Hay corrientes teológicas que creen que Jesús bajó al Infierno luego de morir en la Cruz, entre los tres días en los que su cuerpo estuvo enterrado en el Santo Sepulcro y la Resurrección.
En muchas oraciones y versos religiosos se hace alusión a la estancia de Jesús en el Infierno, pero en la Biblia no hay ninguna mención oficial, por llamarlo de alguna forma. Casi todo al respecto es ambiguo y sin mayor profundidad.
Solamente, en Hechos de los Apóstoles 2:31, se encuentra una línea que habla que el Alma de Jesús estuvo en el Hades, que era como se le llamaba al espacio temporal en el que habitaban los espíritus de los muertos, pero no el Infierno como tal. El pequeño verso mencionado dice lo siguiente:
“Viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción”.
Casi toda la información sobre Jesús en el Infierno historia se encuentra en textos apócrifos, escritos siglos después de la muerte de Cristo.
Uno de los escritos más citados en el tema es el Credo de los Apóstoles, que dice lo siguiente:
“Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso”.
El filósofo Santo Tomás de Aquino escribió en sus libros de la serie Suma Teológica, publicados entre 1265 y 1274, diversos cuestionamientos a los textos apócrifos que hablan de Cristo en el Hades y el Infierno.
Entre sus conclusiones destaca que había muchas malas interpretaciones en las traducciones, además de que algunos relatos no hacían sentido con lo que predicaba la Biblia en ese momento.
Qué hizo Jesús en el Infierno, según los textos apócrifos
El relato más completo sobre esta historia se localiza en el Evangelio de Nicodemo, un personaje que sí aparece en el Nuevo Testamento y con quien Jesús tuvo una larga charla.
Después de la crucifixión, se dice en la Biblia, Nicodemo dio recursos para que el cuerpo de Jesús fuera limpiado y embalsamado para ser enterrado conforme a la tradición judía.
En el Evangelio apócrifo, Nicodemo narra que él fue, junto con Anás y a Caifás, a la casa de Simeón, el sacerdote que tuvo en brazos a Jesús recién nacido y al que reconoció como el Hijo de Dios.
La razón de la visita fue que se decía que los hijos de Simeón, que murieron jóvenes, habían resucitado, tal y como Jesús lo había hecho días atrás.
Una vez ahí, Nicodemo y sus acompañantes hablaron con Carino y Leucio, los jóvenes resucitados, y ellos narraron que vieron a Jesús en el Inferno y contaron cómo fue que derrotó a Satanás y salvó a Adán, el primer hombre,
Carino y Leucio explicaron que, en el Infierno, Satanás se dio cuenta de la llegada de Jesús y pidió a una de sus Furias aumentar la seguridad de sus fortalezas, debido a que le tenía miedo.
“Fortifiquemos este lugar, para poder retener aquí prisionero al llamado Jesús que, al decir de Juan y de los profetas, debe venir a expulsarnos de aquí. Porque ese hombre me ha causado muchos males en la tierra, oponiéndose a mí en muchas cosas, y despojándome de multitud de recursos”, dijo Satanás a uno de sus demonios.
La Furia, dice el texto apócrifo, también le temía a Jesús. Sabía que la intención de Cristo era liberar el alma de Adán, el primer hombre y Padre de la humanidad, a quien tenía presa.
Cuando Cristo finalmente llegó, Satanás intentó luchar con él, pero fue vencido sin la necesidad de la violencia:
“Los dos príncipes de la muerte y del infierno, sus impíos oficiales y sus crueles ministros, quedaron sobrecogidos de espanto en sus propios reinos, cuál si no pudiesen resistir la deslumbradora claridad de tan viva luz, y la presencia del Cristo, establecido de súbito en sus moradas.
Y exclamaron con rabia impotente: Nos has vencido. ¿Quién eres tú, a quien el Señor envía para nuestra confusión? ¿Quién eres tú, tan pequeño y tan grande, tan humilde y tan elevado, soldado y general, combatiente admirable bajo la forma de un esclavo, Rey de la Gloria muerto en una cruz y vivo, puesto que desde tu sepulcro has descendido hasta nosotros?”.
Con el ejército de Satán derrotado, Jesús le ordenó a la Furia vigilar a Satanás y que se llevaría de ese lugar el alma de Adán y de otros antiguos profetas de la Biblia:
“El príncipe Satanás quedará bajo tu potestad por los siglos de los siglos, en lugar de Adán y de sus hijos, que me son justos”.
El relato cuenta que Jesús se dirigió a lo profundo de la fortaleza de Satán para encontrar a Adán. Una vez que lo halló, le dijo que su condena por el pecado original había llegado a su final. Lo tomó de la mano y lo llevó al Paraíso:
“Y el Señor extendió su mano, y dijo: Venid a mí, todos mis santos, hechos a mi imagen y a mi semejanza. Vosotros, que habéis sido condenados por el madero, por el diablo y por la muerte, veréis a la muerte y al diablo condenados por el madero.
Y, en seguida, todos los santos se reunieron bajo la mano del Señor. Y el Señor, tomando la de Adán, le dijo: Paz a ti y a todos tus hijos, mis justos.
Y Adán, vertiendo lágrimas, se prosternó a los pies del Señor, y dijo en voz alta: Señor, te glorificaré, porque me has acogido, y no has permitido que mis enemigos triunfasen sobre mí para siempre. Hacia ti clamé, y me has curado, Señor. Has sacado mi alma de los infiernos, y me has salvado, no dejándome con los que descienden al abismo”.
Tras hacer esto, Jesús llevó a Adán y a los otros profetas rescatados al Paraíso, en donde se encontró con el ladrón que fue crucificado junto con él:
“Yo he sido un ladrón, y he cometido crímenes en la tierra. Y los judíos me crucificaron con Jesús, y vi las maravillas que se realizaron por la cruz de mi compañero, y creí que es el Creador de todas las criaturas, y el rey todopoderoso, y le rogué, exclamando: Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu reino. Y, acto seguido, accediendo a mi súplica, contestó: En verdad te digo que hoy serás conmigo en el Paraíso. Y me dio este signo de la cruz, advirtiéndome: Entra en el Paraíso llevando esto, y, si su ángel guardián no quiere dejarte entrar, muéstrale el signo de la cruz, y dile: Es Jesucristo, el hijo de Dios, que está crucificado ahora, quien me ha enviado a ti. Y repetí estas cosas al ángel guardián, que, al oírmelas, me abrió presto, me hizo entrar, y me colocó a la derecha del Paraíso, diciendo: Espera un poco, que pronto Adán, el padre de todo el género humano, entrará con todos sus hijos, los santos y los justos del Cristo, el Señor crucificado”.
Según el Evangelio de Nicodemo, Jesús permaneció poco tiempo con los demás profetas en el Paraíso, debido a que se acercaba el momento de resucitar a su cuerpo mortal, que sería la señal de su victoria sobre la Muerte.
Carino y Leucio concluyen su relato al decir que los Ángeles les habían prohibido revelar más sobre la visita de Jesús al Infierno, ya que todavía quedaban muchos misterios que la humanidad no podía saber.
Luego de observar y vivir esos acontecimientos mientras estaban muertos, los hermanos resucitaron y tuvieron el permiso para contar un poco de esa historia.
El Evangelio de Nicodemo no es considerado entre los reconocidos por la Iglesia Católica, al igual que otros cientos de textos que hablan sobre la vida y obra de Cristo.
Sin embargo, la historia de Cristo en el Inferno tuvo bastante relevancia en el arte medieval. Hay cientos de obras de pintura, escultura, poesía y vitrales inspirados en estas narraciones.
Te puede intresar.