LONDRES – Cuando uno ve en el mapa que Rusia se extiende a través de 11 husos horarios, le parece que está destinada a aplastar a su vecino más pequeño, Ucrania. Pero, como el mundo notó en las últimas tres semanas, la lucha no es tan despareja como probablemente el presidente ruso Vladímir Putin supuso que sería. De hecho, hay buenos motivos para creer que, al final, Rusia perderá la guerra que desató Putin.
Esto se debe a que, en términos económicos, Rusia no es para nada grande. Según el Fondo Monetario Internacional, su PBI fue de 1,7 billones de USD en 2021. Eso equivale apenas al 10 % del PBI de la Unión Europea —aproximadamente, el producto combinado de Bélgica (0,62 billones de USD) y los Países Bajos (1,1 billones de USD)—.
Con una economía tan pequeña, difícilmente Rusia esté equipada como para ganar una guerra contra un país que se defiende con uñas y dientes. Ni hablar de ocuparlo y enfrentar a insurgentes decididos durante un período prolongado. Rusia destina actualmente unos 62 000 millones de USD por año (cerca del 4 % de su PBI) a gastos militares. Eso es apenas el 8 % de lo que gasta Estados Unidos (y dista mucho de ser suficiente como para sostener una guerra intensa y prolongada).
Pero aumentar el gasto militar no es una buena opción para Rusia, porque no es un gasto económicamente productivo. Comprar tanques y aviones de combate no generará ni un rublo de producción adicional en el futuro y probablemente desplace a las inversiones productivas, como las destinadas a maquinaria. Cuanto más gaste Rusia en la guerra, más pequeña será probablemente su economía en el futuro.
Tampoco ayuda que su economía esté subdesarrollada, con una estructura que solemos encontrar en los países en vías de desarrollo. Los productos manufacturados —la maquinaria, equipos de transporte, y productos electrónicos, químicos y farmacéuticos— representan dos tercios de las importaciones rusas, mientras que las materias primas y la energía (gas y petróleo crudo) constituyen el 80 % de sus exportaciones.
Debido a que las exportaciones de productos básicos están sujetas a grandes fluctuaciones, esto deja a Rusia en una posición económicamente vulnerable. Es cierto, antes de la invasión los elevados precios de la energía y los productos básicos permitieron a Rusia acumular más de 600 000 millones de USD en reservas internacionales (en dólares estadounidenses, euros, libras esterlinas y oro) e impulsaron los ingresos presupuestarios del gobierno, pero los precios volverán a caer en algún momento y pondrán presión sobre el presupuesto ruso.
Mientras tanto, los países occidentales congelaron aproximadamente la mitad de las reservas internacionales rusas. Esto nos lleva a otra fuente de fragilidad: EE. UU. y Europa, que no son economías subdesarrolladas como la rusa, controlan el sistema financiero mundial. Por ello, las reservas que supuestamente iban a financiar la guerra de Putin se convirtieron en un pasivo.
Es cierto, el gobierno ruso podría liberar recursos para gastos militares si reduce sus erogaciones en otras áreas, pero la mayoría de los rusos vive en relativa pobreza. Después de todo, si consideramos que la población rusa es mucho mayor, su PBI per cápita es aproximadamente solo un quinto del belga y el holandés. Si Putin hunde a los rusos aún más en la pobreza para lograr sus ambiciones imperiales, el sentimiento popular podría volverse en su contra y debilitar su dictadura.
Las sanciones de Occidente ya implican una carga para el ciudadano común ruso. Y con la escasez de los productos de consumo, la inflación aumentará bruscamente y fomentará la tentación de implementar controles de precios… pero eso generaría escasez y racionamientos, una situación de la vida en la Unión Soviética que Putin no tiene interés en resucitar.
Aunque Rusia es una economía pequeña, subdesarrollada y frágil, mantiene dos importantes fuentes de poder. Las mismas exportaciones de hidrocarburos y productos básicos que dejan vulnerable al presupuesto ruso ante los cambios bruscos en los precios le otorgan un poder político significativo sobre los países importadores, varios de ellos diseminados por Europa. Si Rusia deja de enviar gas a Europa hoy, algunos países sufrirán fuertemente en el corto plazo. Por ejemplo, el gas ruso representó el 65 % de las importaciones de gas de Alemania y el 45 % de las italianas en 2020.
En un plazo más largo, sin embargo, Rusia sería quien más sufriría por ello. La guerra en Ucrania ya llevó a la UE a revelar un plan para poner fin a su dependencia del gas ruso, tanto mediante la búsqueda de nuevas fuentes de importaciones como con avances en la transición hacia las energías limpias. Con eso, la principal fuente de ingresos rusos del extranjero se reducirá drásticamente.
La segunda fuente de poder ruso es, por supuesto, el mayor arsenal nuclear del mundo. Las armas nucleares no le otorgarían la victoria en una guerra convencional, pero podrían destruir un país en un abrir y cerrar de ojos. Esto nos lleva a una pregunta aterradora: ¿qué hará Putin cuando se dé cuenta de que no puede ganar su guerra en Ucrania por medios convencionales?
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