Dinamarca fue tendencia en redes sociales el 1 de diciembre porque los críticos del presidente Andrés Manuel López Obrador le recordaron su promesa de tener un sistema de salud “como el de Dinamarca” para cuando cumpliera dos años de gobierno, lo cual acaba de ocurrir.
En salud, México todavía no es como el país escandinavo; pero en materia de energía y cuidado al ambiente, la distancia aumentó más entre los dos:
Dinamarca anunció que terminará con todos sus contratos de exploración de gas y petróleo en el Mar del Norte para 2050, con lo cual buscar dar un paso enorme rumbo a la reducción de gases de efecto invernadero. La decisión del país es parte de un esfuerzo creciente de la Unión Europea por abandonar los combustibles fósiles.
Mientras, México construye una refinería y usa combustóleo contaminante (un hidrocarburo cuyo uso está prohibido en otros países) para producir electricidad. La CFE decidió quemar ese combustible, luego de que le fuera imposible venderlo.
Tras una votación del 3 de diciembre, el parlamento danés ha emitido una prohibición casi total para que las empresas reciban nuevas licencias en su territorio marítimo para buscar y extraer petróleo. El acuerdo también cancelará una octava ronda de permisos que estaban en planes de licitarse. Las licencias que se emitieron antes de la votación se respetarán hasta 2050.
“Somos el mayor productor de petróleo de la Unión Europea y, por lo tanto, esta decisión resonará en todo el mundo”, dijo el jueves el ministro danés del clima, Dan Jorgensen.
Pero la decisión de los países de abandonar el petróleo no es sólo por un ideal ambientalista. Prevén que la demanda de combustibles fósiles se desplomará en los próximos años.
Desde 2018, el precio del barril de petróleo no ha dejado de caer y los analistas internacionales calculan que después de la pandemia de coronavirus, el costo del crudo nunca volverá a rebasar los 50 dólares por barril.
Incluso las potencias petroleras como Arabia Saudita, previamente renuente a reformar su economía basada en el petróleo, acelera el paso rumbo a energías renovables.
En Canadá, la provincia de Alberta, una de las más ricas en ese país gracias a la producción petrolera, inició en octubre un plan de migración hacia productos menos contaminantes como la exportación de hidrógeno en lugar de gas natural.
En este momento la producción de energía eólica (a base de viento) sólo cubre el 5% de la demanda mundial. La publicación especializada The Economist calcula que para 2035 será de 25% y 50% para 2050.
También hay una razón política para esta migración: el precio del petróleo se ha desplomado y disparado 62 veces desde 1970 (más de 30% de su valor en un periodo inferior a tres meses) debido a la inestabilidad política de los mayores productores. Una guerra en Irán puede hacer que el petróleo suba de precio en México; pero una sobreproducción de Estados Unidos (como ocurre actualmente) puede desplomar el precio del barril nacional.
Por eso organizaciones de expertos como el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) han recomendado al presidente López Obrador no construir la refinería de Dos Bocas. No tiene sentido, dicen, porque el beneficio es diminuto y el costo es enorme.
En 2006 Vicente Fox dijo a Evo Morales, cuando Bolivia no quiso exportar petróleo a México: cómanse su gas. Sin inversión en energías limpias y con una costosa apuesta por los combustibles fósiles –cuando las potencias del mundo los abandonan–, parece que en el futuro será México el que le tocará consumir todo su gas.
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