WASHINGTON, DC – Los líderes mundiales están demasiado familiarizados con los retos de la comunidad global: la pérdida de progresos en nuestra lucha contra la pobreza, una crisis climática existencial, una incipiente recuperación de la pandemia y una guerra paralizante en las fronteras de Europa. Pero bajo la superficie, una profunda desconfianza está separando silenciosamente al Norte y al Sur globales en un momento en el que necesitamos unirnos si queremos tener alguna esperanza de superar estas crisis entrelazadas.
La frustración del Sur Global es comprensible. En muchos sentidos, estos países están pagando el precio de la prosperidad de otros. Cuando deberían estar en ascenso, les preocupa que los recursos prometidos se desvíen a la reconstrucción de Ucrania; sienten que sus aspiraciones se ven limitadas porque las normas energéticas no se aplican universalmente, y les preocupa que una generación floreciente se vea encerrada en una prisión de pobreza.
Pero lo cierto es que no podemos soportar otro periodo de crecimiento intensivo en emisiones. Debemos encontrar la manera de financiar un mundo diferente, en el que la resistencia climática sea fuerte, las pandemias se puedan controlar, los alimentos abunden y la fragilidad y la pobreza sean derrotadas.
Nuestros retos no respetan líneas en un mapa y no se abordarán adecuadamente de forma fragmentaria. Nos afectan a todos, pero sentimos los efectos de forma diferente. En el Norte Global, el cambio climático significa reducción de emisiones, pero en el Sur Global es una cuestión de supervivencia, porque los huracanes son más fuertes, las semillas resistentes al calor escasean, la sequía está destruyendo granjas y ciudades, y las inundaciones están arrasando décadas de progreso.
En medio se encuentra el Banco Mundial. Aunque se cuestiona su relevancia, el mundo espera que esta institución de 78 años aporte soluciones a gran escala. Para ello, el Banco debe adoptar una nueva visión y misión que estén a la altura de nuestras aspiraciones compartidas. En mi opinión, la visión del Banco Mundial es simple: crear un mundo libre de pobreza en un planeta habitable.
Pero esa visión se ve amenazada por estas crisis entrelazadas, y nos encontramos en una carrera contra el tiempo. Esta urgencia nos motiva a escribir un nuevo manual que impulse un desarrollo significativo, que mejore la calidad de vida y el empleo de las personas.
Nuestro manual debe llegar a todos, incluidas las mujeres y los jóvenes, y el desarrollo que sustenta debe ser resistente a las crisis, como las relacionadas con el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, las pandemias y los conflictos y la fragilidad. También debe ser sostenible, proporcionando un crecimiento económico y una creación de empleo constantes, avances en sanidad y educación, una gestión fiscal y de la deuda creíbles, seguridad alimentaria y acceso a aire y agua limpios y a energía asequible.
Cualquiera que haya estudiado el Banco Mundial, como yo, sabe que es digno de admiración, por haber surgido de un conflicto para canalizar las energías de los países de la guerra a la búsqueda de la paz. Pero la historia y el legado no pueden ayudarnos ahora, nuestra legitimidad debe ganarse día a día a través del impacto que tiene el Banco.
La próxima semana, un variado grupo de líderes de las 20 mayores economías del mundo se reunirán en la India con motivo de la Reunión de Ministros de Finanzas y Gobernadores de Bancos Centrales del G20. Entre los puntos del orden del día figurará la reforma de todos los bancos multilaterales de desarrollo bajo el paraguas de lo que llamamos la Hoja de Ruta de la Evolución.
La puesta en práctica de la hoja de ruta no puede hacerse como de costumbre; se requiere urgencia, determinación y un esfuerzo bélico. El Banco Mundial está abrazando este período de cambio.
Ya estamos trabajando para identificar nuevas eficiencias que nos permitan hacer más en menos tiempo, incentivando los resultados, no los insumos, y garantizando que nuestra atención no se limite al dinero que sale por la puerta, sino a cuántas niñas van a la escuela, cuántos puestos de trabajo se crean, cuántas toneladas de emisiones de dióxido de carbono se evitan y cuántos dólares del sector privado se movilizan.
Hemos desarrollado un plan de trabajo para rentabilizar cada dólar, preservando al mismo tiempo nuestra calificación crediticia AAA. Estamos profundizando para aumentar nuestra capacidad de préstamo, buscando formas de apalancar el capital exigible y creando nuevos mecanismos, como el capital híbrido, que podrían desbloquear recursos incalculables para obtener resultados. Estamos tratando de ampliar y hacer evolucionar la financiación en condiciones favorables para que pueda ayudar a más países de renta baja a alcanzar sus objetivos de desarrollo, al tiempo que pensamos de forma creativa en usos que incentiven la cooperación transfronteriza y aborden retos compartidos.
Pero casi todas las estimaciones dejan claro que un progreso adecuado requiere billones de dólares anuales. Así pues, estamos abriendo nuestras puertas a socios del sector privado, trabajando conjuntamente para apoyar el progreso significativo y sostenible que se nos ha escapado hasta ahora.
Movilizar los recursos necesarios para generar crecimiento y empleo, que sabemos que es la mejor manera de reducir la pobreza, es una ardua tarea que pondrá a prueba nuestra sinceridad y capacidad compartidas. Afortunadamente, nuestra institución está diseñada para afrontar retos difíciles. Pero, aunque nos hemos comprometido a construir un Banco mejor, con el tiempo necesitaremos un Banco más grande.
El Banco Mundial no es más que un instrumento que refleja en última instancia la ambición de aquellos de cuya generosidad depende, y el progreso que aspiramos a lograr tiene un coste. Pero si hay sabiduría en nuestros orígenes, es que los retos monumentales requieren una respuesta unificada y a escala.
El desarrollo retrasado es desarrollo negado, y por eso debemos superar los efectos del multilateralismo ineficiente, la competencia geopolítica y la desconfianza que se ha generalizado en todo el Sur Global. El Banco Mundial debe ser un refugio contra estas fuerzas, un santuario para la cooperación, la colaboración y la creatividad. Si somos capaces de construir ese Banco, podremos hacer grandes cosas juntos. Podemos erradicar la pobreza en un planeta habitable.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/new-vision-for-world-bank-by-ajay-banga-2023-07
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