La sucesión presidencial ha sido históricamente un proceso nebuloso plagado de simulaciones y con prácticas como el dedazo que se remontan a los tiempos en los que el PRI, además de ser el partido en el poder, era la única fuerza política real en México.
En los días previos, el Frente Amplio por México, conformado por el PRI, PAN y PRD, eligió a Xóchitl Gálvez como su virtual precandidata para las elecciones del 2024. Lo mismo hizo Morena con Claudia Sheinbaum.
Tras la designación de ambas, las redes sociales explotaron con comentarios sobre el “dedazo”. Figuras políticas como, Marko Cortés, el presidente del PAN, a través de su cuenta de X también se sumó a los reclamos y denunció “dedazo” en el reciente triunfo de Sheinbaum en las encuestas de Morena.
En la mañanera del viernes, AMLO aseguró: “Tengo la conciencia tranquila porque los resultados no fueron por dedazo ni por trampas”.
Las acusaciones de dedazo parece ser una constante. Siempre que hay elecciones resurge este término, pero ¿de dónde proviene? La palabra “dedazo” se define como la “designación de un candidato a un puesto público, de parte del poder ejecutivo, sin las formalidades de rigor”.
“El dedazo” y el PRI
Hablar del dedazo es hablar de una tradición priista. El presidente elegía a su sucesor sobre la voluntad no solo del pueblo de México, sino también del resto de miembros de su partido. Por lo que, en aquellos tiempos, quedar bien con el presidente era no solamente una cuestión política, sino también de supervivencia.
Preguntaba el presidente qué horas son y los secretarios respondían: “las que usted quiera, señor presidente”. Esta icónica frase marcó y retrata el presidencialismo del siglo XX.
La edad de oro del dedazo mexicano abarca el apogeo del PRI. El presidente podía designar al siguiente candidato presidencial, sin que esto produjera rebelión ni motines ni grandes sobresaltos. En su mayoría, los sucesores presidenciales habían sido parte del gabinete anterior.
Ese sistema rigió principalmente de 1940 a 1994. Periodo en el que presidente en funciones designaba a un sucesor por su cercanía, méritos, lealtades o por el hecho de ser alguien que pudiera cuidarle las espaldas y dejar impune cualquier cabo suelto que pudiera resultar incómodo o difícil de hacer frente sin el fuero presidencial.
Desde Plutarco Elías Calles hasta Enrique Peña Nieto, se ha señalado a los presidentes del Partido Revolucionario Institucional de “imponer” a su sucesor con el fin de que continúen los intereses del gobierno que se implementaron en el sexenio anterior. De la lista destacan:
Luis Echeverría
Uno de los dedazos más famosos es el de Luis Echeverría, quien era secretario de gobernación de Díaz Ordaz, polémico presidente responsable de la matanza de los estudiantes de 1968. El secretario incluso fue acusado de ser el operador de la matanza, por lo que la sucesión presidencial era una manera de protegerlo y a su vez de proteger a Ordaz.
López Portillo
La mano derecha de Echeverría se llamó José López Portillo. El incondicional del presidente transcurrió un sexenio por completo a su servicio y siendo el brazo ejecutor de la voluntad del mandatario durante los 6 años de su gobierno. La sucesión fue obvia.
Portillo resultaba, además, un sucesor cómodo para Echeverría porque era también su amigo de la infancia. Sin embargo Portillo enfrentó una severa crisis económica derivada de la bajada del petróleo. Fue el sexenio en el que se instauró el IVA y la famosa frase: “Defenderé el peso como un perro”. La sucesión fue nuevamente su pupilo: Miguel de la Madrid y que a su vez tenía un pupilo llamado Carlos Salinas de Gortari.
De la Madrid
Un sexenio que se caracterizó por la crisis económica y las devaluaciones. Pero entre su gabinete desde el inicio destacaba el secretario de programación y presupuesto: Carlos Salinas, el cual simpatizaba con las políticas económicas del Banco Mundial. Salinas era licenciado en economía por la UNAM y luego realizó una maestría en Administración Pública por Harvard.
Cuando llegó el momento de elegir a un sucesor, Salinas fue el indiscutible candidato presidencial. Sin embargo en esta ocasión entró otra figura muy importante en la vida de México: el tapado. De la Madrid postuló a otros siete precandidatos, aunque siempre estuvo claro que sería Salinas.
El dedazo que mataron
Luis Donaldo Colosio no llegó a ser presidente. Es muy conocido lo que sucedió aquella tarde en Lomas Taurinas y que terminó con la vida del flamante candidato del PRI. Colosio fue ungido por Salinas, pero su visión reformadora del partido distaba mucho de las más añejas tradiciones del tricolor. En el 94, entonces, fue Zedillo, el elegido para continuar a la cabeza del país.
Con la muerte de Colosio y la subsecuente transición en el poder, el dedazo pareció estar reservado para las internas y no propiamente para la elección presidencial. Hecho que convirtió a la figura del presidente en un puesto a veces proveniente desde las dirigencias de los partidos, pero pocas veces por el electorado.
¿Hubo dedazo en el 2023?
Actualmente, ciertos internautas consideran que las costumbres políticas tardan mucho tiempo en morir. Para aquellos seguidores molestos tanto con la designación de Gálvez como de Claudia Sheinbaum, el dedazo es una costumbre política mexicana que se niega a abandonar el escenario.
Las acusaciones son mutuas y ambos procesos dicen haber sido democráticos. El frente dice que AMLO puso a Sheinbaum y la izquierda que Claudio X. a Xochitl. Lo único que es un hecho es lo siguiente: las elecciones apenas comienzan.
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