WASHINGTON, DC – Nadie duda de que muchos de los mayores desafíos del mundo —como mitigar el cambio climático, fortalecer la estabilidad de los mercados financieros e impulsar el crecimiento económico de las economías en desarrollo y emergentes— están profundamente entrelazados, por lo que la cooperación multilateral llevará entonces a mejores resultados que las respuestas nacionales descoordinadas. Lo que no resulta tan obvio es cuál de los muchos enfoques propuestos para abordar los desafíos climáticos conviene aplicar.
Las instituciones multilaterales —principalmente, las Naciones Unidas (incluida la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático), el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, el Consejo de Estabilidad Financiera, el G20 (y su Marco Común para el Tratamiento de la Deuda) y los bancos multilaterales de desarrollo— han alcanzado algunos resultados positivos; pero fueron avances irregulares, e incluso sus partidarios más fervorosos coinciden en que se requiere un esfuerzo mucho más concertado, respaldado con recursos —especialmente, financieros— mucho más amplios.
¿Pero cómo podemos movilizar el financiamiento suficiente para solucionar los desafíos que enfrentamos? Dado que los montos necesarios superan por mucho a los recursos gubernamentales disponibles, parte de la respuesta necesariamente pasa por aumentar la participación del financiamiento privado… sin embargo, para atraer inversión privada voluntaria tendremos que desarrollar nuevos instrumentos financieros innovadores.
Afortunadamente, el Comité de Bretton Woods ya generó una serie de propuestas concretas —desarrolladas y publicadas por sus Grupos de Trabajo, entre ellos, los dedicados al Futuro de las Finanzas, la Deuda Soberana, y la Reforma Multilateral— para satisfacer este imperativo. El aporte más reciente es un informe del Grupo de Trabajo sobre Deuda Soberana (que copresidimos) sobre el potencial de los instrumentos de deuda contingente estatal (SCDI, por su sigla en inglés).
Los SCDI se basan en la idea de que es posible crear un tipo de deuda cuya carga varíe de acuerdo con los recursos del prestatario. Por ejemplo, si un país depende de sus exportaciones de productos básicos agrícolas y enfrenta situaciones climáticas que reducen significativamente la producción de ese sector, su capacidad para pagar los servicios de la deuda se verá gravemente afectada; pero con un SCDI sus obligaciones por el servicio de la deuda se ajustarían según una fórmula especificada en ese instrumento de deuda para considerar las situaciones climáticas relevantes.
Este enfoque, si se lo ejecuta de manera correcta, reduciría tremendamente el riesgo de reestructuraciones y reprogramaciones de deudas por déficits de ingresos. También, y esto es fundamental, los SCDI ofrecen rentabilidad adicional a los inversores si la situación es más favorable de lo previsto. En situaciones en que la capacidad de pago del deudor podría quedar afectada significativamente por factores exógenos que se puedan medir con precisión, pero no predecir sin un margen de error significativo, estos instrumentos pueden, entonces, resultar atractivos tanto para los prestatarios como para los prestamistas.
Una cantidad significativa de prestatarios soberanos ya han usado un tipo de SCDI conocido como instrumentos de recuperación de valor (VRI, por su sigla en inglés); entre ellos, Grecia, México, Surinam y Zambia; pero para que los SCDI —y, en especial, los VRI— desplieguen todo su potencial hay que mejorar su integridad, eficacia y atractivo para los mercados.
El informe del Grupo de Trabajo sobre Deuda Soberana ofrece sugerencias precisamente para eso; por ejemplo, el informe muestra que se deben definir claramente los «eventos disparadores» y las fórmulas utilizadas para ajustar los pagos del servicio de la deuda, y que deben reflejar de manera correcta los cambios en la capacidad de pago del deudor. Esto implica capturar y medir de manera eficaz los flujos de caja directamente disponibles para el prestatario soberano al vencimiento.
Además, las fórmulas de pago deben mantener incentivos positivos para los deudores, reduciendo así el riesgo moral. Para maximizar las ganancias potenciales, los VRI deben estar incorporados en bonos subyacentes de renta fija, para que el instrumento combinado sea más líquido, y su inclusión en índices de bonos, más probable. Además, hay que estandarizar su documentación para reducir tanto los costos como los riesgos. La estandarización alentaría su aceptación en los mercados convencionales, de manera muy similar a como lo hicieron las cláusulas de acción colectiva en los contratos de bonos.
Por supuesto, incluso si se mejora su diseño, los SCDI no son la panacea; aunque pueden ayudar a atraer más inversión privada a las campañas para encarar los desafíos globales, serán necesarias soluciones adicionales (especialmente, innovaciones financieras). El desarrollo de un menú más amplio de formatos financieros potencialmente útiles debiera ser una prioridad urgente.
William R. Rhodes, President of William R. Rhodes Global Advisers LLC, is Co-Chair of the Bretton Woods Committee’s Sovereign Debt Working Group, a former chairman and CEO of Citibank, and the author of Banker to the World: Leadership Lessons From the Front Lines of Global Finance (McGraw Hill, 2011).
