Seguramente recuerdas aquel día, 15 de abril de 2019, cuando se daba conocer que uno de los edificios mas antiguos y sagrados del mundo, la catedral de Notre Dame en París, se incendiaba.
A medida que este hecho sucedía, se proyectaban imágenes por todos los medios que describían esto como una tragedia, algo atroz, una pérdida incomparable.
Apenas se estaba controlando el fuego que estaba acabando con Notre Dame y para ese momento, varias de las personas más ricas de Francia ya estaban ofreciendo sumas elevadas de dinero para apoyar a la reconstrucción. Por ejemplo, François Henri Pinault (último propietario de Gucci y esposo de Salma Hayek) ofrecía 100 millones de euros; para no quedarse tras, la familia Arnault de Luis Vuitton daba 200 millones de euros; y así varios multimillonarios franceses se sumaban a tal grado, que, según los comunicados de prensa, ya se habían reunido 600 millones de euros.
Pero, van pasando las semanas, los meses y aquella obra gótica del siglo XII, la cual se reconstruirá dentro de cinco años (según el presidente de Francia Emmanuel Macro) no ha visto nada de los multimillonarios. Las promesas que nacieron a mediados de abril, de este año, parecieron haberse esfumado con el tiempo. “Los grandes donantes no han pagado”, dice un alto funcionario de la catedral a los periodistas. A esto añade que ha sido más las aportaciones que envían personas más humildes, gente de menor posición económica.
Pero esto, nadie lo sabe pues aquellos súper millonarios que, prometieron esas vastas cantidades de dinero, son los que han recibido el crédito y los aplausos, cuando no han dado ni un centavo.
Mientras tanto, los salarios de 150 trabajadores deben ser pagados. Las más de 300 toneladas de escombros que contienen plomo representan una amenaza tóxica, la cual debe limpiarse antes de la reconstrucción. Por ello, principalmente los niños y mujeres embarazadas, que viven cerca de la catedral, se están realizando exámenes médicos para descartar cualquier intoxicación. Pero financiar un trabajo que es cero glamour y esencial no es algo que les interese a los multimillonarios. Como dijo hace un mes el funcionario de Notre Dame, “no quieren sólo su dinero para pagar los salarios de los empleados, si no para ganarse un lugar en el cielo”.
A lo que se refiere con esa expresión, es que para los súper ricos, dar significa tomar el poder, es decir, con las aportaciones “voluntarias” de una gran suma de dinero, los multimillonarios buscan tener exclusividad en las actividades de la reconstrucción a fin de decidir en qué y para qué se usa su capital. El dinero es siempre el voto más poderoso y los super ricos lo tienen. Realmente no importa de dónde provenga el efectivo, ya que la ley francesa otorga una exagerada deducción fiscal del 66% a cualquier donación realizada.
Llámese Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, los ricos donan dinero a las grandes instituciones para asegurar su estatus social evidenciado en placas de agradecimiento y fotografías. De la misma forma, financian partidos políticos para poder disfrutar de las preferencias que el gobierno les pueda otorgar. Como dice Julia Cagé, economista de SciencesPo de París, “muchas personas que prometen donaciones a Notre Dame también se encontraban entre los que financiaron el ascenso de Macron a la presidencia”. En su reciente libro “El precio de la democracia”, Cagé calcula que 600 personas ricas en Francia donaron entre 3 y 4.5 millones de euros a la campaña electoral de Macron.
Al llegar al poder, en unos pocos meses, el nuevo presidente recortó los impuestos a los ricos, dando a sus donantes más poderosos un retorno de casi el 60,000% de su inversión, simplemente los estaba haciendo más ricos. Mientras tanto, para Notre Dame había un depósito minúsculo, mucha influencia y un infierno de pagos.
No obstante, la tragedia de esta catedral, se podría decir que esta teniendo un “final feliz”, pues la riqueza de Francia se está destinando para salvar una parte del patrimonio mundial. Lo malo, es que los multimillonarios no han entregado cheques por ninguna cantidad monetaria, confiando que sean las personas de otros estatus quienes quienes den ese dinero, al fin y al cabo con la publicidad que se hacen quedan como los buenos y caritativos, mientras la economía sigue jugando a su favor, beneficiándolos monetariamente.
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