ESTOCOLMO – El presidente ruso, Vladimir Putin, está obsesionado con Ucrania –o, más bien, con pretender que Ucrania no existe-. En su programa anual de llamadas en vivo el 30 de junio, dijo que “los ucranianos y los rusos son un solo pueblo”. Luego publicó un artículo destinado a justificar esa “convicción”, rastreando la historia compartida de los dos países. Es una clase maestra de desinformación –y prácticamente una declaración de guerra.
Putin empieza su relato en la Antigua Rus, donde rusos, ucranianos y bielorrusos estaban unidos por una lengua y –después del “bautismo de Rusia” en la religión ortodoxa- por una fe hasta el siglo XV. Inclusive en medio de la fragmentación, escribe Putin, la gente percibía a Rusia como su patria compartida.
Según este relato, la guerra polaco-rusa de 1605-18 fue, para el pueblo, “liberadora”. Los ucranianos “volvieron a unirse” al resto del pueblo ortodoxo ruso, formando la “pequeña Rusia” y la palabra “Ucrania” pasó a utilizarse para referirse a algo como “en la frontera”.
En la historia de Putin, la creación de Novorossiya en 1764 y la expansión del Imperio Ruso también reflejaban la voluntad del pueblo. “La integración de las tierras rusas occidentales al estado común fue no sólo el resultado de decisiones políticas y diplomáticas; tuvo lugar sobre la base de la fe común y de las tradiciones culturales” y “la afinidad lingüística”.
El general Alexander Suvorov, que superó una tremenda resistencia para asegurar las fronteras expandidas de Rusia, seguramente no coincidiría. Pero Putin sugiere que la lengua compartida –separada solamente por “características y dialécticas lingüísticas regionales”- prácticamente anula la posibilidad de que Ucrania pudiera haber desarrollado su propia cultura. Por ejemplo, mientras que Taras Shevchenko, el poeta nacional de Ucrania, escribía poemas en ucraniano, escribía prosa esencialmente en ruso.
De la misma manera, Nikolai Gogol –nacido en el distrito Poltava de Ucrania, que luego fue parte del Imperio Ruso- fue un “patriota de Rusia” y escribía en idioma ruso. “¿De qué manera este legado puede estar dividido entre Rusia y Ucrania?”
Más tarde, Putin condena la “dura polonización” que se llevó a cabo durante el período entre guerras, cuando los polacos suprimieron “la cultura y las tradiciones locales”. Luego le da crédito a los bolcheviques por “desarrollar y fortalecer” la “cultura, la lengua y la identidad” ucranianas a través de su política de ucranianización.
El problema, sigue diciendo Putin, es que “la ucranianización muchas veces le fue impuesta a quienes no querían considerarse a sí mismos ucranianos”. Nunca se hace referencia a la rusificación de los ucranianos –que supera marcadamente cualquier cosa que hicieron los polacos.
Putin también presenta a la Unión Soviética como la salvadora de la reunificación ucraniana. “En 1939, las tierras que anteriormente habían sido tomadas por Polonia le fueron devueltas a la URSS. Su parte principal fue otorgada a la Ucrania soviética”. Ésta es una descripción curiosa del Pacto Molotov-Ribbentrop entre los soviéticos y la Alemania nazi. Sin embargo, Putin descaradamente concluye que “la Ucrania contemporánea fue creada plenamente durante la época soviética”.
Putin en verdad tiene sus disidencias con los bolcheviques, más allá de su ucranianización aparentemente excesiva. Su problema, digamos, no es con la Gran Hambruna que mató a millones de ucranianos en 1932-33. (Putin evita por completo mencionar a Stalin y dice que los líderes ucranianos modernos están “reescribiendo la historia” cuando presentan la “tragedia común de la colectivización y la hambruna” como un genocidio).
Putin, por el contrario, discrepa con la manera en que los bolcheviques trataron a la nación rusa: “como un material inagotable para experimentos sociales”. Sus sueños de “revolución mundial” y la abolición de los estados nación los llevó arbitrariamente a “cortar fronteras” y otorgar regalos territoriales “generosos”. “Rusia en verdad fue despojada”.
Sin embargo, si bien el mundo condena los “crímenes del régimen soviético”, no considera las acciones de los bolcheviques para “arrancar” territorios históricos –como Crimea- de Rusia como actos criminales. Y Putin sabe por qué: “esto condujo al debilitamiento de Rusia”, de modo que “quienes nos desean el mal están satisfechos”.
Putin vuelve a referirse a los malquerientes, pero primero tiene una o dos cosas que decir sobre economía. “Ucrania y Rusia han venido desarrollándose como un sistema económico único durante décadas y siglos”, logrando una “cooperación profunda” hace 30 años que la Unión Europea de hoy envidiaría. Por ejemplo, de 1991 a 2013, sostiene –no particularmente de manera creíble- que los subsidios al gas ruso le permitieron ahorrar a Ucrania más de 82.000 millones de dólares de su presupuesto. No menciona, en cambio, la sumisión que los líderes de Ucrania tuvieron que ofrecer a cambio.
“Una relación tan estrecha puede aumentar el potencial de ambos países”, escribe Putin. Sin embargo, la verdad es que esas décadas de compromiso han dejado a ambas economías en una situación de subdesarrollo. No importa: Putin responsabiliza de la “desindustrialización y degradación económica” de Ucrania a sus esfuerzos por independizarse de Rusia desde 2014.
Rusia siempre trató a Ucrania “con mucho amor”, declara Putin. No es exactamente como yo describiría la imposición de severas sanciones comerciales a un país sumido en el caos, como hizo Rusia con Ucrania cuando el presidente Viktor Yanukovych, un compinche de Putin, fue derrocado en 2014. Tampoco es una representación adecuada del derribo de un avión de pasajeros, como hicieron las fuerzas rusas en julio de ese año, matando a 298 personas.
Sin embargo, según el discurso de Putin, las elites ucranianas “desperdiciaron los logros de muchas generaciones”, justificando la independencia de su país “negando su pasado”. Y han sido exhortadas ni más ni menos que por la UE y Estados Unidos –los aparentes villanos de la historia de la Ucrania moderna, que forman parte de un proyecto integral “anti-Rusia”.
Esto se hace eco del comentario de Putin durante el programa de llamadas en vivo: “Las cuestiones principales concernientes al funcionamiento de Ucrania no se deciden en Kiev, sino en Washington y, en parte, en Berlín y París”. A los ojos de Putin, la aceptación por parte del presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, del “total manejo externo de su país” hace que cualquier intento por reunirse con él se torne inútil.
De todos modos, Putin dice en su artículo, “Rusia está abierta al diálogo con Ucrania”. Pero, para que ese diálogo funcione, Ucrania debe representar su “propio interés nacional”, en lugar de intentar “complacer intereses extranjeros”. Por supuesto, en la opinión de Putin, el único interés nacional de Ucrania debe ser unirse a Rusia.
A no confundirse: al negar el derecho a la independencia de Ucrania, Putin está preparando la escena para una guerra. Occidente debe decidir rápidamente qué está dispuesto a hacer para impedirlo.
Te puede interesar:
Las Olimpíadas discretas de Japón