Autores: PEPE ZHANG y OTAVIANO CANUTO
WASHINGTON, DC – La economía mundial sigue acosada por desafíos, desde las tensas condiciones monetarias, financieras y fiscales hasta los efectos de la guerra en Ucrania. Estos vientos en contra están impidiendo el crecimiento mundial -que se espera que se ralentice hasta el 3% este año, frente al 3,5% en 2022- y dañando vidas y medios de subsistencia, con un aumento de la pobreza y la inseguridad alimentaria, especialmente en los países en desarrollo. América Latina y el Caribe (ALC) es una región con mucho que ofrecer a la hora de abordar los complejos y superpuestos retos a los que se enfrenta el mundo.
Para empezar, los países de ALC pueden ayudar a crear un mercado mundial de alimentos más resistente. Ya en 2017, el Foro Económico Mundial facilitó una declaración ministerial conjunta en la que se pedía que la región se convirtiera en el “granero del mundo.” Y en la Cumbre de las Américas del año pasado, organizada por Estados Unidos, los participantes publicaron una Declaración de Productores Agrícolas que subraya el importante papel de los principales exportadores de ALC en el fortalecimiento de la seguridad alimentaria mundial.
La razón es obvia. Con una cuarta parte de la tierra cultivable del mundo y un tercio de sus recursos de agua dulce, ALC constituye ya el mayor exportador neto de alimentos entre las regiones del mundo. Lo que se necesita ahora son nuevas inversiones, especialmente en infraestructura física y digital y en agricultura resiliente al clima, mejoras tecnológicas y de competitividad continuas, y una mejor integración en las cadenas de valor regionales y mundiales.
Más allá de los alimentos, la región está bien posicionada para convertirse en líder climático mundial. Los países de ALC representan menos del 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y son pioneros en la búsqueda de una transición ecológica y justa. Por ejemplo, Costa Rica y Uruguay fueron de los primeros países del mundo en empezar a generar casi toda la electricidad nacional a partir de fuentes renovables. Incluso economías intensivas en carbono, como Colombia, están emprendiendo reformas ambiciosas para mitigar el cambio climático.
Y lo que es más importante, con dos tercios de las reservas mundiales de litio y el 40% de las de cobre -ambas esenciales para las tecnologías respetuosas con el clima-, la región tiene la clave para frenar las emisiones en todo el mundo y desempeñará un papel fundamental a la hora de garantizar que estos minerales críticos se obtengan y procesen de forma sostenible desde el punto de vista medioambiental y social. Esto explica por qué estos recursos ocupan un lugar destacado en la recientemente anunciada Agenda Global de Inversiones Unión Europea-ALC de 45.000 millones de euros (49.000 millones de dólares).
Los países de ALC también tienen un importante papel que desempeñar en la adaptación al cambio climático. Dado que el cambio climático ya está afectando a las comunidades vulnerables de la región, estos países están ofreciendo valiosas perspectivas sobre los peligros que se avecinan y sobre las virtudes y los límites de las actuales estrategias de adaptación, y están adquiriendo cada vez más influencia en los debates mundiales. Barbados ya desempeñó un papel destacado en la Cumbre de París para un Nuevo Pacto Mundial de Financiación, celebrada en junio. Además, Brasil asumirá la presidencia del G20 a finales de este año y acogerá la cumbre del clima de las Naciones Unidas (COP30) en 2025.
En términos más generales, los países de ALC están experimentando y generalizando instrumentos innovadores que vinculan la política, el clima, la naturaleza y las finanzas. El Mecanismo de Seguro contra Riesgos Catastróficos en el Caribe, creado en 2007 como el primer fondo común multinacional contra riesgos múltiples del mundo, proporciona un colchón financiero contra los fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes.
Además, en mayo, Ecuador completó el mayor canje de deuda por naturaleza de la historia, generando 323 millones de dólares de ahorro para financiar proyectos de conservación. Esto siguió al histórico canje de deuda por naturaleza de Belice en 2021, ampliamente aclamado como modelo de éxito para posteriores conversiones.
El año pasado, Chile y Uruguay emitieron los bonos soberanos vinculados a la sostenibilidad más importantes del mundo. Además, Colombia se convirtió en el primer país del hemisferio occidental en adoptar una taxonomía verde nacional, una herramienta de clasificación que permite a prestamistas y prestatarios identificar las actividades económicas que contribuyen a los objetivos medioambientales. Este año, México dio a conocer su propia taxonomía sostenible, que abarca tanto objetivos medioambientales como sociales.
Los países de ALC también están aportando su experiencia a otros debates políticos mundiales de vital importancia. Pensemos en la inflación, un problema frecuente en la región. En los dos últimos años, muchos bancos centrales de ALC han subido los tipos de interés más rápida y agresivamente que sus homólogos de las economías avanzadas. La política parece haber dado sus frutos: la región, excluyendo Venezuela y Argentina, mantuvo la inflación por debajo de la media de la OCDE en 2022 (aunque hay que evitar la complacencia).
Al mismo tiempo, la región está ideando enfoques potencialmente transferibles a la migración y el desplazamiento internacionales, que siguen siendo elevados en todo el mundo como consecuencia de factores humanitarios, económicos, climáticos o de otro tipo. Por ejemplo, la integración socioeconómica de los migrantes venezolanos en las comunidades de acogida de Colombia y otros países constituye un estudio de caso útil.
Está claro que no faltan ámbitos en los que los países de ALC pueden aprovechar sus puntos fuertes para afirmar su liderazgo mundial. Pero si la región quiere aprovechar las oportunidades que se le presentan, debe prepararse mejor acelerando el progreso del desarrollo en casa.
En el frente macroeconómico, muchos países de ALC deben hacer más para avanzar y equilibrar sus objetivos de crecimiento, fiscales y de equidad. En un contexto de continuas presiones inflacionistas y de aversión al riesgo, urge adoptar políticas rigurosas y basadas en datos empíricos. En el frente microeconómico, las mejoras de la productividad y del mercado laboral son esenciales para reparar los daños causados por la pandemia del COVID-19 y aprovechar al máximo el activo más valioso de la región: el capital humano.
Una política pública sólida, una fuerte capacidad institucional y programas gubernamentales más eficaces y eficientes serán vitales para abordar estos macro y microdesafíos y garantizar el progreso socioeconómico. Una mayor integración regional también ayudaría, al apoyar la protección y el desarrollo de bienes públicos regionales y globales. Y será indispensable la colaboración con el sector privado, la sociedad civil, las organizaciones multilaterales y la comunidad internacional.
¿Puede la región alcanzar su potencial de liderazgo mundial? Esperamos que sí. Una ALC más resiliente, sostenible e inclusiva puede ayudar a construir un mundo más verde, con mayor seguridad energética y mejor alimentado, al tiempo que aporta soluciones a los retos más acuciantes de la política y la gobernanza mundiales. En este momento crítico, lo que es bueno para América Latina y el Caribe es bueno para el mundo.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/latin-america-caribbean-global-leadership-food-climate-finance-by-pepe-zhang-and-otaviano-canuto-2023-09
Lee también:
Poco probable, una recesión global