Tochtli es un niño de diez años que vive en un “palacio” rodeado de lujos extravagantes, como tener una colección de sombreros, otra de películas japonesas de samuráis y hasta un zoológico privado con animales exóticos y en peligro de extinción como un pájaro carpintero de Brasil, además de tigres y leones. De igual manera, Tochtli se distingue por su gusto por los diccionarios y las palabras raras que utiliza para expresar sus estados de ánimo, como por ejemplo decir que, a pesar de las riquezas que lo rodean, hay veces en que “se aburre hasta la desesperación más fulminante”.
La vida de este niño y la convivencia con su padre, un narcotraficante mexicano que ama a su hijo y le concede todos sus deseos, porque “Yocault siempre puede”, es el tema central del largometraje Fiesta en la madriguera (México, 2024), del director Manolo Caro, recién estrenada en la Cineteca Nacional —sede Xoco—, y que a nivel internacional se distribuye por la plataforma digital de Netflix a partir del 1 de mayo de este año.
La historia resulta conmovedora y entretenida a la vez, dado que la idea del director de la película fue destacar el vínculo fraterno que existe entre padre e hijo, una relación de amor que lleva al padre a esforzarse al máximo para que su hijo sea feliz y esté protegido en un ambiente de violencia en el que él, Yocault, se desenvuelve como narcotraficante de altos vuelos. No es fácil conciliar el mundo inocente de la niñez con la violencia inherente de las acciones ilícitas de los adultos que rodean a Tochtli, y, sin embargo, este objetivo se logra en el filme Fiesta en la madriguera.
Si bien la idea original de esta producción cinematográfica parte de la novela corta del escritor mexicano Juan Pablo Villalobos de igual título, su adaptación al lenguaje visual del cine requirió de un trabajo conjunto entre autor, director y guionista, según sus propias palabras. Si bien el texto original de Fiesta en la madriguera resultaba “muy visual”, asegura el guionista Nicolás Giacabone, ganador del Óscar por la película Birdman, era necesario “mascar la obra original y digerirla para luego empezar a pensar en algo, (…) en una obra nueva”. Por su parte, Villalobos afirma que “desde que surgió la posibilidad de la adaptación fue clarísimo que tenía que despegarme del libro. La película es una cosa distinta.” (https://elpais.com/mexico/2024-03-19/fiesta-en-la-madriguera-el-viaje-de-fantasia-de-un-nino-a-la-luz-del-narco.html) En efecto, la versión cinematográfica de la novela incorpora una línea argumental nueva que encamina la historia hacia un final distinto y sorpresivo, en relación con la versión literaria.
En tanto el lenguaje escrito de la novela, con sus recursos y figuras literarias, le permite al lector o lectora alcanzar una comprensión más profunda sobre los rasgos psicológicos y de personalidad de los actores centrales de la historia. Por ejemplo, el porqué de los gustos de Tochtli por la cultura y la historia en un entorno tan cerrado y cuidado como el de su casa-palacio, donde la figura de su maestro particular es la ventana más importante que lo comunica con el mundo exterior.
Otro aspecto relevante de la novela es el hecho de que la historia es contada en primera persona, desde la visión de un niño de diez años de edad, que en su narración parece descubrir que algo no está bien en su mundo cotidiano. Su realidad encierra secretos sórdidos que de alguna manera intuye y somatiza mediante recurrente “dolor de panza”; es decir, Tochtli se aleja de la inocencia infantil y en el camino hacia la adultez enfrenta situaciones que lo harán madurar más pronto de lo imaginado.
Filmada en un rancho de Guadalajara, Jalisco; y en áreas naturales del país africano de Namibia, Fiesta en la madriguera resulta ser una ficción que entrelaza escenas de gran atractivo visual para todo tipo de público, como los animales exóticos del zoológico privado de Tochtli, o el recorrido por las praderas africanas que padre e hijo hacen en busca de un hipopótamo enano para cumplir el último deseo de Tochtli. Al mismo tiempo están presentes secuencias que ilustran el ambiente turbio y violento que caracteriza la actividad del narcotráfico.
Las actuaciones de los personajes protagónicos, Yocault —el papá narcotraficante, a cargo de Manuel García-Rulfo— y Tochtli —el hijo del narcotraficante, encarnado por el niño Miguel Ángel Valverde—, así como los papeles de los actores secundarios son muy buenas y contribuyen a que la historia fluya con naturalidad. En particular, vale la pena destacar el trabajo de Mercedes Hernández, la cocinera que cuida a Tochtli —que no tiene mamá— y que es el único personaje femenino con el que el niño tiene cercanía en su entorno tan cerrado y cuidado.
El trabajo de dirección de Manolo Caro en Fiesta en la madriguera, originario de Guadalajara, pero que actualmente radica en Madrid, España, marca el reencuentro del cineasta con México, después de cinco años de no filmar en territorio nacional, y de no hacer cine para las grandes pantallas. Sin embargo, sus realizaciones están presentes en el gusto del público mexicano por largometrajes como No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (2013) y series tan exitosas como La casa de las flores (2018-2021), ésta distribuida por Netflix, empresa para la que también ha realizado otros proyectos recientemente, entre ellos Alguien tiene que morir (2020).
Por su parte, el escritor Juan Pablo Villalobos, quien a su vez radica en Barcelona desde el 2003, tiene otra de sus obras adaptadas al cine por Netflix, se trata de la película homónima No voy a pedirle a nadie que me crea (2023). @NohemyGarcaDual
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