no fue creado en un laboratorio y han pedido dejar de lado las teorías conspirativas.
Un artículo en Vanity Fair, firmado por la periodista de investigación Katherine Eban, recopila datos de diferentes reportes filtrados en los que se señala que, además del SARS CoV-2, en los laboratorios de Wuhan se resguardan diferentes muestras de virus modificados por científicos de China.
Mientras se investiga la responsabilidad humana en la pandemia de Covid-19, los gobiernos del mundo trabajan en conseguir vacunas para sus países y así iniciar la verdadera nueva normalidad.
Pero cuando por fin se haya estabilizado la contingencia sanitaria, quizá sea momento de volver a preguntarnos por qué se están creando y almacenando virus tan peligrosos.
La viruela sigue existiendo en almacenes
Tomó más de 100 años y millones de muertes para que el mundo pudiera declarar a la viruela como erradicada del planeta, luego de que se creó la primera vacuna; pero actualmente, dos laboratorios siguen guardando muestras a pesar de las de peticiones de organismos civiles que piden que se destruyan de una vez por todas.
VECTOR es uno de estos laboratorios. Está ubicado en Rusia y poco antes del brote mundial de Covid-19, un accidente en sus instalaciones puso en alerta a las autoridades sanitarias y revivió el debate de por qué el mundo sigue guardando enfermedades letales.
Aunque el último caso de viruela se detectó en 1977, hoy en día se estima que existen más de 500 millones de dosis de la vacuna almacenadas en todo el mundo, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), como medida preventiva ante un brote inesperado.
Tanto la OMS como autoridades sanitarias de Estados Unidos, defienden la conservación de la cepa de la viruela como un recurso para la investigación farmacéutica. Pero en los últimos 10 años, se han identificado frascos en laboratorios y almacenes abandonados en África y Estados Unidos que contenían muestras del virus, según lo detalla un artículo en The Conversation.
Estos hallazgos hace dudar sobre si la humanidad es lo suficientemente responsable para guardar estas enfermedades tan peligrosas.
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Miedo justificado
El accidente en VECTOR y los frascos de viruela abandonados no son cosa menor; mucho menos ahora que la posible fuga del virus Covid-19 de un laboratorio en Wuhan está siendo investigada nuevamente.
Además de la viruela, hay otros virus y enfermedades mortales de los que todavía se guardan muestras, como el ébola o el antrax, de los cuales la comunidad científica cataloga como posibles armas de bioterrorismo.
En ese sentido, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) señalan que el Bacillus anthracis, la bacteria que causa el ántrax, es uno de los agentes que se utilizaría con más probabilidad en un ataque biológico.
Aunque hay que destacar que el mismo CDC es una de las entidades que defiende la conservación de frascos de viruela y es en sus instalaciones en Atlanta en donde se resguardan al menos unas 350 cepas del virus, según menciona BBC.
Los CDC cuentan con varios estudios sobre bioterrorismo, los describen como un ataque biológico, o bioterrorismo, es la liberación intencional de virus, bacterias u otros gérmenes que pueden infectar o matar a las personas, los ganados o los cultivos.
Por parte de la OMS y el CDC, se indica que existen al menos seis virus mortales resguardados en diferentes laboratorios, con motivos de investigación: la viruela, el antrax, botulismo, el ébola, la peste y la tilaremia.
Todos ellos, asegura un artículo de investigación, potencialmente peligrosos si son usados por bioterroristas, como ocurrió en 2001 con los ataques de antrax en Estados Unidos.
¿La ciencia amerita correr el riesgo?
En 2014, la presión de organismos internacionales a la OMS llevaron a un análisis sobre si continuar las investigaciones con cepas de la viruela eran realmente necesarias.
El argumento principal era que si se destruían por completo todas las muestras, entonces ya no habría que preocuparse por una posible fuga del virus.
Pero se determinó, que las enfermedades pueden sobrevivir en diferentes condiciones y que la humanidad no siempre estará preparada para enfrentar una variación o mutación de un virus conocido, por lo que era importante seguir investigando más sobre la viruela para evitar alguna sorpresa.
Comités internacionales que defienden la conservación de los virus mortales explican que es muy complicado que estos escapen de las zonas en que están resguardados, ya que los laboratorios de Atlanta y Rusia están completamente asegurados y tienen protocolos muy estrictos para evitar un accidente biológico.
Mencionan también, que incluso en caso de que se dé una fuga extraordinaria, ningún país con potenciales sospechas de bioterrorismo, tiene la tecnología necesaria para poder manejarlos y reactivarlos.
Evidentemente, el asunto de los virus almacenados es un tema que siempre tendrá posturas a favor y en contra.
Quizá con la pandemia de Covid-19 y la teoría de que el virus SARS-CoV-2 escapó de un laboratorio en Wuhan, este debate vuelva a ganar fuerza, sin importar si haya ocurrido así o no.
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