La polarización que se vive tiene el mérito, o la desgracia, de permitir identificar en qué trinchera partidista milita cada medio de comunicación y como la imparcialidad informativa es sacrificada en aras de promover sus respectivos intereses. Este fenómeno se ilustra con la cobertura diferenciada que los medios recientemente realizaron de dos eventos de masas, de magnitud relativamente similar, enmarcados en la lucha por la sucesión presidencial.
Se trata, por un lado, de la marcha que partidos y políticos organizaron, a nombre de la sociedad civil, el domingo 26 de febrero de 2023 en contra del Plan “B” de la reforma electoral impulsado por AMLO y, por el otro, la concentración convocada por el propio AMLO para conmemorar el aniversario de la Expropiación Petrolera el sábado 18 de marzo de 2023. Revisemos la línea editorial que algunos medios impresos le dieron a cada evento.
Empecemos por el Reforma, cuya confrontación con AMLO es pública y notoria, por lo que, previsiblemente, sus dados están marcados contra AMLO. Para destacar la trascendencia de la marcha, el 28 de febrero hicieron algo excepcional en su portada: invadieron su cabezal con una foto del evento.
También publicaron fotos de las movilizaciones en Monterrey y Guadalajara. Sus ocho columnas sirvieron para reforzar su propia posición política: “Alerta Cossío de imposición de AMLO. Emplazan a la Corte. Piden ministros frenar “Plan B” y no arriesgar la democracia”.
Para no dejar dudas sobre su posición editorial seleccionaron y publicaron pancartas en su primera plana, con leyendas como “AMLO lárgate ya”. Para dar cuenta informativa de la concentración del 18 de marzo apenas publicaron una pequeña foto del evento en un recuadro central, enmarcada con las ocho columnas:
“Celebran al petróleo, pero… aumentan inversión; obtienen menos”, con los siguientes subtítulos: “Y vislumbra AMLO autosuficiencia energética”, “Critica Cárdenas política en el sector”. Para el Reforma, el mensaje político de AMLO sobre la sucesión presidencial y la defensa de la soberanía frente a EU no existieron, su línea editorial es desacreditar toda política energética vinculada con el sector público.
En la otra trinchera, la obradorista, milita La Jornada. Sin embargo, su desempeño editorial fue equilibrado. Ambas manifestaciones masivas las ilustró con sendas fotografías prácticamente del mismo tamaño en su primera plana. Las ocho columnas de la marcha fueron: “Multitud llenó el Zócalo en rechazo a la reforma electoral”.
La magnitud de la marcha le permitió concluir en el subtítulo de la foto: “Sube de tono la lucha política con miras al 2024”. Para el caso de la concentración, el mensaje político que retomó fue: “Cooperación sin sometimiento a EU, señala AMLO”. La coyuntura particular del medio determinó el subtitulo de la foto: “Tributo en el Zócalo al director fundador de La Jornada”, a propósito del fallecimiento de uno de sus fundadores, Carlos Payán.
El Universal y La Prensa también fueron más equilibrados en la difusión de estos eventos que el Reforma. Amos diarios publicaron sendas fotografías de las movilizaciones comentadas, del mismo tamaño y en la misma posición.
Los subtítulos de El Universal fueron igualmente equilibrados: “Miles piden a la Corte parar plan B de AMLO” y “Habrá continuidad en 2024: AMLO”. En todo caso, la jiribilla editorial de El Universal residió en sus ocho columnas de ambos días: “ASF: hueco de 77 mmdp., en proyectos de la 4T”. y “Sin destino claro, planes por 156 mmdp”. Por su parte, La Prensa mantuvo el equilibrio editorial es sus ocho columnas: “Marea rosa” y “Toman el Zócalo”.
Lamentablemente, Milenio, El Financiero y El Economista no tienen edición impresa los domingos para realizar un análisis similar. Sin embargo, a raíz de este somero ejercicio es pertinente reflexionar sobre la responsabilidad social de los medios en su tarea informativa. Al desplazar una mediana objetividad por una deliberada parcialidad editorial, a fin de validar una posición política propia, generan un ambiente de incertidumbre, confuso, polémica. Luhmann señala que lo que sabemos de la realidad los sabemos gracias a los medios de comunicación.
Por ello, si un medio distorsiona, manipula o sesga la información deliberadamente ofrece a sus lectores una realidad igualmente distorsionada, manipulada o sesgada, sin dar oportunidad a sus lectores de contar con mayores elementos para forjarse un juicio propio y ponderado de la realidad. Esto explica, en parte, la actual dificultad social de encontrar puntos de coincidencia en la conversación pública. Es cuesta arriba sostener un sensato debate político si algunos medios de comunicación juegan con los dedos cargados en favor de la polarización que tanto denuncian. Tiran la piedra y esconden la mano. Los consumidores de noticias estamos en medio de ese juego que se da en ambas trincheras.
Hace tiempo no veíamos que la lucha política se trasladara a la disputa territorial por el corazón del país. Desde 1997 el PRI renunció a llenar el Zócalo y el PAN nunca lo ha intentado, ni como oposición ni como gobierno. Por ello, asistimos a una polarizada efervescencia política que da cuenta de una ciudadanía crítica y participativa que, a pesar de triquiñuelas de partidos y autoridades, desde 1997 su impronta es la alternancia política.
En este contexto sería deseable que los medios y comentaristas proclamaran públicamente sus filias y sus fobias para que, por lo menos, los ciudadanos pudieran elegir deliberadamente entre buscar un medio que les sirva para reafirmar sus convicciones partidistas, o bien, que les sirva de fuente de información mediamente confiable para hacerse un juicio propio sobre los acontecimientos y la lucha política que se vive. Me temo que este deseo peca de optimista.