La leyenda de Popocatépetl e Iztaccíhuatl tiene muchas versiones. Debido a que se basa en un mito prehispánico, no existe un relato definitivo, aunque la mayoría de las historias sí comparten elementos en común.
La más conocida y difundida, incluso en museos, libros de texto y programas educativos, es la que cuenta la tragedia del guerrero Popocatépetl y la princesa Iztaccíhuatl (también llamados Popo o Popoca y Mixtli o Xochiquetzal en otras versiones del relato), quienes nunca pudieron concretar su amor debido a las mentiras de un hombre celoso de su relación (al que suele nombrársele como Axooxco).
El mito de los volcanes es uno de los más conocidos en el Valle de México, debido a las obras de arte que se hacen al rededor de la leyenda. Las pinturas, ilustraciones, esculturas y grabados que muestran al guerrero inclinado frente al cuerpo de la princesa, a quien se le llama también como Mujer Dormida, son ampliamente difundidas en todo tipo de mercancía turística.
Leyenda de Popocatépetl e Iztaccíhuatl: la trágica historia de los volcanes
Los siguientes relatos fueron escritos por autores contemporáneos, basados en diferentes leyendas orales del Valle de México sobre el origen de los volcanes.
Versión 1
- Autor: Carlos Villa Roiz.
- Libro: Popocatépetl: mitos, ciencia y cultura: (un cráter en el tiempo).
Este es el relato más conocido por todos y el que más se difunde en medios oficiales. Habla de la tragedia de Popoca y Mixtli, (nombrada Iztaccíhuatl en otras versiones) y de cómo ella fue engañada para hacerle creer que su enamorado había muerto en batalla.
Al no soportar la tristeza, se encerró a llorar y tras quedarse dormida, jamás despertó. Cuando Popoca regresa y la encuentra muerta, promete que se quedará con ella para toda la eternidad.
El texto íntegro se presenta a continuación.
En la infancia de los tiempos, cuando llegaron los aztecas al Valle de México, nació la gran Tenochtitlan y ahí la hermosa princesa Mixtli, hija de Tízoc (emperador de los mexicas).
Mixtli era una hermosa mujer pretendida por muchos hombres, entre ellos Axooxco, un hombre cruel y sanguinario que proclamaba la mano de la princesa.
Pero el corazón de la doncella pertenecía a un guerrero llamado Popoca, uno de los guerreros más apuestos del pueblo; ambos se profesaban un amor inmenso.
Como lo acordó con el padre de la princesa, Popoca salió a combatir para conquistar el título de Caballero Águila y así disputar la mano de Mixtli a Axooxco.
Guardando en su corazón la promesa de que Mixtli esperaría por él.
Mientras Popoca se enfrentaba, Mixtli tuvo visiones de que su guerrero había perdido la batalla y había muerto durante el combate.
Mixtli, abatida por la tristeza de la muerte de su amado y pensando en la imposibilidad de su amor, se quita la vida sin saber que Popoca regresaría triunfante.
Popoca luchó por años y años con cientos de soldados. Tiempo después, Popoca regresó victorioso y encontró muerta a su amada. El victorioso guerrero ahora tenía triunfo, riqueza y poderío, pero no tenía el amor.
Entonces, el guerrero tomó el cuerpo de la princesa y mandó hacer una gran tumba sobre un enorme cúmulo ante el Sol, amontonando diez cerros y colocó sobre ellos el cuerpo recostado en la tumba.
Popoca le hizo una promesa para honrar su amor, tomó su antorcha humeante y le prometió que permanecería eternamente arrodillado junto a ella, a sus pies, velando así el sueño eterno de su amada, La Mujer Dormida.
La nieve los cubrió a ambos, convirtiéndolos así en dos enormes volcanes que permanecen juntos hasta el día de hoy y seguirán así hasta el fin del mundo.
Así, cada vez que el guerrero Popocatépetl recuerda a su amada princesa, su corazón, que guarda el fuego de su amor apasionado, tiembla y su antorcha echa humo.
Es por eso que sigue aventando fumarolas.
Versión 2
- Autor: Carlos Franco Sodja.
- Libro: Leyendas Mexicanas de antes y después de la conquista.
En esta segunda historia cambian varios aspectos, la princesa es llamada Xochiquétzal y Popocatépetl se mantiene como un poderoso guerrero.
La historia inicia con la llegada del ejército mexica tras una dolorosa derrota contra los pueblos del Sur. El padre de Xochiquétzal la obligó a casarse con un capitán tlaxcalteca, quien había dicho que Popocatépetl murió en la batalla, apenas semanas atrás de la ceremonia.
La historia completa es bastante amplia, por lo que a continuación solo se presenta la parte que habla sobre los enamorados, iniciando con la llegada del ejército derrotado a la ciudad de Tenochtitlán.
“Al frente de estas humilladas huestes venía triste y desencantado un guerrero azteca que sobresalía por su gallardía y altivez, que a pesar de traer desgarradas sus ropas y revuelto su penacho de plumas multicolores conservaba el orgullo de su estirpe.
La vergüenza hacía que estos guerreros ocultaran su rostro; las mujeres lloraban y corrían a esconder a los niños para que no fueran testigos de tan deshonroso regreso.
Pero había una mujer que estaba asombrada y no lloraba, atónita miraba al adusto guerrero, quien con su talante altivez y sus ojos serenos que con esa actitud quería demostrar que había luchado y perdido en buena lid contra un abrumador número de guerreros de las razas del Sur.
