El inicio de la temporada de lluvias recuerda a los capitalinos el día en que el traslado del dios Tláloc a la Ciudad de México, llenó a la capital de una intensa tormenta. El documental La piedra ausente, narra la historia del trayecto del monolito de San Miguel Coatlinchan al Museo Nacional de Antropología.
Este pueblo, a 35.5 kilómetros de la Ciudad de México, pertenecía al Edoméx. En lo que ahora es el municipio de Texcoco. En esos años, el dios de la lluvia hizo que se enfrentaran los habitantes de la comunidad y algunos soldados del ejército cuando se lo querían llevar a la ciudad.
Tláloc es el dios de la lluvia, su nombre proviene del náhuatl tlaloctli “néctar de la tierra”. Es el dios mesoamericano del agua y la agricultura que se representa con una máscara compuesta por dos serpientes torcidas entre sí formando la nariz; sus cuerpos se enroscan alrededor de los ojos y las colas forman los bigotes.
En 1964 se decidió trasladarlo a la Ciudad de México para engalanar el recién construido Museo Nacional de Antropología e Historia. “Nuestros antepasados, celosos de su religión, llevaron a Tláloc a esconder en el monte, cuando la llegada de los españoles a quienes destruían todo lo relacionado con la vieja cultura. Aunque pesaba mucho, para ellos no había imposibles, pues eran de una raza muy fuerte. Lo enterraron completamente, pero al paso de los años, la gente que iba al monte empezó a descubrirla, rascaron hasta que quedó a flote”, cuentan algunos de los habitantes de la comunidad.
Le llamaban la piedra de los Tecomates, por “tener huecos en forma de jícaras a la mitad de la panza”, éstos se llenaban de agua en temporadas de lluvia. Y había quienes decían que estas aguas tenían poderes curativos.
Si los huecos estaban húmedos, sin que fuera temporada de lluvias era señal de que pronto llovería. En los meses de marzo y abril, los campesinos ponían maíz en las jícaras para pedirle al dios buenas cosechas.
También decían que cerca de ahí brotaba un manantial, de cuyas aguas salía una sirena. Las familias convivían bañándose en el riachuelo, el día de la Santa Cruz pasaban a visitarlo.
Un día llegaron representantes del gobierno a platicar con los delegados del pueblo y maestros, para llevarse el monolito a la ciudad. Aunque la comunidad no estaba muy de acuerdo, llegaron a un arreglo.
Después hicieron el camino sobre la carretera hacia la cañada del agua para desenterrar el monolito. Lo amarraron con cables de metal a una estructura para sostenerlo y luego colocarlo en una plataforma.
Fue entonces cuando renacieron también algunas leyendas, decían que “si lo tocaban se volverían piedra”, “no lo muevan, es el tapón del mar”, comentaban los pobladores. Un maestro acompañado de unos jóvenes que no estaban de acuerdo con el traslado, descolgaron al monolito del tripié y arrojaron nopales y piedras sobre los ingenieros.
Hombres, mujeres y niños salieron con machetes y piedras para bloquear el paso a los vehículos y la carretera. No dejaban pasar a nadie.
Al otro día llegaron soldados para proteger el traslado. A las tres de la mañana del 16 de abril de 1964, el monolito de siete metros de alto y 167 toneladas de peso, fue arrastrado por dos cabezas de tráilers y escoltado por militares, policías, arqueólogos y arquitectos.
Con una velocidad de cinco kilómetros por hora, tomaron un tramo de la carretera a Puebla y siguieron por la avenida Ignacio Zaragoza. Al paso por las grandes avenidas, los técnicos apoyados por bomberos tuvieron que cortar, momentáneamente, los cables de la luz y el teléfono.
En la noche se detuvieron en San Lázaro para continuar la marcha por Reforma. Fue en ese momento, a las 20:40 cuando comenzó a caer una intensa tormenta que inundó varias zonas de la capital.
Esto fue atribuido a los poderes del dios. Pero a pesar del clima, Tláloc pasó por la Catedral y hacia Reforma para llegar hasta Chapultepec, donde se encuentra actualmente.
Este es el video:
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