Con la llegada de la temporada de lluvias muchas personas creen que se contrarrestará el problema de la contaminación, pero esto no es así.
Greenpeace considera que es falso que la lluvia limpie la polución en la ciudad, pues, aunque se la lleve el viento, realmente no desaparece.
Comúnmente, las precipitaciones se encuentran acompañadas de vientos, los cuales se encargan de disolver las moléculas contaminantes, pero esto no quiere decir que las elimine, únicamente las cambia de lugar fijándolas en el suelo lo que provoca que se perciba un ambiente más limpio.
Una investigación del National Institutes of Health sobre la influencia del clima en la contaminación del aire, indicó que la lluvia puede ayudar a mover contaminantes del ambiente dependiendo del tamaño que tengan esas partículas, es decir, en moléculas muy pequeñas (medida menor a 2.5 micras) no hay efecto alguno, pero en el caso de unas más grande (10 micras), el agua si las puede atrapar convirtiéndolas en parte de la lluvia. Lo negativo de esto es la formación de la llamada lluvia ácida, la cual es corrosiva para las edificaciones, esculturas y monumentos.
Una precipitación moderada alcanza desplazar hasta el 10% de contaminantes, mientras que una tormenta sólo puede llevarse el 30%.
Ante este dilema de la lluvia y la polución, en un texto publicado por la coordinadora de medios de Greenpeace México, Edith Martínez, señaló que los ciudadanos somos quienes debemos comenzar a exigir a las autoridades implementar políticas públicas para resolver el problema de la contaminación de raíz, en lugar de estar esperando a que pasen tormentas.
“La mala calidad del aire es un problema que nos afecta a todas y todos y requiere soluciones de fondo…Es momento de que los gobiernos apuesten por un cambio en las formas de movilidad, ofreciendo más y mejor transporte público no contaminante y que como sociedad pongamos también de nuestra parte”, expresó la coordinadora.
La contaminación es responsabilidad de todos. No se puede negar que las precipitaciones son refrescantes y más en ciudades donde la calidad del aire es alarmante, como ha sido últimamente en la Ciudad de México. Sin embargo, no se puede estar esperanzado a que las lluvias hagan por completo el trabajo de acabar con la contaminación. Es obligación nuestra y de los gobiernos disminuir todas aquellas acciones que dañen y afecten el medio ambiente.
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