NUEVA DELHI – La humanidad enfrenta actualmente varias crisis existenciales interrelacionadas. Las consecuencias catastróficas del cambio climático, la degradación ecológica y la pérdida de biodiversidad tienen efectos colaterales que se van acumulando sobre la salud y el bienestar humanos. Como quedó en claro con la pandemia de la COVID-19, los daños al ecosistema pueden intensificar significativamente las emergencias de salud pública, pero los científicos están confirmando cada vez más que la restauración ecológica —mediante la reversión de las amenazas al suelo, la biodiversidad, el agua y otros servicios de los ecosistemas— puede generar grandes beneficios para la salud.
El surgimiento y la difusión de enfermedades zoonóticas como la COVID-19 están estrechamente vinculados con la salud de los ecosistemas. Por ejemplo, el 75 % de las enfermedades infecciosas emergentes son zoonóticas, están causada por el uso insostenible de los recursos naturales, la producción industrializada de animales, y otros factores antropogénicos a escala industrial.
Los problemas en los ecosistemas también contribuyeron en las últimas décadas a reducir la capacidad de recuperación inmunológica y aumentar las alergias en humanos. Los efectos no se limitan a la salud física, también incluyen problemas de salud mental como el aumento de la ecoansiedad, o temor al daño ambiental por la continua degradación de los ecosistemas.
Por el contrario, restaurar los ecosistemas naturales podría ofrecer un camino hacia la reversión de algunos de los efectos del cambio climático y reducir la carga de enfermedades crónicas en el mundo, mejorando así la salud y el bienestar humanos. Un estudio reciente mostró que la restauración del suelo y la reintroducción de especies vegetales nativas llevaron a una reducción de los impactos físicos y psicológicos de ciertas enfermedades. En otro caso se vinculó la restauración ecológica de un río urbano en el noroeste de Inglaterra a beneficios psicológicos para las comunidades circundantes.
También hay evidencia de que la restauración ecológica puede proteger a la gente de los eventos climáticos extremos y las crisis de salud pública relacionadas. Finalmente, se comprobó que el uso de combustibles alternativos para cocinar, como el biogás en cocinas mejoradas —que reduce el uso de leña como combustible y contribuye a evitar la degradación de los bosques— mejoró la salud respiratoria y la alimentación de los hogares.
Ya se están implementando importantes actividades internacionales para aprovechar los beneficios de la restauración ecológica para la salud humana y del planeta. El Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas, que va desde 2021 hasta 2030, y el Programa de Neutralidad de la Degradación de la Tierra de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación alientan a los países firmantes a reconocer la importancia central de la restauración ecológica. De igual modo, la iniciativa #RecuperaciónSaludable, firmada por más de 4500 profesionales de la salud de 90 países, instó a los líderes del G20 a financiar proyectos que permitan la restauración ecológica como parte de sus paquetes de estímulo por la pandemia.
En las últimas décadas, los investigadores desarrollaron diversos modelos —entre ellos, el Mandala de la Salud, la Rueda de Necesidades Humanas Fundamentales y, más recientemente, el enfoque Una Salud— para captar la relación interconectada entre los humanos y la naturaleza. El desafío ahora es desarrollar un marco unificador que maximice la sinergia de la restauración ecológica y la salud humana. Las políticas diseñadas para atender a uno de esos temas no deben excluir al otro.
Tenemos por lo tanto que redefinir la degradación ecológica, entender sus vastos efectos sobre la salud humana y reconocer que no podemos ocuparnos de ellos sin planes de restauración ecológica estructurados y específicos para cada contexto. Para lograrlo será necesario institucionalizar y convertir la colaboración intersectorial entre científicos y profesionales de los ámbitos ecológico, médico y de la sostenibilidad en parte de la corriente dominante.
Las alianzas y el sentido de apropiación de las estructuras centrales para la gobernanza de la salud pública y la restauración de los ecosistemas serán fundamentales. En la India, por ejemplo, un esfuerzo pionero para convertir las iniciativas transdisciplinarias en parte de la corriente dominante reúne al gobierno, los científicos, y a socios y profesionales locales para mejorar el control de las enfermedades zoonóticas. Ese tipo de marco puede generar conocimiento y perspicacia valiosos para las iniciativas de colaboración en otros lugares.
La restauración ecológica es una vía clara e identificable para hacer frente a la carga mundial de enfermedades y mejorar la salud pública. Con el comienzo del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas, los responsables de las políticas deben alentar las acciones colectivas para fomentar actividades inclusivas e interdisciplinarias que demuestren los beneficios mundiales de la restauración para la salud social, física y mental. Es nuestra obligación, para con nosotros mismos y el planeta, mitigar al menos algunas de las amenazas que hemos creado.
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