La tragedia del sismo de 2017 debió servirnos de advertencia. La muerte de 19 niños y siete adultos, sepultados en el Colegio Rébsamen cuando Claudia Sheinbaum era alcaldesa de Tlalpan, debió generar las alarmas de lo que sucedería después, cuando fuera electa Jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Lo primero que hizo fue paralizar la economía de la capital del país cuando detuvo más de 100 mega obras simplemente porque sospechaba que detrás de ellas había “corrupción”. Así se perdieron 10 millones de dólares de inversión y, al final, no hubo pruebas de ninguna anomalía. Pero el daño ya estaba hecho.
Una vez que quiso empezar a enderezar el barco con el sector de la construcción, vino la pandemia. Hoy ningún constructor relevante quiere invertir en la Ciudad. Saben que las decisiones caprichosas pueden tumbar los proyectos. El mayor motor de la economía capitalina se detuvo.
Después desechó programas que funcionaron y tuvieron éxito durante el mandato de Miguel Ángel Mancera, únicamente por revancha; por tratarse de emblemas de sus predecesores. “Médico en tu casa”, por ejemplo, un programa que llevaba personal de salud a zonas pobres sin acceso a servicios médicos, recibió el interés de otras ciudades en países como Argentina, Panamá, España; Francia y Ucrania. Decidió desaparecerlo.
Contrario a su promesa de acabar una corrupción —que además no llevó a tribunales—, su propio equipo y gente cercana ha favorecido a contratistas con licitaciones “a modo”.
El caso más sonado fue la asignación a la empresa china “CRRC Zhuzhou Locomotive” de un contrato por el que la Ciudad de México pagará, durante 19 años, 37 mil 734 millones de pesos para la renovación de la Línea 1 del Metro.
Una tarea que esa compañía asiática nunca ha realizado pues carecen de experiencia en el tipo de trenes que circulan en la CDMX.
Para colmo, frente a las decisiones erradas propias y de sus colaboradores, Claudia Sheinbaum se ha negado a hablar con cualquiera que esté fuera de su círculo de favoritos. No tiene reuniones con la sociedad civil, ni con empresarios o ciudadanos en general, que desean aportar algo a la ciudad.
Su cerrazón se compara sólo con la de su jefe político, el presidente López Obrador, a quien, sin embargo, defiende a capa y espada sin importar que ella misma esté en desacuerdo con algunas de sus políticas.
Su obediencia llevó a la Ciudad de México a enfrentar de manera desastrosa la pandemia de Covid-19. Aceptó las peores recetas de Hugo López-Gatell: la ausencia de pruebas de detección, la lentitud inicial del confinamiento y la decisión de no obligar a nadie a medidas tan simples y necesarias como el uso de cubrebocas en lugares públicos.
Pese a todas estas pifias, no ha corrido a nadie en su gabinete, ni siquiera a la directora del Metro de la Línea 12, Florencia Serranía, quien el año pasado admitió que no había nombrado a nadie en la subdirección de mantenimiento porque, dijo: “yo soy la Subdirectora de Mantenimiento. El Metro tiene tantos problemas que decidí tomar esa posición doble.”
El reciente desplome en la Línea 12 del Metro fue apenas el último de varios accidentes registrados en la administración de Sheinbaum que antes nunca habían ocurrido. Basta con recordar el caso más grave: el incendio, el 9 de enero, del Puesto Central de Control I del Metro que suspendió durante días el servicio en las líneas 1, 2, 3, 4, 5 y 6.
El incendio se debió, lo admitieron todos, a falta de mantenimiento del sistema eléctrico del edificio. Pero lo más grave es que lo sabían y no actuaron.
En 2020 pidieron más dinero a la Secretaría de Hacienda porque, dijeron, las instalaciones eléctricas “han sobrepasado, por mucho, su vida útil”. Aceptaron que no les dieran el dinero.
Lo peor de todo es que ella, siendo una mujer preparada y que se precia de ser honesta, ha permitido que la corrupción se traduzca en víctimas de carne y hueso. ¿Quiénes de sus colaboradores se han enriquecido con esas y otras negligencias?.
No basta tener buenas intenciones ni poseer un doctorado para gobernar bien una ciudad tan grande como la CDMX. Este año, Claudia Sheinbaum llegará a la mitad de su gestión sin algún gran logro y con muchos errores a cuestas.
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