Si el presidente ruso Vladimir Putin gana su guerra de agresión en Ucrania, sus próximos objetivos podrían ser Polonia y los países bálticos. Para evitarlo, los países de la OTAN deberían enviar tropas no combatientes a Ucrania, lanzando así una clara advertencia al Kremlin y permitiendo a las fuerzas ucranianas centrarse en la lucha.
ODESA – El 6 de junio se cumple el 80 aniversario del Día D, cuando los Aliados de la Segunda Guerra Mundial irrumpieron en las playas de Normandía. Mientras los líderes occidentales conmemoran el acontecimiento que condujo a la liberación de Europa del fascismo, deberían tener presente que sólo cinco años antes, el socialista francés y futuro político fascista Marcel Déat argumentó que las tropas francesas no debían defender a Polonia contra la Alemania nazi. “Luchar al lado de nuestros amigos polacos, por la defensa común de nuestros territorios, nuestros bienes y nuestras libertades, es una perspectiva que podemos contemplar valientemente, si se trata de contribuir al mantenimiento de la paz”, escribió en mayo de 1939. “Pero morir por Danzig, ¡no!”.
Hoy en día, muchos temen que si el presidente ruso Vladimir Putin gana su guerra de agresión contra Ucrania, países como Polonia y los Estados bálticos serán sus próximos objetivos. Algunos incluso sugieren que, en lugar de esperar a que las fuerzas rusas lleguen a sus fronteras, estos países deberían enviar tropas preventivamente a Ucrania para obligar a Rusia a retirarse de todo el territorio ucraniano y mantener a Putin a raya.
Aunque tales sentimientos aún no son comunes en Occidente, algunos líderes occidentales son cada vez más conscientes de la necesidad de actuar con rapidez. Como dijo el presidente francés Emmanuel Macron en un discurso en Dresde en mayo de 2024, “Rusia estará aquí mañana, [o] pasado mañana”. La implicación era que es más fácil luchar contra las fuerzas rusas en suelo ucraniano, con el ejército de Ucrania soportando el peso de la lucha, de lo que sería enfrentarse al ejército de Putin en territorio de la OTAN.
La próxima cumbre de paz sobre Ucrania que se celebrará en Suiza los días 15 y 16 de junio, así como la reunión del 75 aniversario de la OTAN que tendrá lugar en Washington en julio, podrían hacer que Putin se mostrara más dispuesto a considerar un alto el fuego. Pero los aliados occidentales de Ucrania no deberían obligar al presidente Volodymyr Zelensky a negociar con un líder tan poco fiable como Putin. En lugar de ello, deberían centrarse en reforzar la posición de Ucrania, garantizando que el país alcance la paz y la seguridad que merece.
El tiempo corre en contra de Ucrania, y no sólo militarmente. Con los apagones de este verano como presagio de un invierno apocalíptico para los ucranianos, la supervivencia del país está en juego. Dada su desesperada situación, el ingreso en la OTAN sería la mejor garantía de seguridad para Ucrania.
Sin embargo, dado que Ucrania no será invitada a unirse a la alianza mientras continúe la guerra, los países de la OTAN deberían desplegar tropas sobre el territorio de Ucrania. Esto ayudaría a evitar la pérdida de más tierras ucranianas mientras el ejército de Ucrania sigue luchando para recuperar los territorios ocupados por Rusia.
Hay que hacer cinco advertencias. En primer lugar, una acción de este tipo no debe considerarse como una aceptación de los derechos de Rusia sobre cualquier parte del territorio soberano de Ucrania. En segundo lugar, este esfuerzo debería implicar a una coalición de miembros de la OTAN dispuestos a ello, y no a la alianza en su conjunto. Algunos países de la OTAN, como Estonia, Francia, Lituania y Polonia, ya han manifestado su disposición a unirse a dicha coalición, mientras que otros, como la Eslovaquia de Robert Fico y la Hungría de Viktor Orbán, están abiertamente a favor de Putin y es casi seguro que no participarían.
En tercer lugar, las fuerzas deberían desplegarse únicamente en las cuatro quintas partes del territorio ucraniano que no están ocupadas, concretamente en las 20 regiones administrativas (oblasts) nunca reclamadas por Rusia. Aunque la anexión rusa de Luhansk, Donetsk, Zaporizhzhia y Kherson es ilegal, esta estrategia evitaría dar crédito a la absurda afirmación del Kremlin de que la OTAN supone una amenaza para “su” territorio.
En cuarto lugar, los países de la OTAN no deberían desplegar tropas de combate, sino personal cuyas funciones incluirían el adiestramiento, que actualmente se realiza en el extranjero de forma costosa y complicada desde el punto de vista logístico, así como la limpieza de campos de minas y el mantenimiento de equipos, liberando así a las tropas ucranianas para el combate real. Este enfoque ya ha sido sugerido por algunos de los aliados de Ucrania, como Francia, mientras que otros países podrían proporcionar discretamente un apoyo similar.
Por último, si las fuerzas rusas atacan a tropas extranjeras en Ucrania -el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, ya ha dicho que los instructores militares son un “objetivo legítimo” para Rusia-, deberían esperar represalias inmediatas. Los países afectados deberían permitir que las armas que entregaron a Ucrania intercepten misiles y aviones entrantes, tanto en Ucrania como en territorio ruso, y apunten a las instalaciones de producción de armas de Rusia, incluso bien dentro del país. Aunque muchos países de la OTAN han aceptado que tales acciones constituirían legítima defensa, algunos han impuesto condiciones estrictas. Estados Unidos, por ejemplo, fue el que más dudó y luego insistió en que sólo se podría apuntar al territorio ruso para defender Kharkiv.
