¿La homeopatía es una ciencia o no? El debate lleva siglos abierto y todo indica a que seguirá así por muchos años más. Cada nueva generación de médicos y científicos tienen sus argumentos a favor y en contra sobre si es realmente efectiva o se trata de un peligro para los pacientes.
México fue, curiosamente, el primer país en reconocer la homeopatía como una rama de la medicina incorporada a la salud pública de manera oficial. Ocurrió en 1895 por decreto de Porfirio Díaz. Apenas dos años antes, se había inaugurado en la colonia Obrera de la Ciudad de México el Hospital Nacional Homeopático, que sigue activo hasta ahora.
Primero: qué es la homeopatía
La práctica de la homeopatía ha estado bajo el escrutinio científico desde que el médico alemán Christian Frederick Samuel Hahnemann propuso este sistema de medicina alternativa en 1796.
El principio básico de la homeopatía es que el médico encuentre patógenos similares a los que causa una enfermedad o malestar en el paciente para que se le administren en dosis pequeñas que le ayuden a combatirlo.
Ese proceso fue conceptualizado por Hahnemann como “principio de semejanza”, el cual dicta que “toda sustancia capaz de provocar determinados síntomas en una persona sana puede curar estos mismos síntomas en una persona enferma”.
La homeopatía es la contraparte de la alopatía, la cual señala que los síntomas se combate con lo contario a lo que los provocan, en este caso con medicinas y tratamientos que se oponen a la enfermedad y que son desarrollados con el método científico.
Sin embargo, con el paso de los años y de decenas de generaciones de médicos homeópatas, el principio de semejanza se quedó un poco de lado para darle cabida a otro fenómeno característico de esta práctica: los placebos.
En esencia, los placebos son cualquier cosa que hace sentir mejor al paciente, aunque estos no sea una medicina real. Por ejemplo, los más comunes son píldoras compuestas de azúcar o agua con pequeñas cantidades diluidas de un activo real.
Los placebos contra la ciencia
En una entrevista con Radio UNAM, la Dra. Rosario Sánchez Caballero, directora de la Escuela de Posgrado Homeopatía de México A.C., dijo que hay mucha desinformación detrás de los tratamientos de medicina alternativos.
Señaló que para ser homeópata en México, primero hay que cursar una carrera de medicina para saber diagnosticar una enfermedad. En el caso de los placebos, aseguró que estos no son solo agua y azúcar:
“Esto de que es placebo es mito. No es cierto, nosotros utilizamos muchísimas sustancias, de origen animal, vegetal o mineral con resultados muy buenos y positivos para curar enfermedades agudas y crónicas”.
Sin embargo, hay médicos reconocidos internacionalmente que no ocultan el uso de placebos de agua y azúcar como tratamiento para sus pacientes. Por ejemplo, Ted Kaptchuk, director del programa para Estudios sobre Placebo y el Contacto Terapéutico de la Facultad de Medicina de Harvard, es uno de los grandes defensores de este método.
De acuerdo con The New York Times, Ted Kaptchuk tiene la teoría de que las personas enfermas pueden mejorar con placebos, incluso sabiendo que se trata de medicina falsa o muy diluida. El secreto está, asegura el investigador, en la empatía del médico con el paciente.
En la página oficial del doctor Ted Katchuk se pueden encontrar varios artículos e investigaciones científicas sobre cómo los placebos pueden activar ciertas partes del cerebro que ayudan a reducir los malestares de personas enfermas.
Increíblemente, estos procedimientos y resultados son utilizados por la Administración de Medicamentos y Alimentos es la agencia del Gobierno de los Estados Unidos (FDA) para poner a prueba los nuevos medicamentos desarrollados por las farmacéuticas que buscan ser aprobados para su venta en ese país, su similar en México es la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS).
Los mayores detractores de los placebos, los científicos del Comité para la Investigación Escéptica (Committee for Skeptical Inquiry), argumentan que la homeopatía ha llegado demasiado lejos con el tipo de sustancias que pretenden vender como curas milagrosas.