Esta mujer palideció y su rostro se tornó tan blanco como el lirio de los lagos cuando la mirada del valiente guerrero azteca se cruzó con la de ella. El guerrero clavó sus ojos vivaces y obscuros en su rostro.
Xochiquétzal (hermosa flor) sintió que se desfallecía de improvisto ya que aquel guerrero era su amado a quien había jurado amor eterno. Xochiquétzal se revolvió furiosa para ver con profundo odio al capitán y embajador tlaxcalteca quien la había hecho su esposa sólo algunas semanas antes a base de engaños y mentiras, jurándole que su amado guerrero azteca ya estaba muerto en las batallas de conquistas del Sur.
Perdiendo el control le gritó: ¡Me has engañado! Hombre vil y ¡más ponzoñoso que el mismo Tzompetlácatl (escorpión)!, ¡Me has engañado para poder casarte conmigo! Pero sábelo ¡Yo no te amo! Lo amo solo a él.
Así es como la desventurada Xochiquetzal lanzó mil insultos al falaz tlaxcalteca, desesperada, levantó la orla de su huipil y se echó a correr por la llanura a las afuera de la gran Tenochtitlán, llorando y gimiendo su intensa desventura de amor.
Al abandonar la ciudad, su grácil figura se reflejaba sobre las irisadas superficies de las aguas del gran lago de Texcoco así la vio el guerrero azteca cuando volteo a buscarla.
Detuvo su marcha cuando también vio al tlaxcalteca correr tras ella, comprobando que corría despavorida huyendo de este. No fueron necesarias las explicaciones: el valiente guerrero comprobó que el tlaxcalteca había actuado
vilmente. Entonces apretó con furia su macana y separándose de las filas de los guerreros humillados, se lanzó en seguimiento de la pareja.
Pocos pasos separaban a la hermosa Xichiquetzal de su despreciable marido, quien casi la alcanzaba, pero le dio alcance el ágil guerrero No hubo intercambio de palabras porque estas salían sobrando. Intempestivamente el
tlaxcalteca sacó un cuchillo de pedernal que astutamente llevaba oculto debajo de su tilma y el azteca esgrimió su macana dentada con colmillos de jaguar y jabalí, así es como chocaron el amor sincero y la mentira.
El cuchillo con su erizada navaja de pedernal buscaba impactar en el pecho del guerrero y este a su vez mandaba furiosos golpes con su macana directamente al cráneo de quien le había robado el amor de su amada haciendo uso de arteras engañifas.
Fue una lucha sin cuartel, trenzados en mortal combate, fueron alejándose de valle trenzados en la más ruda pelea entre las lagunas en donde a su paso saltaban los ajolotes y ranitas verdes de las orillas limosas.
Toda la tarde duro aquel mortal duelo. El capitán tlaxcalteca defendió hasta la muerte a su mujer y su mentira, el guerrero azteca defendió el amor de la mujer a quien amaba y por quien tuvo motivos suficientes de regresar con
vida de las batallas.
Ya casi al atardecer, por fin el azteca pudo herir de muerte al embajador tlaxcalteca, quien al sentirse mortalmente herido huyó hacia su territorio. El vencedor por amor y verdad presuroso regresó a buscar a su amada Xochiquetzal,
pero al encontrarla su desconcierto fue mayúsculo, pues la encontró tendida en el suelo ya sin vida a mitad del valle.
Porque una mujer que amó como ella ya no podía vivir soportando la pena y vergüenza de haber sido de otro hombre que no le importó que hubiera sido a base de mentiras.
Desesperado, el guerrero azteca se arrodilló a su lado y lloró, lágrimas salieron de sus ojos y de alma, incorporándose, cortó maravillosas flores de xoxocotzin y con ellas tiernamente cubrió el cuerpo inerte de su hermosa Xochiquetzal, también coronó las sienes de su amada con estas fragantes flores y trayendo un incensario quemó copal.
Hasta ese lugar tiernamente llegó un cenzontle, esa ave que imita los cuatrocientos cantos de otros pajarillos (su nombre quiere decir precisamente “400 trinos”), así cuatrocientos dulces cantos le entonó esta ave a tan desdichada pareja.
De pronto el cielo se cubrió de nubarrones, era como si los dioses los estuvieran mirando y sintieran pena por su dolor, por ese lugar cruzó Tlahuelpoch, el mensajero de la muerte.
La leyenda cuenta que en ese preciso momento se estremeció la tierra y un poderoso relámpago atronó por el espacio, fue tan grande el cataclismo que no había tradiciones orales de los tlachiques (viejos sabios y adivinos) ni de los tlacuilos (escribanos) hubieran escrito en los famosos códices.
Todo tembló y se nubló la tierra. De pronto cayeron piedras de fuego sobre los cinco lagos, el cielo se tornó
tenebroso y todos los habitantes del Anáhuac se llenaron de pavor.
Fue una noche larga y desesperante, al amanecer había ocurrido algo sorprendente: en donde un día antes era un valle, había dos montañas nevadas. Una tenía la forma inconfundible, la de una mujer recostada sobre un
túmulo de flores blancas, y la otra montaña era alta y elevada adoptando la figura de un guerrero azteca arrodillado.
Junto a los pies nevados de su amada, todo esto es una magnifica escultura de hielo. Desde ese día las flores que crecen en las montañas se llamaron tepexóchitl.
A partir de esa hazaña se entiende que esos dos volcanes vigilan el hermoso valle del Anáhuac y se les
dio el nombre de Iztaccíhuatl (Mujer dormida) y Popocatépetl (Montaña que humea)”.
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