Autores: ARVIND SUBRAMANIAN y JOSH FELMAN
WASHINGTON, DC – Los líderes más poderosos del mundo se reunirán pronto en Nueva Delhi, anunciando la culminación de la presidencia india del G20. Aunque el G20 ha dado muy pocos frutos desde sus primeros éxitos tras la crisis financiera mundial de 2008, hay dos razones por las que la próxima cumbre del grupo sigue siendo importante para India.
En primer lugar, el primer ministro Narendra Modi ha convertido la presidencia del G20 en un importante asunto interno al implicar a toda India en los preparativos. Por todo el país hay carteles del G-20 en los que aparece Modi, lo que indica su intención de presentar a India como un actor clave en la escena mundial. Cuanto más se convenza a los indios de que su país es un vishwaguru (maestro para el mundo), mayores serán las posibilidades del partido gobernante en las próximas elecciones estatales y en las nacionales del año que viene.
En segundo lugar, India se enfrenta ahora a una gran elección estratégica, tras la decisión de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) de añadir a Arabia Saudí, Irán, Etiopía, Egipto, Argentina y Emiratos Árabes Unidos. Hasta hace poco, el BRICS era anómalo en su diseño e ineficaz (y por tanto inofensivo) en su funcionamiento.
Pero el BRICS+ tiene un enfoque más político, un liderazgo más centrado en China y una motivación más antioccidental. Su composición está dando forma a su carácter. La cuestión para India es si sigue teniendo sentido pertenecer a esta agrupación.
La respuesta es “probablemente no”, por tres razones. En primer lugar, por razones económicas. El atractivo del BRICS original (Sudáfrica se unió en 2010) residía en el dinamismo económico de sus miembros. En 2004, Brasil, Rusia, India y China estaban en auge. Pero hoy, los BRICS corren el riesgo de convertirse en un colectivo de estrellas apagadas. Sin duda, muchos de los BRICS siguen teniendo altos niveles de riqueza. En particular, China, Rusia, Arabia Saudí y los EAU aún disponen de los recursos necesarios para asociarse con los países más pobres y hacerles donaciones. Pero la riqueza por sí sola no garantiza la influencia económica mundial. Basta con mirar a Japón. Las economías en desarrollo y emergentes no están especialmente interesadas en el glorioso pasado de un socio potencial; quieren alinearse con países en ascenso.
No cabe duda de que el BRICS de 2023 es mucho menos dinámico que el de hace dos décadas. Atrás quedaron los días en que China podía alcanzar sin esfuerzo un crecimiento anual del 10%. El modelo económico que produjo aquellos espectaculares resultados se ha venido abajo, de tal forma que la mayoría de los analistas esperan ahora un crecimiento secular del 3% o menos. Mientras tanto, Rusia lleva años en declive terminal, y ahora su guerra de agresión la debilitará aún más. Aunque Brasil disfruta actualmente de un auge gracias a la subida de los precios de las materias primas, está por ver si su fortuna puede mantenerse.
En cuanto a los demás, Argentina se tambalea, una vez más, al borde del colapso financiero, y Sudáfrica sigue lastrada por un desempleo astronómicamente alto y profundos problemas fiscales y de gobernanza. Egipto necesita el apoyo del Fondo Monetario Internacional para garantizar cualquier atisbo de estabilidad macroeconómica, e incluso Arabia Saudí y los EAU viven de prestado: una ofensiva mundial concertada contra el cambio climático los dejará varados con sus activos de hidrocarburos devaluados.
En resumen, los BRICS+ están formados por un puñado de fracasados económicos. La gran excepción es India, que sigue creciendo con rapidez y cuyas perspectivas a largo plazo han mejorado notablemente en los últimos años. Dado que ya no tiene mucho en común con los demás miembros del BRICS, debería plantearse su salida, tanto por razones simbólicas como prácticas.
Esto nos lleva a la segunda gran cuestión: la política. El nuevo BRICS+ muestra todos los signos de volverse más político, y en formas que plantean serios problemas para India. Para empezar, su orientación cada vez más centrada en China y antioccidental es contraria al principio de no alineación que India mantiene desde hace tiempo. Mantener la equidistancia con los bloques de poder rivales siempre ha sido un principio central de la política exterior india, que ha defendido incluso ante la guerra de Rusia contra Ucrania.
Para gran mérito de Modi, India ha conseguido acercarse a Estados Unidos y Japón al tiempo que mantenía sus relaciones con Rusia; también ha estrechado sus lazos con Israel y forjado mejores relaciones con Egipto, Arabia Saudí y, especialmente, los EAU. ¿Está dispuesta la India a poner en peligro este éxito sólo para seguir siendo un miembro de buena posición dentro del BRICS+ ampliado?
Además, aparte de Argentina y Etiopía, los nuevos miembros son todos autocracias, y este hecho importa ahora que el grupo se está volviendo más político. ¿Realmente quiere India pertenecer a un club autoritario? A pesar de su propio retroceso político con Modi, sigue contando con la democracia como su tarjeta de visita internacional.
La tercera razón para abandonar los BRICS se refiere a la gobernanza mundial. Ya no hay duda de que el orden internacional liderado por EE.UU. y el G7 es inadecuado para su propósito. Después de todo, las instituciones financieras multilaterales no dan suficiente voz a las potencias emergentes; las instituciones comerciales multilaterales se han visto socavadas por medidas proteccionistas unilaterales; y la propia interdependencia se ha convertido en un arma en nombre de la seguridad nacional estadounidense.
Pero aunque India prefiriera un nuevo orden mundial, su visión no coincidiría con la de China, Rusia o Arabia Saudí. Entre otras cosas, los demás miembros del BRICS aspiran a destronar al dólar estadounidense como moneda dominante en el mundo y a proporcionar recursos alternativos para el desarrollo y financiación de emergencia a los países más pobres. Pero estos objetivos implican que un mundo mejor se basaría en el dominio del renminbi, préstamos del tipo de la Iniciativa Belt and Road y una mayor reticencia entre los acreedores oficiales a condonar deudas cuando los países pobres se enfrentan a crisis.
Estas soluciones no son obviamente mejores que el statu quo y, desde la perspectiva de India, casi con toda seguridad son peores. ¿Cómo se beneficiaría India de la sustitución del dominio estadounidense por el chino? Al prestar su peso al BRICS+, se convertiría en cómplice del apoyo a las aspiraciones geopolíticas de China.
Dado que India ya ha renunciado a formar parte de la Asociación Económica Integral Regional, centrada en China, sería bastante extraño que se alineara con China en una agrupación casi política. El sentimiento parece ser mutuo: al parecer, el presidente chino, Xi Jinping, tiene la intención de no asistir a la cumbre del G20.
Esto debería facilitar la elección de India. El G7 está obsoleto y el BRICS+ no es una alternativa. Por tedioso y performativo que se haya vuelto, el multilateralismo del G20 sigue siendo un resquicio de esperanza para navegar por un nuevo mundo de desorden fragmentado.
Como afirmación de su fuerza emergente, India debería abandonar los BRICS. Y, como señal de su compromiso con alternativas constructivas, debería esforzarse por hacer del G20 un éxito.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/india-should-quit-brics-by-arvind-subramanian-and-josh-felman-2023-09
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