El 28 de noviembre de 1940 se inauguró el Puente de Nonoalco: el primer paso vehicular elevado de la Ciudad de México. El periódico El Nacional cubrió los hechos, pues ese mismo día Henry A. Wallace, vicepresidente de Estados Unidos, entraría a la capital del país por la nueva vialidad que era vista como un símbolo de progreso.
Hay que decir que la inauguración fue más un espectáculo para impresionar al señor Wallace, que visitaba México en representación de Franklin D. Roosevelt para asistir a la toma de poder del presidente Ávila Camacho, que un evento dirigido a los vecinos de San Miguel Nonoalco.
El Puente de Nonoalco ya había sido terminado días antes, pero el gobierno mexicano decidió retrasar su apertura hasta finales de noviembre para que el invitado de honor a la toma de protesta del nuevo presidente se llevara una buena impresión del país.
Henry A. Wallace había notificado desde semanas antes que llegaría a la ciudad dos días antes de la toma de protesta de Ávila Camacho, también se sabía que llegaría en automóvil y no por tren.
Así pues, a las 6:20 de la tarde del 28 de noviembre de 1940, el vehículo del señor Wallace, que había entrado a la ciudad por la zona que hoy conocemos como Indios Verdes, fue el primero en cruzar el Puente de Nonoalco, mientras una comitiva estadounidense y decenas de vecinos de las colonias aledañas, que ya lo esperaban en el lugar, aplaudían y vitoreaban en las banquetas.
A partir de ese momento, las calles de la Ciudad de México comenzarían a elevarse y poco a poco, el Puente de Nonoalco se convirtió en un habitante silencioso que cautivó a toda una generación de artistas que vieron en él un reflejo de lo que el país quería ser, pero que no lograba.
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Las razones del Puente de Nonoalco
En los años 30, fecha en que se planeó y construyó el primer puente de la CDMX, la zona de Nonoalco Tlatelolco era un barrio en el que la pobreza era muy evidente. La gente vivía al costado de las vías de tren en casas de cartón o lámina o incluso en vagones abandonados.
A quienes mejor les iba, habitaban en pequeñas casas o en edificios coloniales adaptados como vecindades. No en todas había servicios como electricidad o drenaje. Aunque se trataba de un barrio de gente trabajadora, no era ajeno a la delincuencia, a los cabarets de mala muerte o las cantinas.
Sin embargo, San Miguel Nonalco era una gran oportunidad para expandir a la Ciudad. En el Centro ya no había espacio, además de que constantemente había problemas de infecciones por las pocas condiciones sanitarias en las que se vivía, las inundaciones en épocas de lluvia seguían presentes y los viejos edificios comenzaban a deteriorarse.
En tiempos prehispánicos, Tlatelolco había sido una ciudad espejo de Tenochtitlan. Ambas eran urbes mexicas, con la misma organización social y económica, pero con algunas marcadas diferencias. Lo que las separaba era un pequeño cuerpo de agua conocido como ‘La Lagunilla’.
No era de extrañarse pues que la urbanización alcanzara a este barrio. Con la llegada del ferrocarril a la Ciudad de México y la puesta en marcha de la estación de Buenavista, la zona de Nonalco comenzó a ser más valorada por los inversionistas.
Poco a poco, los desplazados del Centro comenzaron a habitar en los enormes patios y llanos que había. Mucho antes de la inauguración del Conjunto Urbano Nonalco Tlatelolco, ya se proyectaba el gran potencial de la zona.
El Puente de Nonoalco se construyó como una continuación hacia el norte de la Avenida de los Insurgentes, de esta manera se daba mayor libertad al paso del tren y permitía un mejor aprovechamiento del espacio.
Como dato curioso, es precisamente en Nonalco Tlatelolco en donde también se construyó el primer paso a desnivel y el primer puente peatonal de toda la Ciudad de México. Están ubicados al frente de la zona arqueológica de la actual Plaza de las Tres Culturas.
Un hito de la cultura mexicana
El Puente de Nonoalco no tuvo el impacto suficiente para explotar de inmediato el desarrollo urbano de la zona. Fue hasta la década de los 50 que con la inauguración del Conjunto Habitacional que el sueño modernista se cumpliría.
Pero en los años previos, el puente se hizo de un espacio en la cultura capitalina. Fotógrafos, cineastas y escritores de la época quedaron cautivados por la obra que para ese entonces lucía enorme e imponente.
Pronto se convirtió en protagonista de fotógrafos como Nacho López, Juan Rulfo, Gabriel Figueroa y Juan Guzmán que capturaron el choque de modernidad y pobreza que había debajo de sus pilares.
También influyó en la literatura. El Puente de Nonoalco fue escenario de muchos crímenes, pues los delincuentes solían arrojar cadáveres desde lo alto para escapar a toda velocidad. Esto inspiró muchas historias y novelas.
Entre los escritores que quedaron inspirados por el puente están Carlos Fuentes o Elena Poniatowska.
El cine también quedó impactado por la obra y los directores no dudaron en trasladar sus historias hasta la zona. Escenas emblemáticas en el Puente de Nonoalco hay muchas, quizá entre las más conocidas está la de Pedro Infante arrojándose al vacío en la película ‘Un rincón cerca del cielo’ o las de Marga López cruzando a toda prisa por las noches en la cinta ‘Del brazo y por la calle’.
Antes de la construcción de los multifamiliares o la emblemática Torre de Banobras, el Puente de Nonoalco lograba resaltar todavía más la miseria en la que vivían los vecinos.
Fotografías y películas de la época muestran las carencias que azotaban a los habitantes, que a pesar de estar a escasos minutos de la capital y colindar con la flamante estación de Buenavista, habían quedado abandonados por el progreso.
Actualmente, el Puente de Nonalco se mantiene firme, en obras de mantenimiento y a la espera del reconocimiento que se merece. Debajo de él ya no se graban películas o se toman fotos, ahora hay un estacionamiento de la policía capitalina.
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