Las comunidades de la sierra mixe de Oaxaca se protegen a sí mismas con su propio cuerpo de guardias tradicionales: los topiles. El gobierno estatal los reconoce de manera honorífica y en algunas ocasiones les ha dado capacitación en temas de seguridad.
Sin embargo, en los últimos años, el crimen organizado penetró en las zonas mixes y estos policías comunitarios fueron rebasados por completo. Los topiles, que ayudaban a resolver, mayoritariamente, conflictos entre vecinos, ahora se enfrentan a delitos que antes parecían lejanos para las comunidades rurales.
“Se presentan nuevas formas de agresiones y delincuencia que rompen completamente con estos patrones rurales que existían, como podían ser la invasión de un terreno o que los caballos se comieran las cosechas.
Hasta hace poco tiempo, la comunidad mixe se había conservado, aparentemente, ajena al fenómeno del crimen organizado y delitos más estructurados. Hoy ya hay casos que rompen con los sistemas de gobernanza y seguridad tradicionales.“, aseguró Joaquín Galván, activista de derechos humanos en la sierra de Oaxaca.
Comunidades mixe con riesgo de no poderse defender por sí mismas
Los topiles, señala el activista, no están preparados para hacer frente a casos de homicidio, narcomenudeo, feminicidio o tráfico de personas que ya son comunes en las regiones mixes.
Explica que, en el pasado, los topiles fueron modelo de seguridad que funcionó por el estilo de vida tranquilo que había en los pueblos, pero hoy no pueden hacer nada ante la penetración de una delincuencia más estructurada y mejor armada de la que pueden enfrentar.
Esto, menciona Joaquín Galván, genera la necesidad de que cuerpos de la Secretaría de Seguridad Pública o los militares ingresen a las comunidades indígenas, lo que altera todavía más el estilo de vida tradicional acostumbrado en la región:
“La sierra mixe atraviesa situaciones que ponen en riesgo a la población y que cuestionan a los mismos modelos de gobernanza comunitaria, porque mucha de la estructura de la organización de los pueblos son sistemas formativos internos tradicionales que no han podido actualizarse a nuevos fenómenos positivos, como tecnológicos o ideológicos y también negativos, como es el caso de la violencia que hay en el exterior”.
El activista agrega que los crímenes violentos, que son considerados, hasta cierto punto, ‘normales’ en las zonas urbanas, se presentan como situaciones prácticamente nuevas en las comunidades rurales más alejadas:
“Hay crímenes que aún no se habían visto y que, para las comunidades, no se está preparado del todo. Recientemente, empezamos a ver casos de feminicidios, en San Juan Socotzon Mixe mataron a tres mujeres indígenas en un mismo momento y lugar.
Estamos ante casos de ejecuciones con aparente móvil del crimen organizado y también el tema de los migrantes asesinados en Phoenix, Arizona. Eso mostró que hay toda una red que opera el tráfico de personas, algo que en un primer momento parecía lejano”.
La patrulla más cercana puede tardar hasta ocho horas en llegar
Joaquín Galván comenta que algunos sectores de las comunidades mixes están dispuestas a ser más abiertas con los cuerpos de seguridad del gobierno, pero al mismo tiempo hay algunos otros que tienen miedo a que la misma autoridad le haga daño a su gente:
“Es muy complicado porque no los ven bien. Hay una gran una desconfianza hacia esos cuerpos policiacos por antecedentes de corrupción y por el temor de que estos policías externos se vuelvan victimarios de las personas
Hay un choque en la forma en la que el estado y las comunidades se relacionan, por eso deben ponerse de acuerdo para crear mecanismos no tan invasivos”.
Señala que, actualmente, no cuentan con un apoyo eficiente de parte de la policía estatal debido a que ni siquiera existen mecanismos que les permitan contar con ellos ante una emergencia:
“Para toda la región mixe hay una sola patrulla estatal. Ni siquiera está en la sierra, está en el Valle de Oaxaca, específicamente en Tanivet, que pertenece a Tlacolula.
Entonces, hay una sola patrulla para fenómenos que pueden acontecer en casi más de 32 comunidades mixes, con una distancia de hasta ocho horas entre cada una. Es una situación bastante complicada.
La realidad es que las comunidades, lo único con lo que cuentan, es con sus topiles para afrontar el tema de seguridad. Para los nuevos delitos que hay en las comunidades ya hasta puede parecer anacrónico el uso de estos elementos de seguridad tradicional”.
El activista concluye con una reflexión en la que asegura que es necesaria la colaboración entre comunidades y aún están a tiempo para lograr volver a la paz que caracterizaba a la región:
“Es importante dejar de aparentar que no sucede nada, es importante la unión de los pueblos tanto de manera interna como entre comunidades, es importante dejar el individualismo, el localismo para poder organizarse y actuar, generar resistencia y lograr desplazar a esas células delictivas que germinan en distintas zonas de la región, aún se está a tiempo, ejemplos como la organización de los pueblos en Michoacán lo han demostrado”.
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