Pensar sobre qué obstáculos tiene un aspirante a un puesto de elección popular, es también pensar sobre cuál es la fórmula para obtener la posición anhelada. En el medio de las consultorías para orientar o asesorar hay muchos kits o paquetes que se ofertan como las cuasi fórmulas mágicas. Veamos algunos.
En pagepersonnel.es se propone lo siguiente. Primero se acepta que la fórmula perfecta es tanto como descubrir la de la Coca-Cola. Aún así, se identifican cuatro características clave, la flexibilidad del candidato(a), es menester reconocer que la realidad es cambiante y el perfil de una posición es dinámico. Claro está que desde la campaña para un puesto de elección popular la imagen de este se va transformando. Aunque en este caso debe haber una esencia que se mantenga o de lo contrario la flexibilidad se puede convertir en un enemigo mortal.
La iniciativa es otra cualidad que requiere el o la aspirante. Por supuesto se refiere a la autonomía en la toma de decisiones frente a acontecimientos no previstos. La incertidumbre, se ha dicho, es una característica del mundo actual. La sociedad se ha complejizado de tal manera que han vuelto cada vez más difíciles las previsiones y los pronósticos. Por ello, la medición de la realidad a través de monitoreos, encuestas y diversos instrumentos para calcular el curso de la realidad empírica, cada vez enfrenta más dificultades.
Tercero, tener capacidad de trabajar en equipo. Sin duda, es un reto en un ambiente de tensión y diferencias evidentes o no. ¿El candidato(a) es uno más en el equipo de campaña o lo contrario? La vicisitud es evidente, si se suma como un miembro más, dirán los especialistas en esta materia, el liderazgo se pierde y si mantiene una posición directiva, la tentación autoritaria pone en peligro la unidad del equipo. Por supuesto, que el objetivo y su contenido deben mantener la hegemonía del grupo.
El tiempo y su gestión. El cálculo de los tiempos cada vez adquiere más importancia en los grupos, especialmente los que se dedican a la política. Buscar el momento apropiado para las diversas actividades o tomas de decisiones es, sin duda, una cualidad. En realidad, el momentum es un principio de la física que alude a la cantidad de movimiento de un cuerpo. ¿Cuándo actuar? ¿cuándo moverse? ¿cuándo no hacerlo?
Veamos otras cualidades que se requieren desde otra fuente. En elmundo.es “Aquí el candidato perfecto” Virginia Hernández aborda el tema con expertos en comunicación política. Primero, habrá que decir que la gran tríada característica de un aspirante ideal es tener, credibilidad, experiencia y honestidad. Reconocen los expertos que podrían llenarse páginas y páginas con listas de atributos de los candidatos. Aunque señalan algo interesante, las cualidades que se requieren tienen historicidad, cambian según el momento. Para ejemplificar esto ponen algunos ejemplos significativos. Entre Kennedy y Nixon en 1960 en donde el triunfo estuvo marcado por la percepción ciudadana en torno a las cualidades personales. Y, por otra parte, el caso de Obama en el que cerca de 68 millones de electores votaron por el “si podemos”. Los equipos y una coordinación de alto nivel hicieron la diferencia; según uno de los especialistas entrevistados por Virginia Hernández, “Obama ganó porque montó una logística digna de una invasión militar”.
Los liderazgos y las cualidades carismáticas se requieren en combinación con equipos fuertes. La realidad cambiante en que vivimos exige experiencia, cualidades personales y capacidad profesional. Sin embargo, habrá que reconocer con firmeza que nada de esto sirve si solo se piensa en estrategias que olviden el origen popular de la elección. Hay mucha razón y sentido en señalar que la soberanía popular es el fondo de la democracia. Esto implica, como lo señala Habermas en “La soberanía popular como procedimiento”, que es necesaria una nueva mentalidad, conformada por una nueva conciencia del tiempo, un nuevo concepto de la praxis política y una nueva representación de la legitimidad.
Siguiendo con Habermas, se requiere de una conciencia histórica que rompa con los tradicionalismos de las continuidades sometidas a los intereses de grupos de poder económico y político. Y con ello una nueva praxis política que construya, entre otras cosas, un discurso racional que se ponga al servicio de la población que se caracteriza hoy por su intensa movilidad y en ello funde su legitimidad.
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