Además de la pandemia de Covid-19 y los efectos cada vez más perturbadores del cambio climático, los países de todo el mundo están experimentando niveles peligrosos de inseguridad alimentaria, energética y sobreendeudamiento (megacrisis). Y aunque la comunidad internacional ha dado algunos pasos iniciales para abordar estos problemas, se puede y se debe hacer mucho más.
Por José Ramos-Horta, Danilo Turk, Laura Chinchilla y Han Seung Soo.
EDIMBURGO–En reuniones recientes de líderes del G7, miembros de la OTAN y ministros de Relaciones Exteriores del G20, quedó claro para todos que el mundo enfrenta un conjunto de emergencias como nunca antes habíamos visto en décadas. Las tensiones internacionales han llegado a niveles alarmantes debido a la creciente inseguridad alimentaria y energética, la depreciación de las monedas, las inminentes crisis de deuda, la actual pandemia de Covid-19, los efectos cada vez más intensos del cambio climático y los conflictos armados.
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Un foro para abordar problemas financieros y económicos, el G20, presidido por Indonesia este año, está siendo empujado a un terreno peligrosamente delicado. La Cumbre de Líderes del grupo a mediados de noviembre será de vital importancia; pero no podemos esperar hasta entonces para abordar las crisis de hoy. El G20 debería lanzar un proceso virtual (en línea) para comenzar a trabajar hacia una respuesta común y coordinada antes de su cumbre de noviembre.
Una megacrisis que afecta a todo el mundo
Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), más de 800 millones de personas padecen hambre crónica, y hasta 323 millones se enfrentan a la perspectiva de la inanición. Los precios de la energía se han disparado y el Covid-19 sigue haciendo estragos entre las poblaciones del mundo que no están vacunadas (solo el 16.5 por ciento de las personas en los países de bajos ingresos han sido vacunadas por completo).
Además, alrededor del 60 por ciento de los países de bajos ingresos están agobiados por la deuda, y las comunidades de todo el mundo están experimentando sequías, inundaciones, incendios forestales y otros síntomas del colapso climático.
En abril, el secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió que la megacrisis actual “podría arrojar a 1700 millones de personas, más de una quinta parte de la humanidad, a la pobreza, la indigencia y el hambre en una escala no vista en décadas”. Pero aunque la situación es peligrosa, no somos impotentes para cambiarla.
Ya se han lanzado algunas iniciativas multilaterales para abordar la deuda, la energía y la inseguridad alimentaria. Sin embargo, para ser efectivos, tales esfuerzos deben ser coordinados y completos. Nuestros problemas están demasiado interconectados para ser abordados por partes.
La prioridad inmediata es garantizar precios justos y suministros seguros en los mercados de alimentos y energía. Se necesitan al menos 10 mil millones de dólares para salvar el déficit de financiación del PMA este año. Hasta ahora, las instituciones internacionales y muchos gobiernos han respondido a la crisis alimentaria con iniciativas como la Alianza Global para la Seguridad Alimentaria, que se lanzó esta primavera para coordinar el financiamiento humanitario y las inversiones en la resiliencia del sistema alimentario.
A su vez, más de 80 países han respaldado una hoja de ruta para el llamado a la acción de la seguridad alimentaria mundial liderada por Estados Unidos, y ha habido importantes cumbres enfocadas regionalmente, como el Diálogo Ministerial Mediterráneo sobre la Crisis de la Seguridad Alimentaria y la Conferencia Ministerial Unidos por la Seguridad Alimentaria Mundial.
Pero aunque es bien sabido que el comercio abierto es crucial para contener la inseguridad alimentaria, más de 20 países han impuesto restricciones a las exportaciones de alimentos (a través de licencias de exportación, impuestos o prohibiciones absolutas).
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Si bien los estados miembros de la Organización Mundial del Comercio acordaron recientemente eximir las compras humanitarias del PMA de las restricciones a la exportación, eso no es suficiente.
Necesitamos aprovechar al máximo nuestro conocimiento de cómo funciona el mercado mundial de alimentos tanto a corto como a largo plazo, y en términos de suministro y reservas.