Se conocieron en un puesto ambulante del barrio de La Merced en 2014. Natalia, Paulina y Karina, estudiantes de Trabajo Social en la UNAM, buscaban aprobar un proyecto al que llamaron “Lady Meche”; las demás llevaban varios años allí, mujeres anónimas que, entre la voluntad propia y la explotación sexual, comerciaban con sus cuerpos.
La Merced es uno de los lugares emblemáticos de la Ciudad de México, donde el comercio, los sonidos de la cumbia, el olor de antojitos mexicanos recién preparados y los edificios históricos coinciden con el consumo y venta de drogas, la extorsión, los asaltos, la marginación y el comercio sexual.
Éste último fue el que interesó a Natalia Martínez Payán, Paulina Flores Castro y Karina López Espinosa, quienes junto con la profesora María Elena García, emprendieron su proyecto escolar dirigido a las mujeres en situación de prostitución que se encuentran en el barrio.
Sin embargo, tras acercarse a las trabajadoras sexuales mediante un puesto ambulante de manicura y conocer sus historias, decidieron sacar a “Lady Meche” de las aulas para convertirla en una realidad.
“La mayoría de las historias que escuchamos fueron de mujeres víctimas de explotación sexual que crecieron en hogares de pobreza, machismo y violencia. Originarias de estados como Puebla, Veracruz, Morelos, Tlaxcala, a quienes hombres trajeron a la capital con la promesa de una vida diferente. Ahora, sin historial laboral ni estudios, las opciones para ejercer una actividad distinta son escasas” cuenta Natalia Martínez, una de las fundadoras.
Cinco año después de su primer encuentro, Lady Meche es una empresa social creadora de cosméticos y productos de higiene personal, naturales y artesanales, que abre un espacio laboral seguro a todas las trabajadoras sexuales del barrio de La Merced, cuyo principal objetivo es la reducción de daños, es decir, minimizar los riesgos a la salud e integridad física que enfrentan al ejercer la prostitución.
“Cuando terminamos la licenciatura, nosotras decidimos seguir de manera independiente. Ya no teníamos ninguna obligación pero seguimos con presencia en la comunidad, explicando cómo podían estar en la empresa. Decidimos buscar con Lady Meche soluciones a las problemáticas que habíamos visto y escuchado”, afirma Paulina Flores.
Una segunda oportunidad
La marca de Lady Meche se llama “Alba Malva”, nombrada así para referir a un despertar morado, color simbólico del movimiento feminista.
Su primer producto fue un bálsamo para labios. El resto de la colección son cremas, jabones, aceites, fragancias y mascarillas. Todos fabricados con materia prima de productores locales del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca.
Sin embargo, la empresa enfrenta dos dificultades: la falta de recursos económicos y la violencia que viven las mujeres inmersas en el comercio sexual.
“Trabajamos con apoyo de la Incubadora de la UNAM en Tlatelolco, pero nuestro propósito siempre ha sido establecer un laboratorio en La Merced para estar en contacto con las mujeres, pero necesitamos un financiamiento mayor para poder acondicionar un espacio que cumpla con la calidad e higiene específica”, afirma Natalia.
La falta de recursos las ha limitado para adquirir materia prima y contratar asesores financieros, de marketing y diseño. Actualmente, dedican temporadas del año a producir lotes de 200 piezas y buscan ampliar sus productos para generar más ganancias.
Lady Meche también se enfrenta a la violencia que vulnera a todas las trabajadoras en el barrio: son agredidas verbalmente, acosadas por hombres que las graban o fotografían en las calles, estigmatizas por otros comerciantes y violentadas digitalmente con comentarios misóginos en las redes sociales de la empresa.
“El riesgo siempre está presente. Hemos sido blancos de ataque por el propio estigma y machismo de otras personas. Pero eso no nos importa, creemos que las ofensas no son la realidad. Tal vez ellas tienen un pasado, pero estamos aquí para ayudar a mejorar su calidad de vida”, dice Natalia.
A pesar del ambiente de violencia, las fundadoras cuentan que muchas de las mujeres son madres solteras que trabajan para que sus hijos vivan de manera digna con todas sus necesidad cubiertas como alimento, salud, vivienda y educación.
Contrario a la creencia de que el comercio sexual les genera riquezas, ellas viven preocupadas por su situación económica. Preocupadas por los clientes. Preocupadas por sus hijos. Preocupadas por sus gastos. Preocupadas por su vida.
Entre la regulación y la desconfianza
“Cuando iniciamos en el proyecto, no teníamos conocimiento profundo de cómo viven quienes trabajan en el barrio. Pero descubrimos calles repletas de historias sobre comercio sexual. También sabemos que existe trata de personas y explotación de menores de edad”, narra Natalia.
No hay cifras concretas sobre el comercio sexual en La Merced, debido a que quienes lo ejercen de manera independiente coinciden en los mismos espacios con quienes son víctimas de trata o explotación de menores.
De acuerdo con la organización Brigada Callejera hay un promedio de tres mil 500 trabajadoras sexuales que ejercen por voluntad, aunque todas enfrentan el cobro de piso por parte de la delincuencia organizada.
Ante este panorama, en la Ciudad de México, existen seis iniciativas para reformar la Ley del Trabajo No Asalariado, que regula grupos como los boleros, organilleros, fotógrafos, vendedores de revistas pasadas y personas en situación de prostitución.
Sin embargo, las iniciativas son rechazadas debido a la propuesta de cobro de impuestos, uso del espacio público, y en el caso del comercio sexual, sometimiento a un control sanitario.
Para organizaciones que trabajan con las trabajadoras sexuales como Brigada Callejera y Unidos vs Trata, pese a tener posturas contrarias sobre la regulación de la prostitución, rechazan el pago de impuestos debido a las condiciones laborales que enfrentan las mujeres.
Lady Meche no se involucra en la parte legislativa del comercio sexual, aunque las fundadoras cuentan que el principal obstáculo es la desconfianza que tienen hacia las autoridades y la convicción de que ninguna ley puede ayudarles.
“Nuestro objetivo siempre será la reducción del daño, no apostamos por la prohibición pero tampoco queremos que el comercio sexual se decrete como un trabajo. No consideramos un fracaso si ellas deciden seguir ejerciendo. Lo que buscamos es ayudarlas y brindarles una alternativa segura para cuando lleguen a una edad adulta, sin importar la situación política del comercia sexual”, concluye Natalia.