¿Se debe preocupar el mundo porque el Silicon Valley Bank (SVB) colapsó la semana pasada? El SVB ocupaba el puesto 16 entre los mayores bancos estadounidenses, contaba cerca de USD 210 000 millones en activos y su máxima valuación fue de USD 44 000 millones. Esto representa la segunda mayor quiebra bancaria estadounidense (después de la de Washington Mutual en 2008). Aunque el SVB no era sistémicamente importante en sí para el sistema financiero de EE. UU., podría constituir una señal de alerta. Este último fin de semana, los reguladores también cerraron al Signature Bank de Nueva York, y las acciones del sector bancario se desplomaron.
El SVB se dedicaba principalmente a empresas emergentes y fondos de capital de riesgo, un círculo de depositantes relativamente limitado que rápidamente retiró USD 42 000 millones —aproximadamente un cuarto de los depósitos del banco— ante la primera señal de problemas. La corrida fue tan repentina que la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC) se vio obligada a intervenir durante un fin de semana. Sin embargo, considerando que el 96 % de los depósitos del SVB no estaban asegurados, sus clientes tenían buenos motivos para asustarse.
Qué pasó? Podríamos decir que fue el resultado inesperado de una decisión aparentemente prudente. La bonanza tecnológica en la era de la pandemia llevó a que los depósitos del SVB aumentaran de manera espectacular, por lo que el banco decidió invertir una porción sustancial de ellos en bonos hipotecarios y del Tesoro estadounidense. Aunque su rendimiento era bajo, generaban beneficios gracias a las tasas de interés ultrabajas, que para el SVB implicaban básicamente la ausencia de costos por intereses sobre los depósitos de sus clientes.
Pero la Reserva Federal de EE. UU. comenzó a elevar las tasas a un ritmo casi sin precedentes, erosionando los márgenes del banco. Obligado a aumentar el margen que pagaba por los depósitos, intentó vender los bonos de largo plazo y comprar bonos de corto plazo, con mejores rendimientos. Pero el valor de su cartera repentinamente estaba USD 15 000 millones por debajo de su valor de compra, y el banco había perdido USD 1800 millones por la venta de los bonos para cubrir las extracciones. El SVB fue incapaz de captar capital adicional y su suerte quedó sellada cuando el jueves pasado comenzaron los rumores de problemas y los principales actores recomendaron retirar los depósitos.
Eso nos lleva al aspecto potencialmente sistémico de su quiebra. Muchos otros bancos también cuentan con grandes carteras de valores a largo plazo, que implicarían fuertes pérdidas en caso de una venta previa al vencimiento (debido al brusco aumento de las tasas de interés durante el año pasado). Según la FDIC, hubo más de USD 4 billones en depósitos desde abril de 2020, pero solo se usó el 10 % del total para préstamos, y aproximadamente el 50 % se destinó a la compra de valores. Los bancos comerciales mostraban pérdidas contables de hasta USD 600 000 millones a fines del año pasado, que podían convertirse en reales si se veían obligados a liquidar las posiciones.
La situación es particularmente preocupante para los bancos pequeños con una base de depósitos concentrada. El SVB estaba especialmente en riesgo debido a que tenía una elevada proporción de depósitos comerciales no asegurados, sensibles a las subidas de las tasas de interés. Además, no reevaluó sus activos a medida que subieron las tasas, se especializaba en préstamos a empresas tecnológicas (cuya demanda se estaba desplomando) y su cartera de valores no tenía cobertura para las tasas flotantes.
Debido a que los bancos están mucho mejor capitalizados —y cuentan con mayores amortiguadores de liquidez— en la actualidad que antes de la crisis financiera mundial de 2008, las instituciones de mayor tamaño debieran ser capaces de capear la tormenta, especialmente ahora que los reguladores estadounidenses implementaron una nueva malla de protección para garantizar los depósitos. Pero, como ocurrió con la crisis de ahorros y préstamos en la década de 1980, muchas instituciones más pequeñas con estrategias correlacionadas pueden crear, de todas formas, un problema sistémico. Como esas instituciones no fueron sometidas a pruebas de estrés adecuadas —debido a que el gobierno de Trump rechazó ciertas cláusulas de la Ley Dodd-Frank— los reguladores tendrán que estar atentos ante las nuevas fragilidades financieras.
Quiebre de Silicon Valley podría tener enormes efectos negativos
El colapso del SVB podría crear tener implicaciones negativas para el sector de tecnología e innovación en términos más amplios, dado que el banco trabajaba con cerca de la mitad de las empresas de capital de riesgo de tecnología y ciencias biológicas estadounidenses. En este caso, el daño puede ser más grave, especialmente en un momento en que el sector tecnológico sufre las consecuencias de la subida de las tasas de interés. El canciller de Hacienda del Reino Unido, Jeremy Hunt, ya advirtió que el colapso del SVB representa un grave riesgo para las empresas tecnológicas y de ciencias biológicas, y que el RU se está preparando para ofrecer asistencia financiera al sector.
Volviendo a EE. UU., la secretaria del Tesoro, Janet L. Yellen, insiste desde hace mucho en que, después de 2008, no debiera haber rescates para los inversores y propietarios. Pero el rescate de los depósitos no asegurados para evitar la interrupción de los servicios de pago de nómina es una cuestión diferente. Por supuesto, incluso si el rescate vale la pena, introduce la posibilidad del riesgo moral. El presidente Joe Biden afirmó que se hará «todo lo necesario» para disipar un trastorno sistémico.
También señala una tensión más profunda en la conducta de la política monetaria. La misión de los bancos centrales es controlar la inflación y mantener la estabilidad financiera. Es posible que con las subidas de interés sin precedentes en un plazo tan corto hayan intercambiado uno de los imperativos por el otro. Las mayores tasas de interés enfriarán la economía, pero también aumentan la carga de la deuda y generan más quiebras comerciales, que a su vez afectarán la solvencia de los prestamistas.
Además de este efecto indirecto, el caso del SVB nos lleva a otro más directo: el aumento de las tasas de interés produjo pérdidas por la valuación de las carteras de bonos e introdujo nuevas fragilidades financieras. Si más bancos se ven obligados a liquidar sus carteras, sufrirán fuertes pérdidas —al igual que los bancos centrales si, en el proceso del ajuste cuantitativo, liquidan sus tenencias de valores antes del vencimiento—.
Como saben todos los conductores, frenar súbitamente en la mitad de una curva es peligroso, pero esa parece ser la decisión que han tomado los bancos centrales. El riesgo de un accidente va en aumento, pero al menos ahora contamos con mejores airbags.
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