El uso del lenguaje siempre exterioriza la interioridad cognitiva y emotiva de quien habla y de la sociedad en la que se ubica el hablante, sean pensamientos, creencias u opiniones, sea cualquier punto de vista del mundo mediante la elección de ciertas palabras y la exclusión de otras, le dan corporeidad a su subjetividad como seres humanos hablantes que actúan en una sociedad dada. Esta reflexión deriva de los estudios realizados por teóricos del análisis del discurso como Emile Benveniste, y viene hoy a cuento a propósito del fenómeno mediático generado entre el multipremiado largometraje Emilia Pérez (Francia, 2024), del director francés Jacques Audiard, y la ingeniosa réplica audiovisual a esa cinta titulada Johanne Sacreblu (México, 2025) de la activista mexicana transexual Camila D. Aurora.
Emilia Pérez es un filme producido con un presupuesto millonario, en el que participan actrices reconocidas del medio cinematográfico internacional, que además ha incursionado exitosamente en los festivales más importantes del género en Europa y América, como el Festival de Cannes, Los Globos de Oro, Los Premios BAFTA y está nominada en trece categorías en la edición 2025 de los Óscares, en Hollywood. Por su lado, Johanne Sacreblu es un producto audiovisual generado en la red social Tik-Tok, creado con muy poco presupuesto y en un tiempo récord de unos cuantos días, en el mes de enero del año en curso, pero que a la fecha lleva más de tres millones de visualizaciones en la plataforma de Youtube (https://www.youtube.com/watch?v=iLT4v3mkrvk&t=240s), por lo que se ha convertido en un fenómeno viral inédito en nuestro país. ¿A qué se debe y cómo nos podemos explicar este suceso mediático? La respuesta no es fácil, pero brindaremos algunas consideraciones tratando de no caer en banalizaciones.
Desde su estreno mundial en el Festival de Cannes, en mayo del 2024, Emilia Pérez tuvo una recepción muy favorable por parte del público europeo y del jurado de los distintos certámenes en los que participó. Los temas —el narcotráfico, las desapariciones forzadas en México y la transexualidad— y la forma de abordarlos, como una obra dramática del género thriller y musical, hablada en español, ubicada en México, en la época actual, pero filmada en locaciones de Francia, motivaron reacciones positivas por lo novedoso del enfoque cinematográfico. Los miembros del jurado en cada festival, así como el público asistente, alabaron las características estéticas del filme, las secuencias musicales, las letras de los temas creados específicamente para este largometraje, el histrionismo de las actrices y actores protagónicos.
Sin embargo, al mismo tiempo y en una ruta paralela, se fue generando una corriente de opinión disidente de esa visión positiva de Emilia Pérez, que puso en tela de juicio los aportes estéticos de esta propuesta fílmica, pero sobretodo, su contenido y tratamiento temático. Para cuando la película se estrenó en México, en enero de este año 2025, en la esfera pública ya se habían multiplicado las críticas negativas sobre esta cinta, por lo que su recepción en las salas del país fue de un ausentismo generalizado.
En este contexto, las redes sociales y las plataformas de Internet jugaron un papel relevante para la divulgación y fortalecimiento de opiniones y de acciones de protesta de grupos sociales y de activistas que se inconformaron con esa visión “eurocentrista” de México y de las problemáticas que representaron en Emilia Pérez. La versión más acabada, completa y creativa de ese rechazo se concretó en el cortometraje alternativo Johanne Sacreblu, dirigida, actuada y producida por Camila D. Aurora, con el apoyo económico y presencial de muchos de sus seguidores en redes sociales, quienes respondieron al llamado de la activista mexicana para gestar una respuesta fílmica, a manera de ironía, a la visión “estereotipada”, según esta influencer, que Audiard hace de la realidad mexicana desde su posición de director, guionista y productor de Emilia Pérez.
Johanne Sacreblu es abiertamente una parodia de la sociedad francesa, que de manera cómica y musical resalta los estereotipos atribuidos a su cultura como son la falta de higiene, xenofobia, racismo y machismo, así como elementos representativos de su vestimenta y alimentación; por ejemplo los mimos, el tipo de pan —cruasanes y baguettes— y personajes célebres como las ratas del filme Ratatouille. Se trata de “una versión caricaturizada de lo que Emilia Pérez nos hizo”, afirma Camila D. Aurora.
Ante la copiosa respuesta del público al cortometraje Johanne Sacreblu —que también se puede ver en algunas salas de la Ciudad de México promovidas por la cadena independiente Cinedot—, su directora ya trabaja en la producción de una nueva versión, en largometraje, con nuevos personajes, más cuadros satíricos y más temas musicales. Todo ello de manera independiente y con la recaudación de fondos de simpatizantes de este proyecto.
Creo que Emilia Pérez es una película que tiene muchas inconsistencias de fondo, con algunos aportes estéticos, pero que carece de uno de los elementos más importante en un filme: la verosimilitud, es decir, la coherencia interna de lo que narra. Esta cinta producida en Francia, con un director francés que no habla ni entiende el idioma español, con algunas actrices protagónicas que tampoco se expresan con soltura en dicha lengua, y cuyos parlamentos suenan extraños al espectador mexicano por el empleo de significados, sintaxis y vocabulario ajenos a la costumbre local, son factores que contribuyen a su falta de empatía con el público nacional al que el director dice representar en esta cinta. El lenguaje usado no corresponde al contexto propuesto, por lo que no comunica y pierde verosimilitud.
Como refieren los teóricos del lenguaje, entre ellos el citado Emile Benveniste, entender una realidad social particular es entender la lengua hablada a partir de la subjetividad de quien la habla, es comprender que de esta forma las personas construyen el mundo y se construyen a sí mismas como sujetos sociales. En esta lógica, Jacques Audiard recrea una historia poco creíble, en un entorno social que no se corresponde con la realidad ni con el país (México) al que alude directamente —y que es el escenario creativo de su filme—, con personajes cuyo desarrollo dramático y transformación de identidad sexual contribuyen a reforzar estereotipos contra los que históricamente se han manifestado organizaciones de la comunidad LGBT+, quienes han sido uno de los grupos sociales que más ha denostado la cinta Emilia Pérez. @NohemyGarcaDual
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