Entramos a una sala de computadoras donde nos esperaba atentamente un grupo de mujeres, cada una enfrente de su pantalla. Estuve ahí con estudiantes estadounidenses para un entrenamiento de un programa en línea de emprendimiento en un centro para la capacitación de mujeres en Quito, Ecuador. En el programa, organizado por Arizona State University y el Centro de Capacitación Ocupacional, las mujeres, de todas las edades, querían aprender cómo crecer sus negocios en casa, por ejemplo, de coser, panadería, entre otros. Todas tenían alguna familiaridad con las computadoras, pero como no tenían una en casa, ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que usaron una. Pasamos la mayoría de la sesión generando contraseñas y metiéndonos al internet.
De ahí, empezamos a usar la plataforma virtual, pero muchas de las participantes tenían miedo de dejar sus datos y responder a las preguntas sobre sus intereses. El espacio digital era un espacio nuevo y desconocido, y les faltaba confianza en explorar esta oportunidad.
Al final, todas lograron empezar su plan de negocio digital, pero al mismo tiempo, no sabían cuándo sería la próxima vez que podrían visitar un lugar con computadoras.
Lo mismo pasa muchas veces con niños en comunidades rurales, donde no hay acceso al internet en casa, y si existe en las escuelas es limitado. Sin tener la oportunidad de utilizar una computadora, tablet, o móvil de manera regular para localizar, extraer y usar información del internet, las habilidades digitales no se desarrollan. En el caso de México, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) de 2019, el 70.1% de la población mexicana hace uso del Internet, aunque cabe resaltar que existe una gran brecha por zona urbano-rural.
Mientras que el 76.6% de la población urbana usa el Internet, sólo el 47.7% de la población rural es usuaria. Entre los 25 programas prioritarios del presidente Andrés Manuel López Obrador se encuentra no sólo cerrar esta brecha, sino proveer de acceso al internet al 100% de los hogares mexicanos.
El acceso universal, o acceso al internet para todos, tiene un enfoque importante en la infraestructura digital, y los costos para conectarse a los servicios. Sin embargo, expandir el acceso al mundo digital va mucho más allá que la tecnología misma. Tener un verdadero acceso al internet implica también, por ejemplo, que el individuo tenga las habilidades necesarias para navegarlo, utilizar la información en maneras apropiadas, y evitar los peligros de la web oscura. Hay muchos obstáculos al verdadero acceso, incluso la habilidad de entrar y navegar en el espacio virtual, el poder leer el idioma utilizado por los buscadores, y la capacidad de evaluar la información que se encuentra. Adicionalmente, la información tiene que estar interpretada para construir conocimiento, porque información y conocimiento no son iguales.
Un elemento esencial de la política para brindar el acceso universal es la integración de la tecnología en los sistemas educativos. Los maestros, primero, necesitan entrenamiento en cómo enseñar con recursos digitales, y cómo incorporar estos recursos en sus lecciones y deberes. Hay que poner énfasis en el hecho de que en áreas rurales, e incluso en los hogares más pobres en las ciudades, los niños y maestros a menudo no tienen acceso al internet en casa, o aun en las escuelas. Las habilidades digitales—en particular, la capacidad de leer, escribir, buscar, identificar y evaluar contenido—son clave en el aprendizaje para los jóvenes. En la última década, la iniciativa One Laptop Per Child nos ha mostrado el papel central del maestro en el desarrollo de estas habilidades.
En este experimento, se supuso que con una laptop, un niño aprendería durante el proceso de explorar la tecnología y el espacio virtual. Los resultados no salieron bien y muchas investigaciones encontraron que en donde el programa había contribuido a mejorar el sistema de educación pública, existían maestros capacitados en cómo utilizar e incorporar computadoras en programas escolares.
Esa capacitación de maestros no es automática. Hay que tener políticas públicas y estrategias, a varios niveles del país, dependiendo del contexto. En Ecuador, por ejemplo, mientras que existen programas de política pública y proyectos para promover el acceso universal al internet en escuelas públicas, las mujeres en nuestro taller en Quito ya no eran estudiantes tradicionales de escuela, entonces fue necesario que una organización local, sin fines de lucro, organizara los talleres. En cuanto a las escuelas, en muchos países hay un desarrollo desigual en cómo la tecnología está incorporada. Las lecciones aprendidas del programa One Laptop Per Child incluyen la necesidad de integrar la tecnología en la formación de los maestros y su pedagogía. En escuelas con menos recursos, la política del gobierno a todos niveles debe tener en cuenta cómo la tecnología va a ser implementada, y cómo fortalecer las habilidades digitales de los usuarios – maestros y alumnos.
Los problemas de desigualdad en el acceso a la tecnología no son únicos.
Aquí en Arizona, donde vivo y enseño, las escuelas con menos recursos tampoco cuentan con computadoras ni acceso a Wi-Fi suficiente, y en casa, muchos estudiantes no han podido conectarse a clases virtuales por esta razón. Los niños en Arizona en escuelas públicas tendrían más éxito con el aprendizaje virtual si tuvieran maestros expertos en enseñar con tecnología, pero también si contaran con padres que les apoyasen desde casa.
La pandemia ilumina la urgencia de la conectividad, ya que el acceso a la información digital ahora es esencial para conectarse con oportunidades y servicios—incluso para agendar una cita para recibir la vacuna contra el COVID-19. El acceso universal va mucho más allá de la tecnología y es urgente expandirlo de manera holística.
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