NUEVA YORK – La guerra de Rusia contra Ucrania no ha salido como estaba previsto, por no decir otra cosa. Y ahora Yevgeny Prigozhin, jefe de la empresa militar privada Wagner Group, está intensificando sus ataques públicos contra el ejército ruso. En un momento en que el Kremlin reprime agresivamente la disidencia, ¿cómo se sale con la suya?
Desde que lanzó su “operación militar especial” en febrero de 2022, el presidente Vladimir Putin ha afirmado perseguir diversos objetivos. Tras buscar inicialmente la “desnazificación” y la “desmilitarización” de toda Ucrania (haciéndose con su control), pretendía “liberar” la región oriental de Donbás. También ha hablado de defender las “fronteras históricas” de Rusia e insiste en que Occidente le obligó a atacar Ucrania.
Estos cambios retóricos reflejan la dinámica del campo de batalla, en particular los repetidos reveses, errores y errores de cálculo de las fuerzas rusas. En pocas palabras, Putin intenta salvar la cara. Pero Prigozhin -de quien Putin depende cada vez más para obtener victorias en el campo de batalla- no se lo está poniendo fácil.
En una amplia entrevista con el bloguero político pro-Kremlin Konstantin Dolgov, publicada el 24 de mayo, Prigozhin arremetió contra la operación militar especial. En lugar de desnazificar Ucrania, señaló, Rusia la hizo “mundialmente famosa”. Y lejos de “desmilitarizar” Ucrania, Rusia la militarizó: “Si antes [los ucranianos] tenían 500 tanques, ahora tienen 5.000. Si entonces tenían 20.000 combatientes, ahora son 400.000”.
Prigozhin culpó directamente a las élites rusas, en particular a los altos mandos militares, acusándoles de falta de compromiso con la guerra. Y advirtió de que los rusos de a pie, cada vez más frustrados por la falta de progresos, podrían rebelarse. La única solución, en su opinión, es intensificar el esfuerzo bélico, declarar la ley marcial y lanzar “una nueva oleada de movilización”. De lo contrario, “podríamos echar a Rusia a perder”.
Prigozhin no se equivoca al cuestionar el compromiso de las élites rusas con el esfuerzo bélico. A principios de junio, Konstantin Zatulin, diputado de la Duma Estatal del partido de Putin, Rusia Unida, transmitió un sentimiento similar: que “muchos objetivos de la operación han perdido sentido… no hay resultados”. Insiste en que Rusia necesita reagruparse y seguir adelante, pero sus comentarios expresan desconcierto ante lo que está ocurriendo en la cúpula del Kremlin. Prácticamente todo el gabinete -incluido el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, blanco favorito de Prigozhin- preferiría evitar una nueva escalada, y es muy posible que los militares estén ideando estrategias con ese fin.
Se trata de una decisión pragmática. La mayor parte de la clase dirigente rusa cree que es difícil que Rusia “gane” la guerra. Cuanto más luche, más podría convertirse Rusia en una especie de Corea del Norte, un país dispuesto a sacrificarlo todo -nivel de vida, seguridad, incluso soberanía, a medida que el país se hace cada vez más dependiente de una China que codicia sus recursos- para satisfacer las obsesiones de su líder.
Pero a Prigozhin le parece bien ese resultado. Quiere que los rusos renuncien a las comodidades materiales (sin importarle las enormes sumas que gana con la guerra) en nombre de la mítica “civilización-país única” que representan Rusia y el más amplio Russkiy mir (mundo ruso). En su opinión, la negativa de las élites rusas a abrazar plenamente el patrioterismo es indefendible, especialmente ante el aumento de las muertes de civiles por los ataques ucranianos en territorio ruso. Y no es el único.
Puede que la implacable propaganda no haya convencido a los rusos de a pie para unirse al esfuerzo bélico, pero ha alimentado su rabia. Cuando estuve en Moscú en enero, uno podía expresar libremente su descontento con el Kremlin, al menos en entornos sociales relativamente privados. Ahora, como en la época de Stalin, los enemigos están en todas partes. Amigos y vecinos se denuncian unos a otros, y los trabajadores de los cafés espían a escondidas a sus clientes.
Algunos de estos enfurecidos rusos empiezan a ver enemigos en todas partes, y ya no les importaría la militarización total del sistema político y económico de Rusia. Siguen estando a favor de Putin, pero a medida que la guerra se alarga, dudan cada vez más de su poder. Entonces, ¿es cada vez más probable la revuelta que Prigozhin prevé y parece desear?
Para responder a esa pregunta, hay que tener en cuenta la influencia de Prigozhin, que se basa en el temible historial de victorias y atrocidades del Grupo Wagner en el campo de batalla. También es posible que los rusos furiosos se sientan atraídos por su retórica despiadada (“un perro recibe una muerte de perro”, dijo sobre un vídeo que mostraba la ejecución a mazazos de un antiguo mercenario de Wagner que se había cambiado de bando en Ucrania).
El hecho de que Prigozhin pueda criticar el esfuerzo bélico sin consecuencias -su interlocutor, Dolgov, fue despedido por la entrevista- no hace sino aumentar su mística. En San Petersburgo, su ciudad natal, se puede hacer una visita guiada al Petersburgo de Nabokov o Pushkin, y ahora al de Prigozhin.
Pero Prigozhin no utiliza esta influencia para desafiar a Putin. Al contrario, cuando ataca a las élites militares y políticas de Rusia, desvía la atención del hombre que está en la cima. Y, en última instancia, Putin probablemente esté de acuerdo con gran parte de la postura de Prigozhin. Tras casi un cuarto de siglo en el poder, Putin no tiene capacidad para liderar una revolución sobre el terreno. Pero la guerra en Ucrania -y su retórica a menudo desquiciada- han demostrado que en el fondo es un instigador.
Prigozhin está fuera del sistema, pero sirve al sistema. En este sentido, se parece mucho a Grigori Rasputin, el “monje místico” que entabló amistad con la última familia imperial rusa, los Romanov, antes de la revolución de 1917, e influyó fuertemente en ella. En ambos casos, el Estado carecía de coherencia y el hombre al mando no lograba mostrar un liderazgo adecuado, ni siquiera cuando impartía órdenes. Surgieron elementos marginales para llenar el vacío, no tratando de adivinar lo que quería el jefe y ejecutándolo, sino estableciéndose como fuerzas a tener en cuenta, todo ello con la furia popular como telón de fondo.
Puede que Putin se identifique con Prigozhin y aprecie las contribuciones del Grupo Wagner al esfuerzo por destruir Ucrania. Pero debe comprender que la independencia, audacia y ambición de Prigozhin subvierten la quietud social, esencial para la supervivencia del régimen. Rasputín tuvo un final espeluznante tras convertirse en el objetivo de una élite decadente. Prigozhin podría seguir un camino similar.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/wagner-group-prigozhin-escalating-attacks-on-russian-elites-by-nina-l-khrushcheva-2023-06
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