WASHINGTON, DC – Nadie duda de que muchos de los mayores desafíos del mundo —como mitigar el cambio climático, fortalecer la estabilidad de los mercados financieros e impulsar el crecimiento económico de las economías en desarrollo y emergentes— están profundamente entrelazados, por lo que la cooperación multilateral llevará entonces a mejores resultados que las respuestas nacionales descoordinadas. Lo que no resulta tan obvio es cuál de los muchos enfoques propuestos para abordar los desafíos climáticos conviene aplicar.
Las instituciones multilaterales —principalmente, las Naciones Unidas (incluida la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático), el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, el Consejo de Estabilidad Financiera, el G20 (y su Marco Común para el Tratamiento de la Deuda) y los bancos multilaterales de desarrollo— han alcanzado algunos resultados positivos; pero fueron avances irregulares, e incluso sus partidarios más fervorosos coinciden en que se requiere un esfuerzo mucho más concertado, respaldado con recursos —especialmente, financieros— mucho más amplios.
¿Pero cómo podemos movilizar el financiamiento suficiente para solucionar los desafíos que enfrentamos? Dado que los montos necesarios superan por mucho a los recursos gubernamentales disponibles, parte de la respuesta necesariamente pasa por aumentar la participación del financiamiento privado… sin embargo, para atraer inversión privada voluntaria tendremos que desarrollar nuevos instrumentos financieros innovadores.
Afortunadamente, el Comité de Bretton Woods ya generó una serie de propuestas concretas —desarrolladas y publicadas por sus Grupos de Trabajo, entre ellos, los dedicados al Futuro de las Finanzas, la Deuda Soberana, y la Reforma Multilateral— para satisfacer este imperativo. El aporte más reciente es un informe del Grupo de Trabajo sobre Deuda Soberana (que copresidimos) sobre el potencial de los instrumentos de deuda contingente estatal (SCDI, por su sigla en inglés).
Los SCDI se basan en la idea de que es posible crear un tipo de deuda cuya carga varíe de acuerdo con los recursos del prestatario. Por ejemplo, si un país depende de sus exportaciones de productos básicos agrícolas y enfrenta situaciones climáticas que reducen significativamente la producción de ese sector, su capacidad para pagar los servicios de la deuda se verá gravemente afectada; pero con un SCDI sus obligaciones por el servicio de la deuda se ajustarían según una fórmula especificada en ese instrumento de deuda para considerar las situaciones climáticas relevantes.
Este enfoque, si se lo ejecuta de manera correcta, reduciría tremendamente el riesgo de reestructuraciones y reprogramaciones de deudas por déficits de ingresos. También, y esto es fundamental, los SCDI ofrecen rentabilidad adicional a los inversores si la situación es más favorable de lo previsto. En situaciones en que la capacidad de pago del deudor podría quedar afectada significativamente por factores exógenos que se puedan medir con precisión, pero no predecir sin un margen de error significativo, estos instrumentos pueden, entonces, resultar atractivos tanto para los prestatarios como para los prestamistas.
Una cantidad significativa de prestatarios soberanos ya han usado un tipo de SCDI conocido como instrumentos de recuperación de valor (VRI, por su sigla en inglés); entre ellos, Grecia, México, Surinam y Zambia; pero para que los SCDI —y, en especial, los VRI— desplieguen todo su potencial hay que mejorar su integridad, eficacia y atractivo para los mercados.
El informe del Grupo de Trabajo sobre Deuda Soberana ofrece sugerencias precisamente para eso; por ejemplo, el informe muestra que se deben definir claramente los «eventos disparadores» y las fórmulas utilizadas para ajustar los pagos del servicio de la deuda, y que deben reflejar de manera correcta los cambios en la capacidad de pago del deudor. Esto implica capturar y medir de manera eficaz los flujos de caja directamente disponibles para el prestatario soberano al vencimiento.
Además, las fórmulas de pago deben mantener incentivos positivos para los deudores, reduciendo así el riesgo moral. Para maximizar las ganancias potenciales, los VRI deben estar incorporados en bonos subyacentes de renta fija, para que el instrumento combinado sea más líquido, y su inclusión en índices de bonos, más probable. Además, hay que estandarizar su documentación para reducir tanto los costos como los riesgos. La estandarización alentaría su aceptación en los mercados convencionales, de manera muy similar a como lo hicieron las cláusulas de acción colectiva en los contratos de bonos.
Por supuesto, incluso si se mejora su diseño, los SCDI no son la panacea; aunque pueden ayudar a atraer más inversión privada a las campañas para encarar los desafíos globales, serán necesarias soluciones adicionales (especialmente, innovaciones financieras). El desarrollo de un menú más amplio de formatos financieros potencialmente útiles debiera ser una prioridad urgente.
Traducción al español por Ant-Translation
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/financial-innovations-can-help-mobilize-private-capital-for-imperatives-like-climate-change-mitigation-by-william-r-rhodes-and-john-lipsky-2-2024-08/spanish