Atrapados en el vértigo informativo de la disputa política de cada minuto, no hay tiempo ni ánimo de reparar sobre la eventual consecuencia de informaciones y datos que constantemente se vierten en el fragmentado universo mediático. Recientemente Morena presentó los resultados de 28 ejercicios demoscópicos que realizó en 9 entidades del país para elegir a sus candidatos para las gubernaturas que se renovarán el año próximo. La cobertura informativa se centró en los ganadores de este ejercicio, sea por los resultados de las encuestas, sea por la aplicación de la cuota de género exigida por el INE. Sin embargo, no hubo tiempo ni espacio para analizar los resultados de este inédito ejercicio demoscópico que consistió en el levantamiento de 3 encuestas espejo en cada entidad con 1,219 cuestionarios cada una, lo que representan un total estatal de 3,657 cuestionarios que arrojan 32,913 en las 9 entidades. De este inédito y robusto ejercicio demoscópico destacan los niveles de rechazo a cada partido que, sin duda, definen parámetros del escenario electoral 2024.
El grado de rechazo hacia una formación partidista se acumula y consolida a lo largo del tiempo. No es un fenómeno que se dé de un día a otro. A diferencia del voto a favor, que puede variar rápidamente dependiendo del candidat@ o de una coyuntura específica, el rechazo a un determinado partido es difícil de cambiar. De alguna manera es la diferencia entre la ilusión y la decepción sobre una marca específica, ethos diría Aristóteles. El rechazo manifiesta una suerte de venganza del ciudadano al recuerdo de antiguos agravios. La respuesta “nunca votaría” debería ser considerada como un foco rojo para partidos y candidat@s que sería pertinente atender.
Tomando como base analítica los resultados de las encuestas realizadas por el equipo de Morena, que son consistentes con todas las encuestas espejo, el promedio de rechazo del PRI en las 9 entidades es del 45%, el del PAN 13% y el del PRD 5%, lo que da un acumulado del 63% de los ciudadanos que rechazan a alguno de los partidos que integran al Frente Amplio por México.
Por su parte, Morena tiene en promedio 7% de rechazo en las 9 entidades, el PT y el PVEM el 3% respectivamente, lo que da un acumulado de rechazo del 13% para la coalición Juntos Hacemos Historia. MC es el partido con el menor promedio de rechazo, el 1%. No votaría por ningún partido el 5% y no sabe o no contestó el 12%.
Extrapolando estos datos a nivel nacional, lo que no es descabellado considerando que en estas nueve entidades se encuentran las plazas más fuertes de cada competidor y que representan el 40% de la lista nominal (38.8 millones de 97.48), surgen algunas hipótesis de sentido común.
Con el 63% de rechazo en promedio, el Frente es la formación política con el margen de votación favorable más estrecho en la competencia: 37 puntos porcentuales de la lista nominal. Su competitividad electoral depende de una improbable combinación en la participación electoral: requiere que todos sus simpatizantes acudan a las urnas mientras los de Morena y MC se queden en sus casas. Entre mayor participación, menor competitividad del Frente.
Con 13% de rechazo en promedio, la coalición encabezada por Morena tiene un virtual margen de votación favorable de 87 puntos. Es plausible concluir que, a mayor participación mayor votación para Morena, sobre todo si se considera la mayoritaria intención de voto a su favor en la que coinciden las encuestas hasta ahora publicadas.
Previsiblemente, MC tiene un mínimo nivel de rechazo debido a que, hasta ahora, tiene poca experiencia de gobierno. La mayor parte de los ciudadanos tiene pocos elementos para juzgarlo. Sin duda tiene la ventaja de lo nuevo, de lo que no se conoce. El bajo nivel de conocimiento de MC representa una oportunidad de crecimiento, sobre todo, considerando el amplio nivel de rechazo de los partidos del Frente, 63%. Desde esta perspectiva, MC se encuentra en una situación similar a Morena: a mayor participación mayor votación a su favor, siempre y cuando sea capaz de entusiasmar a los desilusionados de Morena y del Frente.
De estos datos también se concluye que las competencias electorales se definen con mucha anticipación. La guerra entre pro 4T y anti 4T por la percepción pública y la valoración ciudadana inició hace años. En este tiempo ambos bandos han fomentado el rechazo hacia su respectivo adversario. La narrativa de los anti 4T es que el país se está cayendo a pedazos, lamentablemente para su narrativa, los datos duros y la vida cotidiana de la gran mayoría de la población no avalan esa tesis. De hecho, solo el 13% de la población da por cierta esta versión. Por su parte, la narrativa pro 4T ha logrado persuadir a la mayoría de los mexicanos, 63%, que la raíz de los problemas de la gente deriva de las gestiones gubernamentales del PRI y del PAN. El recuerdo reiterado está más presente que nunca y encauza el rechazo ciudadano hacia el Frente. Se antoja muy cuesta arriba cambiar esta correlación en el ánimo ciudadano y en la percepción pública, sobre todo a estas alturas de la contienda y con la actual tónica de las precampañas.
El camino fácil es descalificar este ejercicio demoscópico porque fue realizado por un partido político en particular. Sin embargo, la prudencia siempre aconseja partir del peor escenario hipotético para diseñar una estrategia medianamente pertinente para reencauzar el rechazo. Que, por cierto, únicamente se puede matizar aceptando en primer lugar los agravios cometidos. De otra manera, como diría Octavio Paz, se está condenado a dar la vuelta a la noria que exprime la sustancia de la vida.
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