El 8 de julio, el gobierno japonés declaró un estado de emergencia en Tokio hasta el 22 de agosto, debido a la pandemia del COVID-19. Eso significa que los Juegos Olímpicos de Tokio (23 de julio-8 de agosto) serán objeto de limitaciones estrictas en materia de espectadores para grandes eventos.
Las nuevas restricciones sin duda son una decepción para el primer ministro japonés, Yoshihide Suga, quien se ha mostrado ávido por presentar los Juegos como un símbolo de la capacidad de Japón de superar las dificultades que ha enfrentado desde el terremoto de 2011 y el desastre nuclear de Fukushima. Ahora no habrá ovaciones estruendosas en ninguna de las carreras u otras competencias mayores. El ánimo festivo en Tokio se ha evaporado rápidamente, al igual que cualquier esperanza de impulsar la economía local.
Es verdad, un estado de emergencia en Japón es mucho más leve que los confinamientos impuestos en muchos países occidentales en los últimos 16 meses. La gente todavía puede seguir adelante con una vida casi normal de compras y comidas afuera, aunque con más restricciones en los horarios de atención de restaurantes y grandes tiendas. Pero ésta es la cuarta declaración de un estado de emergencia pandémico en Tokio desde abril de 2020, y desde la última se han agregado restricciones para servir alcohol en los restaurantes, porque se sospecha que las conversaciones en voz alta sin mascarillas son una fuente de propagación grupal del COVID-19.
Si bien el gobierno de Suga ha “requerido” a la gente que evite los viajes innecesarios y trabaje desde casa durante el estado de emergencia, esta advertencia sólo demostró ser efectiva durante la primera emergencia en abril-mayo de 2020. Desde entonces, el gobierno ha intentado diferentes estrategias. El otoño pasado, por ejemplo, alentó a la gente a viajar ofreciendo subsidios para estimular la industria del turismo. Pero, luego de un alza importante de las infecciones hacia fines de 2020, se impuso un segundo estado de emergencia, desde el 8 de enero hasta el 21 de marzo, e inmediatamente después un tercero, del 25 de abril al 20 de junio.
Este ir y venir de las declaraciones de emergencia indica una falta de voluntad o una incapacidad para aprender de episodios pasados. La experiencia japonesa, por lo tanto, está en un marcado contraste con la de Nueva York, que fue considerada un epicentro global de infecciones en la primavera de 2020. Después de mantener un semi-confinamiento extendido, la ciudad pudo hacer una reapertura gradual este año sin tener que dar marcha atrás.
Como es lógico, la población japonesa se ha vuelto cada vez más crítica del gobierno por su incapacidad para pronosticar y controlar las infecciones, y existe una creciente frustración frente al ritmo lento de la vacunación en el país. Los críticos tienen razón: la tasa de vacunación en Japón está muy rezagada respecto de la mayoría de las economías avanzadas. Al 11 de julio, Japón estaba administrando dosis a una tasa de 48 por cada 100 personas, comparado con 88 en Francia, 98 en Alemania, 100 en Estados Unidos y 119 en el Reino Unido. Las imágenes de televisión y de YouTube hoy muestran el retorno animado a una vida normal sin mascarillas en Nueva York y otras ciudades, y muchos japoneses están envidiosos.
Pero el pueblo japonés ha estado dividido entre quienes exigen una cancelación total de los Juegos Olímpicos-Paralímpicos y quienes (particularmente en la industria de la gastronomía) se oponen a las fuertes restricciones a las actividades sociales y económicas. Obviamente, el gobierno no puede satisfacer a ambas partes a la vez, de manera que ha optado por un punto intermedio: llevar a cabo los juegos sin espectadores.
En el frente económico, el consumo general ha mermado este año por las alzas intermitentes de infecciones en Tokio y el ir y venir en las declaraciones de emergencia. En abril-junio de este año, el Nikkei 225 tuvo un peor desempeño que cualquier índice bursátil de economías avanzadas importantes. Dado que una economía débil siempre afecta políticamente al partido gobernante, Suga está bajo una enorme presión para lograr una reapertura y una recuperación sólidas.
Ahora bien, para haber reanudado todo el espectro de actividades económicas y garantizado que los Juegos fueran un acontecimiento festivo, las nuevas infecciones tenían que mantenerse bajas. La única manera de lograrlo era aplicando vacunas pronto y de manera acelerada, como sucedió en Nueva York. Si bien las compras se han venido acelerando, Japón se demoró en asegurarse vacunas y las autoridades japonesas ahora han revelado que para fines de junio, el país había recibido sólo 13,7 millones de un total esperado de 40 millones de dosis de la vacuna Moderna.
Más allá de lo que pase este verano, Suga enfrentará una elección partidaria en septiembre y luego una elección general antes de que termine el mandato en octubre. Tan pronto como terminen los Juegos Olímpicos, empezarán los juegos políticos de Japón.