Jalisco fue testigo de una de las hazañas más épicas de la historia de ingeniería urbana mundial, pues un mexicano logró mover 12 metros un edificio de más de mil 700 toneladas para abrir una calle.
Esta increíble historia comienza en 1947 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. El gobernador de ese entonces, José de Jesús González, comenzó un proyecto de modernización de la urbe con la ampliación y remodelación de las avenidas y calles.
Una de las más importantes para que el proyecta fuera exitoso era la avenida Juárez, pero había varios inconvenientes, el principal era que para ampliarla era necesario demoler algunas y casas y edificios por los que el trazo de esta vialidad pasaba.
En 1948 el gobierno logró expropiar la mayoría de las propiedades dentro de la ruta de la nueva Juárez, pero hubo uno que se amparó para evitar ser demolido. Se trataba del edificio de Teléfonos de México.
La compañía propietaria señalaba que la indemnización del gobierno no cubriría por completo el gasto que implicaba demoler y alzar un edificio nuevo, tanto por los costos de la construcción, así como la compra o reinstalación de todos aparatos que se usaban para operar el sistema telefónico.
Derribar, construir un edificio nuevo y hacerlo operar lo más pronto posible costaría más de 9 millones de pesos (una cifra enorme para la época) y era imperativo hacerlo lo más acelerado posible para restablecer el servicio telefónico y no dejar incomunicada a la ciudad. Por tanto esta idea se descartó y el lugar permaneció en pie.
En 1949 La avenida Juárez terminó por construirse, pero todo su esplendor, con pavimento, banquetas y luminarias nuevas, quedaba invadido por el enorme edificio justo a la mitad de la vialidad.
Fue aquí cuando apareció el ingeniero mexicano Jorge Matute Remus, quien después de estudiar el proyecto sugirió simplemente mover el edificio de más de mil 700 toneladas y más de 20 metros de altura.
En un principio nadie creía que Matute Remus hablaba en serio, pero muy confiado de sí mismo explicó el método que deberían usar y añadió que de hacerlo el costo sería de poco más de un millón de pesos y que en ningún momento se iba a cortar el servicio telefónico.
Incluso, señaló que ni siquiera debían desalojarlo, los empleados podían continuar trabajando dentro y nadie notaría el movimiento. Finalmente su idea llamó la atención del gobierno y de la compañía telefónica que accedieron a darle la oportunidad de hacerlo.
De esta manera comenzaron en mayo de 1950 los preparativos para la gran hazaña. Matute hizo construir enormes plataformas en los cimientos del edificio para ocuparlos como rieles, pues el plan era empujarlo.
Se construyeron nuevas bases para el edificio en la zona a donde sería trasladado y se reforzaron las columnas principales para evitar el colapso. Se excavó el predio de destino y ahí se hicieron obras para acoplar el edificio a su lugar definitivo.
Con ayuda de 12 enormes gatos hidráulicos se levantó el edificio y se colocó en los rieles y una vez listos, el 24 de octubre inició la gran hazaña.
A través de un altavoz Matute coordinó a cerca de 100 trabajadores que con ayuda de los gatos hidráulicos empujaban el edificio a su señal.
“¡Uno, dos, tres! gritaba Matute y los hombres empujaban el edificio ocho décimas de milímetro por cada impulso, a un ritmo acelerado lograron moverlo un centímetro cada minuto.
Los trabajadores y Matute repitieron la operación miles de veces, hasta que el 28 de octubre, cuatro días después de haber dado el primer empujo, el edificio llegó a su punto de destino, 11.8 metros adelante de donde estaba originalmente.
De no ser suficiente, Matute logró también dar un pequeño giro a la estructura para que encaja bien, para ello fue necesario usar un sistema de rodillos.
Por último, el equipo quitó los rieles, unieron los cimientos y soldaron toda la estructura. Lo que parecía una idea descabellada se logró sin mayores inconvenientes.
Los resultados fueron exitosos y el edificio continúa en pie y funcionando con normalidad en la actualidad.
Para recordar esta hazaña, en 2002 se levantó una estatua del ingeniero Jorge Matute Remus empujando el edificio en uno de los costados del mismo.