WASHINGTON, DC – El calor extremo está en boga. Los titulares noticiosos de este año han sido tan despiadados como las temperaturas: “España pasa por ola de calor histórica”, “Devastadora ola de calor en el sur de Asia”, “Récord de calor en Texas”, “¿Podemos seguir llamando ‘extremo’ al calor letal?”
Esta cobertura mundial ha llamado la atención hacia un enorme reto cuyos alcance y seriedad no harán más que aumentar. En ningún sitio son las medidas de enfriamiento más urgentes que en nuestras ciudades, donde calles, edificaciones, industrias y vehículos podrían subir de temperatura en unos catastróficos 4º Celsius para fines de siglo, poniendo en el mayor riesgo a los más pobres del planeta.
Ya está en camino la búsqueda de soluciones, pero es necesario que cobre más impulso. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) del año pasado, la Coalición para la Refrigeración Limpia y Eficiente (Cool Coalition), una alianza de 120 organizaciones liderada por el Programa Ambiental de la ONU y que incluye al RMI, publicó una completa guía para el enfriamiento urbano sostenible. Y el mes pasado en Davos, la Cool Coalition y el Centro de Resiliencia de la Fundación Rockefeller-Adrienne Arsht lanzó una Plataforma en línea de acción ante el calor que facilita la identificación por parte de autoridades y planificadores de las soluciones más relevantes para ellos.
Para mantenerse a la vanguardia del problema, los líderes municipales deberán adoptar varias medidas, entre ellas un diseño urbano más inteligente. Para dirigir aire fresco por una ciudad, los planificadores y desarrolladores pueden orientar las calles y las alturas de las edificaciones haciéndolas coincidir con los vientos predominantes, y desarrollar espacios azules y verdes en sitios más estratégicos. También pueden crear corredores de traslado más sombreados para peatones y ciclistas, y planificar desarrollos urbanos de uso mixto y más diversos que se presten a ser parte de sistemas de enfriamiento de distritos eficientes (y con menos tráfico vehicular con emisión de calor).
Plantar más árboles en junglas de concreto también podría significar una importante diferencia. Los bosques y parques urbanos pueden ser 7 ºC más frescos que los vecindarios sin árboles, y una calle alineada con ellos puede ser unos 3 ºC más fresca que una sin árboles. Ciudades como Freetown, Atenas, Melbourne o Milán ya están cosechando los beneficios de usar la naturaleza urbana como mecanismo de enfriamiento, que además mejora el manejo de aguas de tormentas, secuestra carbono, aumenta la biodiversidad y brinda recreación.
Otra medida de sentido común es reformar las superficies de nuestras ciudades, de modo que reflejen calor en lugar de absorberlo. El camino de asfalto típico absorbe hasta un 95% de la luz solar que cae sobre él, y las carreteras y veredas de concreto, hasta un 75%. Son superficies abrasadoras que afectan desproporcionadamente a quienes trabajan en exteriores, a aquellos que no poseen vehículos y a los pobres que habitan vecindarios construidos predominantemente con esos materiales. Si se usan materiales de colores más claros que elevan la reflectividad de esas superficies en apenas un 10%, podemos reducir sus temperaturas en hasta un 5 ºC, una diferencia que tiene el potencial de salvar vidas.
También resulta clave construir mejor. Enfriar con aire acondicionado una edificación mal construida es como hacer correr el agua en un recipiente con filtraciones. En contraste, un buen diseño arquitectónico puede reducir o eliminar la necesidad de acondicionar el aire. Por ejemplo, los “techos frescos” reflectantes y de colores claros son poco costosos y pueden rechazar un 90% de la energía calórica que llega a ellos, haciendo una enorme diferencia incluso donde no son viables otras medidas, como en la vivienda informal.
Las medidas pasivas de eficiencia de construcción, como la orientación, el aislamiento, la capacidad reflectante, el sombreado y la ventilación no son nuevas, pero debemos promulgar códigos de edificación y normas de rendimiento más ambiciosos, e invertir en la capacidad institucional para hacerlos cumplir.
Más aún, donde se use, el aire acondicionado se puede hacer más amigable con el clima. Tal como están las cosas, es tanto un facilitador crucial de la productividad como una importante fuente de calor y emisiones urbanas. Para 2050, las unidades de AC podrían consumir tanta energía como las economías actuales de EE.UU., Alemania y Japón combinadas. El refrigerante más común que utilizan es cerca de 2000 veces más potente que el dióxido de carbono como agente calentador global. En consecuencia, las entidades normativas deben fijar estándares que excluyan del mercado las unidades con peor rendimiento, y los sectores público y privado deben colaborar en campañas de mercadeo, soluciones de financiación e incentivos para que los compradores prefieran productos más respetuosos del medio ambiente.
Los planificadores y desarrolladores urbanos también deberían considerar el uso de sistemas de enfriamiento de distritos, que sirven a varias edificaciones con una sola planta de refrigeración. Puesto que estos sistemas pueden ofrecer eficiencias de escala sin calentar el aire urbano tanto como las unidades de AC individuales, deberían ser la tecnología predeterminada de preferencia en grandes construcciones nuevas comerciales y de uso mixto, municipios y espacios administrativos, empresariales y educativos.
Para terminar, las autoridades de algunas ciudades deberían considerar distintas opciones de último recurso para proteger a los más vulnerables. En la India, la gente bromea con que la razón de que las películas de Bollywood sean tan largas es que los productores quieren dar a los espectadores la oportunidad de pasar cuatro horas en un teatro con aire acondicionado. Pero, tal como lo ha demostrado la devastadora ola de calor de esta primavera, el valor de los espacios frescos ya no es cosa de bromas.
Las ciudades en áreas proclives al calor extremo tendrán que invertir en una variedad de espacios comunes que sean accesibles para los más vulnerables cuando el calor y la humedad superen el umbral de la capacidad de supervivencia. Podrían ser cines, centros comerciales, escuelas, lugares de culto, piscinas, parques, centros de tránsito o lugares de enfriamiento dedicados. En casos de emergencia, estos espacios podrían volverse incluso más útiles con la generación de energía de respaldo, agua potable, insumos médicos, materiales de educación sanitaria contra el calor y personal capacitado en este tema.
Se puede afirmar que el calor extremo es el mayor problema de justicia climática al que nos enfrentamos hoy. De los 1,7 mil millones de residentes urbanos que están expuestos a él, la mayoría vive en ciudades en rápido crecimiento ubicadas en países pobres, sin acceso a las edificaciones y vehículos con aire acondicionado que se dan por descontados en las economías avanzadas. Solucionar estas desigualdades debiera ser una de las principales prioridades globales. La Cool Coalition está comenzando en la India, donde el gobierno ya ha desarrollado el primer plan de acción nacional de enfriamiento del planeta, y en que los líderes estatales y municipales están profundamente comprometidos a enfrentar la amenaza del calor extremo.
Pero es necesario hacer más. El lanzamiento de la Alianza Global de Energía para las Personas y el Planeta, con sus $10 mil millones, ha demostrado que la comunidad internacional sigue siendo capaz de movilizarse tras iniciativas de peso que apunten a mitigar el cambio climático y adaptarse a él. Desplegar fuentes de energía renovable y mejorar el acceso a energías limpias siguen siendo objetivos esenciales. Pero el desarrollo de resiliencia ante el calor y la implementación de soluciones de enfriamiento sostenibles también se han convertido en prioridades urgentes. Debemos dar pasos ahora para ayudar a enfriar a nuestras ciudades más calientes.
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