WASHINGTON, DC – En la batalla por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y evitar los peores efectos del cambio climático, el mundo cuenta con un vasto recurso que sigue en gran medida sin explotar: las mujeres.
Prevenir los efectos catastróficos del cambio climático exige comprender qué -y quién- impulsa la transformación sobre el terreno. Invertir en las mujeres, es decir, mejorar su acceso a la educación, los insumos económicos y el capital, ofrece a los gobiernos la posibilidad de alcanzar sus ambiciosos objetivos climáticos.
Varios estudios han demostrado que la igualdad de género puede impulsar la acción por el clima. Los Estados con mayor proporción de mujeres en sus asambleas legislativas tienen más probabilidades de aprobar acuerdos y tratados medioambientales. Y cuando más mujeres participan en las decisiones de grupo sobre la gestión de la tierra, el grupo conserva más. Además, se calcula que impulsar la productividad de las pequeñas agricultoras podría reducir las emisiones de carbono hasta en 2.000 millones de toneladas para 2050.
La transición a la energía limpia requiere una transición en el poder. O, dicho de otro modo, cambiar los sistemas de energía requiere cambiar los sistemas de poder. A pesar de ser responsables de la mitad de la producción mundial de alimentos, las mujeres poseen menos del 20% de las tierras agrícolas del mundo. Y aunque las mujeres representan el 45% de la mano de obra agrícola en los países en desarrollo (y el 37% en todo el mundo), sólo reciben el 7% de la inversión en el sector. Si tuvieran el mismo acceso a los recursos productivos que los hombres, las mujeres de los países en desarrollo podrían aumentar el rendimiento de sus explotaciones entre un 20% y un 30% y sacar del hambre a entre 100 y 150 millones de personas.
Tal y como están las cosas, las mujeres y las niñas soportan de forma desproporcionada los efectos del cambio climático. Según las Naciones Unidas, las mujeres representan el 80% de los desplazados por el cambio climático y tienen 14 veces más probabilidades de morir en una catástrofe climática que los hombres. Y para 2025, el cambio climático podría impedir que al menos 12,5 millones de niñas completen su educación cada año. Como ha señalado el Fondo Malala, “tras las crisis climáticas, las familias estresadas a menudo sacan a las niñas de la escuela para que ayuden con un aumento de las responsabilidades domésticas -como ir a buscar agua y leña- o para que contraigan matrimonio a una edad temprana con el fin de aliviar la carga de los escasos recursos del hogar.” En Botsuana, se calcula que el 70% de los niños que abandonaron la escuela durante la sequía eran niñas, mientras que en Etiopía, el matrimonio infantil aumentó un 119%, de media, en las regiones más castigadas por la sequía.
Cuando los fenómenos meteorológicos extremos privan a los sostenes de la familia de sus medios de subsistencia y sus hogares, ya no pueden permitirse que los niños estudien en lugar de trabajar; a veces, niñas de tan sólo 11 o 12 años se convierten en novias. Eso significa talento desperdiciado y potencial perdido, así como maternidad precoz para muchas. Además, los niños con menos estudios dominan peor las prácticas de agricultura sostenible.
La buena noticia es que invertir en las mujeres y las niñas promete grandes beneficios en términos de fomento del crecimiento, aumento de la resiliencia y refuerzo de los esfuerzos de adaptación. Pero aprovechar esta oportunidad requiere un cambio en la imaginación y un esfuerzo concertado para que las mujeres sean más visibles, especialmente en los entornos de formulación de políticas. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en Egipto (COP27), las mujeres representaban menos del 34% de los equipos de los países. En 2020, las mujeres sólo dirigían el 15% de los ministerios de medio ambiente de 193 países.
El despliegue de capital para apoyar a las mujeres en la agricultura, mantener a las niñas en la escuela, financiar a las mujeres empresarias y apoyar a las redes de información de emergencia dirigidas por mujeres se reconoce desde hace tiempo como esencial para alcanzar el objetivo de un crecimiento económico integrador. Pero también contribuirá a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y a mantener el calentamiento global dentro del límite de 1,5° Celsius fijado por el acuerdo climático de París.
Imaginemos un mundo en el que las agricultoras tengan igualdad de acceso a los insumos, las mujeres dispongan de fondos para convertirse en empresarias de energías limpias, las niñas aprendan las habilidades necesarias para aprovechar los nuevos empleos verdes y las redes dirigidas por mujeres, como Women Wetem Weta en Vanuatu, proporcionen alertas tempranas de desastres para salvaguardar a sus comunidades. Este es un mundo de “más por más”: más niños reciben educación, más sociedades pueden sostenerse y todos pueden disfrutar de mayor prosperidad, seguridad y estabilidad.
Para hacer realidad esta visión, quienes ocupan puestos de poder deben aprovechar este momento de peligro y posibilidad para garantizar que las mujeres y las niñas puedan desarrollar su potencial y, al hacerlo, apoyar la lucha compartida contra el cambio climático y sus efectos. La transición energética es una oportunidad para todos. Para aprovecharla al máximo habrá que invertir en quienes la impulsarán.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/women-and-girls-crucial-in-fight-against-climate-change-by-gayle-tzemach-lemmon-2023-07
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