Marcelo Yamashita, doctor en física, profesor del Instituto de Física Teórica (IFT) de la Unesp, Brasil y miembro del Comité para la Investigación Escéptica, escribió un artículo en el que enumera algunos de los casos documentados más surrealistas de la homeopatía:
“Existe una clase de medicamentos homeopáticos hecha con cosas llamadas “imponderables”. Son medicamentos preparados con la potenciación de la lactosa o agua a través de la exposición de esas sustancias a la luz solar, luz lunar, magnetismo, electricidad, rayos X, radiación de los teléfonos celulares, relámpagos, etc”.
Si bien, la mayoría de tiendas homeopáticas establecidas en México no suelen vender productos imponderables, hay muchos tratamientos de este tipo en sucursales no reguladas o puestos callejeros que sí las ofrecen.
También, circulan en Internet muchos blogs y artículos en donde mezclan los principios homeopáticos con conceptos de astrología y esoterismo. Esto da más argumentos a los detractores de la medicina alternativa para llamarla como una pseudociencia.
Homeopatía en el sistema educativo mexicano
De acuerdo con la página oficial del Gobierno de México, la homeopatía en nuestro país se puede datar desde 1850, con la entrada de tratamientos alternativos traídos por migrantes europeos.
Los ritos y la herbolaria para sanar enfermedades son parte de la cultura mexicana desde épocas prehispánicas y con la llegada de la homeopatía, estos se combinaron para evolucionar en la medicina tradicional que conocemos hasta hoy.
Luego del decreto de Porfirio Díaz, algunas escuelas de nivel superior comenzaron a enfocarse en la enseñanza de la homeopatía y otras ramas de la medicina alternativa.
Quizá el caso más emblemático es de la actual Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía del Instituto Politécnico Nacional (IPN), fundada en 1923 por José Vasconcelos, entonces Secretario de Educación Pública durante el periodo de Pascual Ortiz Rubio.
Entre 1923 y 1936, la escuela de homeopatía estuvo a cargo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Luego pasó a depender del IPN, en donde se imparte la licenciatura en Homeópata y Médico Cirujano Partero a cerca de 4 mil alumnos.
El director de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía del IPN señaló para un artículo en El País que si bien, sí se imparte una licenciatura de medicina con principios alopáticos, también los alumnos son capacitados en el uso de medicamentos homeopáticos complementarios que permiten a los pacientes a autocurarse.
De acuerdo con el plan de estudios de la licenciatura en Homeópata y Médico Cirujano Partero en el IPN, los primeros seis semestres de la carrera están enfocados en un tronco común de medicina, adentrándose en los tratamientos homeopáticos hasta el séptimo periodo.
Es decir, los alumnos del IPN aprenden primero a cómo diagnosticar y tratar enfermedades de manera alopática, antes de conocer sobre los tratamientos alternativos y a que estos se usan como complemento.
La mayoría de escuelas de enseñanza homeopática en México son privadas y casi todas son de posgrados. Esto significa que para poder ingresar, los alumnos deberán tener concluida y avalada una carrera en medicina.
Contrario a lo que ocurre en países como Inglaterra, Francia o España o incluso, la Organización Mundial de la Salud, que se ha pronunciado en contra de la medicina alternativa en varias ocasiones y le han retirado el financiamiento; el Gobierno de México impulsa la medicina homeopática con programas y presupuestos para el desarrollo e investigación de nuevos tratamientos.
Esto ha sido criticado por algunos sectores del sistema de salud, debido a que la evidencia internacional todavía no es suficiente para determinar que los tratamientos homeopáticos sean efectivos.
Aunque las investigaciones de Ted Kaptchuk han dado señales de que los placebos pueden ser positivos para algunos pacientes, no existe todavía ningún estudio concluyente que avale completamente los beneficios de la homeopatía frente a los medicamentos desarrollados con el método científico.
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