A Daniela, por su recomendación
“Eso de ser una lupa e intentar atrapar y encontrar en lo pequeño la grandeza, siento que eso es un alimento enorme para encarar la presión y eso solamente el documental te lo da. Disfruto mucho los procesos largos, la poca prisa, poder mirar a los ojos al otro sin prisa, esperar a que las cosas sucedan. “(https://www.imcine.gob.mx/Pagina/Noticia/el-eco–de-tatiana-huezo–crecer-y-morir-en-el-inicio-del-mundo).
Esta afirmación de Tatiana Huezo —directora salvadoreña radicada en México— sobre su más reciente largometraje documental El Eco (2023) expresa una de las características que define a este filme de coproducción México-Alemania, premiado en diferentes festivales internacionales de cinematografía como Mejor Documental y ganador de tres Arieles (Mejor Documental; Mejor Música compuesta para cine y Mejor Fotografía) en su edición 2024.
El Eco también es el nombre de una pequeña comunidad rural de apenas 104 habitantes asentada en la Sierra Norte de Puebla y perteneciente al municipio de Chignahuapan, de acuerdo con datos del INEGI 2020. Ahí, en medio de una zona boscosa impactada por el sobrepastoreo, la tala clandestina y el desmonte para la expansión de la agricultura de temporal, la directora Huezo encontró las condiciones propicias para filmar una historia real con tintes mágicos que profundiza en temáticas y sentimientos tan universales como la niñez, la pobreza, la alegría, la solidaridad y la muerte.
En la realización de este documental Tatiana Huezo experimentó exitosamente con una forma inédita de hacer cine, según sus propias palabras. “Es la primera película que hago sin entrevistas y no hay voces en off, (…) tuve mucha incertidumbre porque a lo largo del rodaje las líneas narrativas se reescribían, se reinventaban, se reacomodaban… (…) Me volví una lupa (…) Me quedaba atrapar, en la medida de lo posible, la vida cotidiana de los personajes. Era el reto más grande: encontrar lo extraordinario en las cosas más pequeñas de la vida cotidiana.”
Huezo lo logró. El ritmo cadencioso de la película El Eco permite al espectador disfrutar de los detalles que se enfatizan por los acercamientos de la cámara y los movimientos lentos con que se retratan los paisajes, el pasar de las nubes en el cielo, el andar de los niños en el campo, sus miradas inocentes, su hablar, sus juegos, los trazos de sus dibujos infantiles y sus conversaciones que comunican sus sueños e ideales de vida.
Para llegar a este nivel de intimidad y confianza con la población de esta comunidad rural, la cineasta tuvo que ser paciente, se acercó poco a poco y en estancias intermitentes que se prolongaron durante año y medio de filmación. Sólo así estuvo en condiciones de captar la vida cotidiana, con las problemáticas y las necesidades de abuel@s, niñ@s, madres y padres que se esfuerzan por sobreponerse a un entorno natural y social de grandes retos.
Y, sin embargo, El Eco es una hermosa película de esperanza que retrata en toda su riqueza la vida rural, en la que los personajes centrales son los niños y las niñas; son los animales del campo, el bosque, el agua, el viento, las montañas y el “eco” que interactúan con los adultos y los infantes en sus actividades diarias. Esas estampas de otra forma de vivir la vida que resultan tan ajenas y lejanas a las ciudades y a las metrópolis como la Ciudad de México, pero que en realidad están más cercanas de lo que una se pudiera imaginar. Por ejemplo, el 59 por ciento de la superficie de la capital del país está catalogada como superficie rural y siete alcaldías —Álvaro Obregón; Cuajimalpa; Magdalena Contreras; Milpa Alta; Tláhuac; Tlalpan y Xochimilco— destacan por sus actividades económicas del sector primario de tipo agrícola, agroforestal y forestales.
Otros importantes galardones obtenidos por este documental, y que contribuyen de manera importante al realce estético de la cinta son los premios Ariel a Mejor Fotografía, de Ernesto Pardo; y Mejor Música compuesta para cine, a cargo de Leonardo Heiblum y Jacobo Leiberman. Ambos recursos fílmicos se complementan para potenciar tanto la plasticidad de las imágenes en movimiento como la música que recrea una atmósfera acústica de vibrantes emociones, en la que las palabras son apenas un telón de fondo. En cuanto a la actuación, que no es tal, puesto que los protagonistas del filme son los propios lugareños de la comunidad, destaca la naturalidad con la que niños y adultos cuentan sus historias de vida y sus sueños por realizar.
Tatiana Huezo tiene 52 años y radica en México desde los cuatro años de edad, estudió cine en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) del país, y cuenta con un Máster en documental por parte de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, España. Su ópera prima El lugar más pequeño (2009) fue reconocida con el Ariel por mejor documental. También ha incursionado en el cine de ficción con producciones como Noche de fuego (2021) que tuvo buenas críticas de la prensa especializada y obtuvo una mención especial en el Festival de Cannes, en Francia. En 2016 recibió el premio Ariel a Mejor Dirección por su documental Tempestad, que aborda el testimonio de dos mujeres que sufren en carne propia la violencia, la corrupción y la injusticia social que se vive en ciertas zonas del país.
En El Eco, su más reciente trabajo fílmico, Tatiana Huezo nos brinda una obra documental de enorme calidad técnica y humana que evidencia el grado de madurez profesional alcanzado por esta joven cineasta. Para disfrutar de esta película, habrá que buscarla en circuitos de distribución cultural como la Cineteca Nacional o en alguna plataforma digital de Internet.@NohemyGarcaDual
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