Itzel Paniagua Castro y Alondra Montserrat López López desarrollaron un popote de bioplástico a partir de cáscaras de mango y baba de nopal.
Ambas son estudiantes del CCH Oriente y cursan el sexto semestre de su bachillerato. El proyecto de los popotes las hizo ganadoras del XXVII Concurso Universitario Feria de las Ciencias, la Tecnología y la Innovación.
El bioplástico hecho de mango y nopal que las chicas utilizan para este producto se degrada en un promedio de seis meses, mientras que los popotes convencionales tardan hasta 100 años en desaparecer a la intemperie.
“El principal reto que se presentó para este proyecto fue la textura, al principio no sabíamos las verdaderas cantidades que se necesitaban de cada ingrediente para que el bioplástico saliera”, explicó Alondra en una entrevista hecha por Gaceta UNAM.
También señaló que inicialmente probaron cáscaras secas de mango para elaborar este material, sin embargo no les funcionó y optaron por usar cáscaras frescas, las cuales dieron mejores resultados.
Una vez con el material correcto hicieron los primeros popotes y superaron las pruebas de resistencia, sin embargo, el aspecto de esta masa orgánica no era del todo agradable.:
“Hicimos una encuesta con nuestros compañeros y el 90% dijo que no lo utilizarían por el color, entonces buscamos un antioxidante para mejorar el color”, señaló la joven.
Las alumnas utilizaron limón para mantener el color amarillo del mango y encontraron que les ayudó a dar flexibilidad y resistencia a su bioplástico, solucionando los problemas del aspecto y mejorando la calidad del producto.
Los popotes se elaboran rápidamente, utilizan unas barras de silicón caliente para darles forma y los dejan secar por 15 minutos, después los permean con la baba de nopal para reforzar la firmeza de la pieza.
Itzel comenta que la investigación de este proyecto duró más de un año, pero con paciencia y esfuerzo lograron concretar su objetivo, que era crear un producto de uso común que no sea dañino para el medio ambiente:
“Tuvimos que hacer varias investigaciones y pruebas, pero al final lo conseguimos. Ahora deseamos que la UNAM nos apoye para seguir con esto hasta su comercialización”.
Alondra e Itzel recibieron una medalla y un reconocimiento por su proyecto en la Biblioteca Central de la UNAM en Ciudad Universitaria.