Cultura Colectiva se ostenta como un medio de comunicación, pero en realidad es un receptor de información privada que, posteriormente, es usada para vender a empresas y gobiernos.
Un reporte de la agencia estadounidense UpGuard, dedicada a la seguridad cibernética, encontró en abril pasado que Cultura Colectiva almacenaba datos personales de los usuarios que accedían a ella, desde nombres, comentarios y likes hasta las relaciones familiares y de amistad. Durante cuatro meses la compañía de seguridad esperó una respuesta de Cultura Colectiva a estas evidencias, pero nunca contestó.
La empresa mexicana almacenó de esta forma 540 millones de registros. Contraseñas, preferencias, edades, fechas de nacimiento, direcciones y correos electrónico. El escándalo no fue sólo porque Cultura Colectiva tuviera estos datos, sino porque además (ante un manejo pobre de seguridad cibernética) quedaron expuestos a la web pública, para que desconocidos accedieran a dicha información.
Cultura Colectiva respondió en un comunicado el 3 de abril que efectivamente, tenían conocimiento del problema, pero que los datos recopilados no eran información personal y que nunca estuvieron expuestos. En el documento dijeron que usaron esos datos para “crear contenidos de interés” para sus usuarios.
Con esa información, de acuerdo al reporte de UpGuard que se puede consultar en este link, Cultura Colectiva pudo desarrollar un algoritmo que estudiaba las preferencias y perfiles de los usuarios de sus plataformas y así predecir qué ponerles enfrente.
De esa manera aseguraron que todas sus publicaciones se hicieran virales, ganando millones de seguidores quienes desconocían de los métodos de la compañía. Según la revista Proceso, esto trajo consigo también múltiples contratos de publicidad gubernamental.
Cultura Colectiva usó la información de sus seguidores para producir “noticias” virales, entre ellas campañas de gobierno por las cuales obtuvo contratos por al menos 2 millones de dólares (38 millones de pesos) únicamente en los últimos dos años de Peña Nieto. Uno de esos contratos, en 2016, fue específicamente otorgado para publicitar la imagen del entonces Presidente.
También, como lo reportó El País, ese mismo año el ex jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, pagó un contrato de más de 400 mil pesos por la misma clase de publicidad, contenido viral que Cultura Colectiva presentó a sus usuarios como noticia.
La página principal de Cultura Colectiva en Facebook acumula más de 23.5 millones de seguidores, siendo la tercera fanpage con más grande del país. Se ubica detrás de “Yo amo los zapatos”, con 40.5 millones y “Miltoner” que tiene 28.8 millones. Tiene también otras páginas verificadas, a manera de secciones, con millones de usuarios, tales como Cultura Colectiva News (3.3 millones); Cultura Colectiva Arte (1.6 millones); Cultura Colectiva + (3.3 millones) Cultura Colectiva Música (2.2 millones) Cultura Colectiva Viajes (1.6 millones); Cultura Colectiva Lifestyle (3.3 millones) Cultura Colectiva Video (1 millón); Cultura Colectiva Moda (1.1 millones), sólo por mencionar algunas.
Días después del comunicado emitido por Cultura Colectiva, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) anunció que iniciaría una investigación para determinar la gravedad de la violación a la privacidad de los datos de sus usuarios.
El INAI se puso de plazo 180 días hábiles para hacer los análisis correspondientes y una vez que terminen, pasarán otros 50 días para dar a conocer las multas para el medio digital.
Se calcula que las sanciones económicas pueden ir de los 8 mil pesos hasta los 27 millones, sin descartar multas adicionales. Por tanto, será hasta 2020 que se podrá saber qué pasará con situación legal de Cultura Colectiva.
Los riesgos del mal uso de datos personales
Aunque el argumento de almacenar y estudiar datos de las audiencias en redes sociales para crear contenido viral parezca una buena estrategia de marketing, en realidad es un mecanismo peligroso si lo que en verdad se guardan son los datos personales de los usuarios.
Así quedó demostrado en el caso Cambridge Analytica, una empresa de Reino Unido que fue expuesta por el uso indebido de millones de datos personales tomados de Facebook para usarlos en campañas políticas y de publicidad.
Esta empresa ofrecía a sus clientes información detalladamente segmentada, incluso por edades, países, orientación política, religión, nivel socioeconómico, etc., como posibles audiencias para sus campañas publicitarias.
Cambridge Analytica jugó un papel determinante durante las elecciones de Estados Unidos de 2016, en donde su cliente, Donald Trump, basó su campaña en la información otorgada por la firma británica.
Asimismo, se comprobó que varios de los asesores de campaña de Trump y actuales personajes de su gabinete tienen acciones dentro de la compañía o fungen como asesores de la misma.
El diario estadounidense The New York Times hizo una investigación en la que se dio a conocer que se utilizaron datos de al menos 50 millones de personas para influir en la decisión de los votantes de 2016.
Mucha de la información recopilada por Cambridge Analytica provino de aplicaciones de terceros en Facebook. Una de las más recurrentes fue Kogan, a través de engañosos permisos de acceso a datos personales para permitir a los usuarios realizar test de entretenimiento.
Estos test parecían simples juegos como “¿Qué personaje de película eres?” o “¿A qué famoso te pareces?”, pero fueron las herramientas para vulnerar la información de quienes daban permisos a las aplicaciones para contestarlos.
A raíz de eso, muchos usuarios de Facebook abandonaron la red social y Mark Zuckerberg, dueño de la empresa y de otras plataformas, como Instagram y WhatsApp, fue llamado a testificar sobre cómo se utilizan los datos de los usuarios en dichas páginas y aplicaciones.
Por su parte, Cambrige Analytics está siendo investigada por las autoridades británicas con ayuda de excolaboradores que evidenciaron la manera en que operaban.
Por ello, es importante corroborar a qué aplicaciones y páginas damos acceso en nuestras redes sociales, puesto que cada like o cada ingreso a un link puede ser usado para manipular la opinión de las masas.