En los años 50 y 60 era común ver a policías con canastas de pan o fruta que les daba la gente como agradecimiento por su labor.
Cartones con huevo, refrescos, sidras, botellas de vino, pequeñas despensas, calendarios, paquetes con galletas, charolas, vasos, discos y cigarros, eran algunas de las cosas que regalaban a los agentes de tránsito.
Ahora permanecen en medio de algún crucero sin que alguien les preste atención a pesar del constante pitido de su silbato.
La tradición de dar obsequios a los policías inició el 22 de diciembre de 1949. La idea fue lanzada por la Asociación Mexicana de Automovilística que consideraba al agente como “un poderoso guardián de la seguridad de los automovilistas y de los peatones”.
Esa fecha se celebraba el Día del Agente de Tránsito. Había también repartidores de refrescos y cervezas que desde temprano les entregaban parte de sus productos.
Los policías actuales reconocen que ahora la situación está muy viciada y la mayoría de la gente piensa que todos son corruptos.
Con nostalgia recuerdan a los primeros “tamarindos”, como se les llamaba en aquel tiempo. Surgieron después de la Revolución y les decían así por su uniforme color caqui.
Debido al aumento de vehículos se estableció el servicio de agentes de tráfico en la ciudad, para garantizar la seguridad de los peatones.
Como muestra de estas costumbres, en 1951 se estrenó la película A Toda Máquina, protagonizada por Pedro Infante y Luis Aguilar, dirigida por Ismael Rodríguez.
Cuenta la historia de dos agentes de tránsito que recién entraron al Escuadrón de Policías, muestra el entrenamiento del cuerpo policíaco y el trato que les da la gente de la época.
A diferencia de aquél entonces, en mayo de este año, unos asaltantes hirieron con un cuchillo a tres policías.
La jefa de gobierno capitalina, Claudia Sheinbaum, propuso agravar las penas para quien agreda a un policía, debido a que estos hechos son cada vez más frecuentes.
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