De manera crucial, nuestra propuesta no implica que los amigos de Ucrania se fijen una línea roja rígida que les dejaría un margen de maniobra limitado. Por el contrario, la consideramos un requisito previo y una clara advertencia a Putin: no ataques a ningún personal extranjero, militar o civil, en territorio soberano de Ucrania.
Si nuestra propuesta se considera una provocación o una escalada, que así sea. Desde 2014, Putin ha hecho todo lo posible para provocar a la OTAN a un conflicto, y la propaganda del Kremlin ya ha declarado la guerra al “Occidente colectivo.” Como dijo la difunta primera ministra británica Margaret Thatcher al entonces presidente estadounidense George H. W. Bush al comienzo de la Guerra del Golfo de 1990-91: “No es momento de vacilar.”
En última instancia, estamos de acuerdo con la Primer Ministra estonia Kaja Kallas, que recientemente afirmó que si Rusia quiere atacar, lo hará, independientemente de las acciones de la OTAN. En consecuencia, es hora de dejar de preguntarse qué pasa por la cabeza de Putin y empezar a hacerle temer una posible respuesta occidental. Se lo debemos al pueblo ucraniano y a las generaciones futuras para poner fin a la guerra de agresión de Rusia donde empezó.
Hay que hacer cinco advertencias. En primer lugar, una acción de este tipo no debe considerarse como una aceptación de los derechos de Rusia sobre cualquier parte del territorio soberano de Ucrania. En segundo lugar, este esfuerzo debería implicar a una coalición de miembros de la OTAN dispuestos a ello, y no a la alianza en su conjunto. Algunos países de la OTAN, como Estonia, Francia, Lituania y Polonia, ya han manifestado su disposición a unirse a dicha coalición, mientras que otros, como la Eslovaquia de Robert Fico y la Hungría de Viktor Orbán, están abiertamente a favor de Putin y es casi seguro que no participarían.
En tercer lugar, las fuerzas deberían desplegarse únicamente en las cuatro quintas partes del territorio ucraniano que no están ocupadas, concretamente en las 20 regiones administrativas (oblasts) nunca reclamadas por Rusia. Aunque la anexión rusa de Luhansk, Donetsk, Zaporizhzhia y Kherson es ilegal, esta estrategia evitaría dar crédito a la absurda afirmación del Kremlin de que la OTAN supone una amenaza para “su” territorio.
En cuarto lugar, los países de la OTAN no deberían desplegar tropas de combate, sino personal cuyas funciones incluirían el adiestramiento, que actualmente se realiza en el extranjero de forma costosa y complicada desde el punto de vista logístico, así como la limpieza de campos de minas y el mantenimiento de equipos, liberando así a las tropas ucranianas para el combate real. Este enfoque ya ha sido sugerido por algunos de los aliados de Ucrania, como Francia, mientras que otros países podrían proporcionar discretamente un apoyo similar.
Por último, si las fuerzas rusas atacan a tropas extranjeras en Ucrania -el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, ya ha dicho que los instructores militares son un “objetivo legítimo” para Rusia-, deberían esperar represalias inmediatas. Los países afectados deberían permitir que las armas que entregaron a Ucrania intercepten misiles y aviones entrantes, tanto en Ucrania como en territorio ruso, y apunten a las instalaciones de producción de armas de Rusia, incluso bien dentro del país. Aunque muchos países de la OTAN han aceptado que tales acciones constituirían legítima defensa, algunos han impuesto condiciones estrictas. Estados Unidos, por ejemplo, fue el que más dudó y luego insistió en que sólo se podría apuntar al territorio ruso para defender Kharkiv.
De manera crucial, nuestra propuesta no implica que los amigos de Ucrania se fijen una línea roja rígida que les dejaría un margen de maniobra limitado. Por el contrario, la consideramos un requisito previo y una clara advertencia a Putin: no ataques a ningún personal extranjero, militar o civil, en territorio soberano de Ucrania.
Si nuestra propuesta se considera una provocación o una escalada, que así sea. Desde 2014, Putin ha hecho todo lo posible para provocar a la OTAN a un conflicto, y la propaganda del Kremlin ya ha declarado la guerra al “Occidente colectivo.” Como dijo la difunta primera ministra británica Margaret Thatcher al entonces presidente estadounidense George H. W. Bush al comienzo de la Guerra del Golfo de 1990-91: “No es momento de vacilar.”
En última instancia, estamos de acuerdo con la Primer Ministra estonia Kaja Kallas, que recientemente afirmó que si Rusia quiere atacar, lo hará, independientemente de las acciones de la OTAN. En consecuencia, es hora de dejar de preguntarse qué pasa por la cabeza de Putin y empezar a hacerle temer una posible respuesta occidental. Se lo debemos al pueblo ucraniano y a las generaciones futuras para poner fin a la guerra de agresión de Rusia donde empezó.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/why-nato-countries-should-deploy-troops-to-ukraine-by-anna-husarska-and-mykola-viknianskiy-2024-06/spanish